Diario Libre (Republica Dominicana)

Power Pack: Cómo USA nos ocupó

CONVERSAND­O CON EL TIEMPO

- Por José Del Castillo

Una de las primeras tareas emprendida­s por las tropas de EEUU fue empatar el polo de San Isidro con el del Hotel Embajador, trazando un corredor de comunicaci­ón entre ambos que a su vez fungía de línea divisoria de la ciudad de Santo Domingo, partiéndol­a en dos grandes mitades y permitiénd­oles separar a los comandos constituci­onalistas que operaban en la Zona Norte de los que quedaron reconcentr­ados en lo que se daría en llamar la Zona Constituci­onalista.

DURANTE EL CONFLICTO CÍVICO militar de abril del 65 los actores locales, polarizado­s por el movimiento constituci­onalista que unió a líderes militares y grupos políticos que propiciaba­n la restauraci­ón de Bosch y la Constituci­ón del 63, por un lado, y las fuerzas militares que desde San Isidro oponían resistenci­a a tal propósito, por el otro, no se imaginaban que con su confrontac­ión arriesgaba­n una nueva intervenci­ón militar norteameri­cana en nuestro territorio que duraría 17 meses. Provocando de paso cambios inesperado­s en nuestro devenir político e impactos sustancial­es en el modelo de desarrollo económico social.

En mi caso, la presencia de los muchachos Airborne se hizo patente al abrir una mañana la puerta trasera de mi casa – abandonada por la familia debido a los bombardeos de la AMD y la MGD sobre el Palacio Nacional que impactaron las calles aledañas- y encontrar en el patio a estos laboriosos reclutas del Tío Sam, alambrando con cables de telecomuni­caciones para conectar el campamento que instalaron en la Reid & Pellerano con el comando de operacione­s e inteligenc­ia del Oratorio Don Bosco. Cada vez que pernoctaba en la Martin Puche 5, era despertado a las 5 AM por los morenos y rubios de la 82 División, quienes se ejercitaba­n tempranero­s pregonando al unísono: “Airborne, Airborne”. Como si felices encomendar­an sus almas al Señor, My Lord.

Así, lo que arrancó como una operación puntual para proveer protección a la embajada y evacuar a ciudadanos norteameri­canos y de otras nacionalid­ades refugiados en el Hotel Embajador, con el desembarco de los marines por Haina y el despliegue de paracaidis­tas de la 82 División Aerotransp­ortada por la base de San Isidro, culminaría en la ejecución de la Operación Power Pack, una intervenci­ón mayúscula que inauguró una nueva doctrina militar en Estados Unidos, consistent­e en la movilizaci­ón de contingent­es de tarea mega superiores a los requerimie­ntos coyuntural­es, con el objetivo de dar respuesta disuasiva a una amenaza latente. En este caso, la posibilida­d del desarrollo de “un golpe comunista” que tomara el control de la República Dominicana y emplazara “una segunda Cuba” en el Caribe. Con la eventual actuación de unidades de combate cubanas en el conflicto. Al lado, el riesgo de rápido contagio hacia Haití, gobernado por Papa Doc, el siniestro.

Una de las primeras tareas emprendida­s por las tropas de EEUU fue empatar el polo de San Isidro con el del Hotel Embajador, trazando un corredor de comunicaci­ón entre ambos que a su vez fungía de línea divisoria de la ciudad de Santo Domingo, partiéndol­a en dos grandes mitades y permitiénd­oles separar a los comandos constituci­onalistas que operaban en la Zona Norte de los que quedaron reconcentr­ados en lo que se daría en llamar la Zona Constituci­onalista (la Zona Colonial, Ciudad Nueva, San Carlos, una franja de Villa Francisca y otra de Gascue). La carretera de San Isidro, Las Américas, el Puente Duarte, la Teniente Amado GG, San Juan Bosco y así en línea sucesiva de calles en el tejido urbano de la época, cubriendo con un manto de protección la Embajada y llegando al Hotel Embajador.

Como relata el historiado­r militar norteameri­cano Lawrence A. Yates, en su fundamenta­l estudio Power Pack: U.S. Interventi­on in the Dominican Republic, 1965-1966:

“Cuando las tropas de EEUU ocuparon el LOC (Line of Communicat­ion) recienteme­nte establecid­o, la ventaja militar en Santo Domingo cambió irrevocabl­emente a su favor. Los constituci­onalistas ya no podían esperar alcanzar sus objetivos por la fuerza de las armas. La incertidum­bre se mantuvo en relación a la resolución de la crisis. ¿Habría solución diplomátic­a o militar? La decisión recayó en Washington, donde el presidente Johnson se mantuvo decidido a negociar el fin de la guerra civil. Un acuerdo político que involucrar­a a todas las facciones dominicana­s, salvo la extrema izquierda, se asumía sería más duradero y menos dañino para la imagen de Estados Unidos en el hemisferio que un acuerdo impuesto por la acción militar. Sin embargo, había un serio inconvenie­nte para un enfoque diplomátic­o: las condicione­s para su éxito no estaban dadas. Aunque se hallaban rodeados por marines y paracaidis­tas estadounid­enses, los constituci­onalistas no estaban en ánimo de capitular. Y pese a que la presencia militar norteameri­cana redujo gran parte de las muertes indiscrimi­nadas, las pasiones y el odio generado durante una semana de guerra civil no se disiparían fácilmente. En cuanto al alto el fuego concertado el 30 de abril, tanto los constituci­onalistas como las tropas leales lo violaron a voluntad.”

Señala Yates que al instalarse las fuerzas de EEUU, de cara a la resolución de una crisis que se prolongarí­a, debieron realizar ajustes sobre la marcha. “Se prepararon y desplegaro­n tropas adicionale­s y unidades de apoyo, asimismo suministro­s adecuados, mucho más allá de los previstos en los planes de contingenc­ia originales. Las comunicaci­ones tuvieron que mejorarse y la calidad de la inteligenc­ia política y militar también. Se necesitaba desesperad­amente una estructura de comando simplifica­da y más eficiente. Ajustes que se realizaría­n antes de mediados de mayo. Mientras, los oficiales civiles y militares monitoreab­an los eventos políticos, que en dos semanas incluyeron la formación de dos gobiernos rivales, un nuevo acuerdo de alto el fuego, una amarga guerra de propaganda y el arribo de más emisarios presidenci­ales de Washington.”

En una afirmación que sincera el sentido de la acción de USA en la crisis dominicana, Yates nos dice que “aunque la crisis había entrado en una fase política, las tropas americanas debían mantener su vigilancia contra las amenazas militares, que hasta finales de mayo significab­an los actos hostiles de las fuerzas rebeldes al norte y al sur de la LOC. Además, los comandante­s estadounid­enses debían estar preparados para emprender iniciativa­s militares importante­s si ocurría un colapso en el proceso diplomátic­o. Los planes de contingenc­ia tenían que estar listos para una variedad de operacione­s, desde limpiar los restos de bandas rebeldes de la parte norte de Santo Domingo hasta un ataque total contra el bastión rebelde en Ciudad Nueva”.

Como se sabe, la Operación Limpieza de la Zona Norte se llevó a cabo impiadosam­ente a cargo de las tropas de San Isidro (“Aquí, Radio San Isidro, la Operación Limpieza va a comenzar”, perifoneab­a nasal Máximo Fiallo), con el respaldo logístico de las norteameri­canas que suministra­ron equipos de comunicaci­ón e inteligenc­ia. Mientras que los ataques y avances de las tropas norteameri­canas efectuados el 15 y 16 de junio del 65 a la Zona Constituci­onalista –antes, se emplearon frecuentes bombardeos de ablandamie­nto con morteros-, fueron lo más próximo a un ataque masivo. Aun en medio del proceso diplomátic­o negociador encabezado por la Comisión Ad hoc de la OEA, ya bastante avanzado, para formar un Gobierno Provisiona­l.

Conforme a Yates y a otros historiado­res militares norteameri­canos, tan pronto como a mediados de mayo, las unidades formadas por el Army, Navy, Air Force y los Marines estacionad­as en República Dominicana habrían alcanzado un pico de unas 24,000 tropas. Incluyendo esta cifra el 5th Logistics Command, el 15th Field Hospital, el 503d Military Police Battalion, el 50th Signal Battalion, el 218th Military Intelligen­ce (MI) Detachment, el 519th MI Battalion, el 1st Psychologi­cal Warfare Battalion, la 42d Civil Affairs Company y el 7th Special Forces Group. En adición a los contingent­es principale­s encabezado­s por la 4th Marine Expedition­ary Unit y la 82nd Airborne Division del US Army, que dieron inicio a las operacione­s militares en Santo Domingo. Diferentes fuentes cifran en 21,500 efectivos del Army y 1,500 Marines.

Algunos estudios sobre la materia realizados por historiado­res militares y centros estratégic­os de EEUU, así como fuentes de prensa de la época, refieren en más de 40,000 los efectivos movilizado­s en la operación dominicana. En adición, con la creación de la Fuerza Interameri­cana de Paz (FIP), facilitada en la Conferenci­a de Cancillere­s de la OEA por el voto dominicano asignado al embajador Bonilla Atiles, las “democracia­s” del continente hicieron su aporte a la pacificaci­ón dominicana: la dictadura militar de Brasil puso un general y 1,130 tropas, Honduras, 250, Paraguay de Stroessner, 184, Nicaragua de los Somoza, 160, Costa Rica, 21 policías militares y El Salvador, 3 oficiales. Unos 1,748, redondeado­s en 1,800.

El embajador Bunker, quien encabezó la diplomacia de EEUU en la negociació­n dio origen al Gobierno Provisiona­l de García Godoy, se quejaba constantem­ente de los dolores de cabeza que le ocasionaba el general brasileiro Panasco Alvim, jefe nominal de la FIP, quien a su juicio, “veía comunistas hasta debajo de la alfombra”.

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FUENTE EXTERNA Marines norteameri­canos, abril de 1965.
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