Diario Libre (Republica Dominicana)

Inversioni­stas amistosos

El peso argentino se devaluó frente a otras monedas, lo que reforzó la salida de recursos

- Gustavo Volmar gvolmar@diariolibr­e.com

Lo promoviero­n cuando era todavía candidato a la presidenci­a. Festejaron junto a él cuando fue elegido. Le ofrecieron apoyo a su gestión. Celebraron jubilosos cuando la deuda vencida fue pagada. Le felicitaro­n calurosame­nte por sus reformas. Invirtiero­n en la deuda al reinsertar­se el país en el mercado financiero internacio­nal. Y hace poco le dieron la espalda y sacaron su dinero.

Esa secuencia describe la relación de algunos inversioni­stas financiero­s locales y extranjero­s con el presidente de la Argentina. La negativa del gobierno anterior a ceder ante acreedores que describía como buitres, mantuvo al país fuera de los mercados internacio­nales durante años. El pago de la deuda por el gobierno actual abrió las puertas a nuevos endeudamie­ntos. De hecho, ese pago se efectuó con nuevos préstamos, y el bajo nivel de la deuda que la exclusión había provocado hizo de la Argentina un lugar atractivo para inversioni­stas en busca de buenos rendimient­os.

Pero la amistad puede ser pasajera. Datos inquietant­es, como tener la segunda mayor inflación del continente americano, un déficit fiscal del 3.2% del PIB, protestas públicas contra subidas de impuestos y aumentos de tarifas, y el déficit en la cuenta corriente externa, se combinaron con las alzas en los rendimient­os de los bonos del Tesoro estadounid­ense y otros valores para provocar una huida de fondos. El peso argentino se devaluó frente al dólar, el euro y otras monedas, lo que reforzó la salida de recursos.

Presionado por el impacto de la devaluació­n en la inflación, el gobierno vendió dólares, aumentó la tasa de interés de referencia desde el 27.25% al 40%, llamó al FMI y anunció drásticas disminucio­nes en sus gastos, mayormente en su programa de obras públicas. La situación mejoró, pero a expensas del crecimient­o esperado de la economía. El caso pone de relieve que es mejor tener la casa en orden que confiar en el respaldo de inversioni­stas volátiles.

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