Cámaras, testigos y ladrones...

Un caso real: roban un carro en una calle de la Zona Colonial. La cámara de seguridad de un establecimiento cercano graba la escena. La víctima pone la denuncia y el proceso avanza. El dueño de la cámara es citado para testificar y llevar la cinta.

Ahí comienza el conflicto y el debate. ¿Debe un ciudadano, por sentido cívico elemental, arriesgarse a ser víctima de las represalias de los delincuentes? ¿Está obligado a acudir? ¿Cómo garantizar la seguridad de los testigos en este y en otro tipo de delitos? Ir a la fiscalía y revelar la identidad es ponerse en la mira de unos ladrones que estarán en la calle con toda probabilidad en pocos días.

La Zona Colonial tiene un sistema de cámaras de seguridad, que unido o alimentado además por las de los establecimientos y residencias privadas podría constituirse en una red de seguridad eficiente. Es un área relativamente pequeña y tienen presencia varios cuerpos policiales. Pero los robos se siguen produciendo y el de la seguridad del testigo de un hecho (y de la víctima) parece ser un eslabón suelto.

No es un problema que se circunscriba a un sector. Es extrapolable a muchos otros temas. En violencia intrafamiliar, en casos de corrupción en oficinas públicas o privadas, en contrabando en la frontera, en un accidente de tráfico, en casos de abuso infantil...

Sólo el incómodo procedimiento, la maraña legal, la pérdida de tiempo y las complicaciones inesperadas, tanto legales como prácticas, que supone involucrarse en un proceso, hacen que el ciudadano dominicano se abstenga de actuar pro activamente en defensa de una ciudad y de una sociedad mejores. Ser testigo, colaborar, debería ser más fácil y más seguro...