Diario Libre (Republica Dominicana)
Aníbal de Castro
DE NUEVO EL MITO del personaje impoluto, el revolucionario a carta cabal, recorre como un fantasma ya no Europa sino el mundo, a propósito del doble centenario del nacimiento de un judío alemán cuyas doctrinas han abonado horrores que han estremecido la Humanidad. Pese al fracaso práctico de sus enseñanzas, la cortedad de sus teorías para explicar las complejidades de la sociedad moderna y la inmaterialidad de sus predicciones apocalípticas, Carlos Marx resiste la evidencia de los tiempos. Encogido, sí, el reconocimiento intelectual; y cada vez menos referencia como gurú del cambio político revolucionario. La revolución es digital, tecnológica, y trasciende la lucha de clases. En consonancia con las cátedras del marxismo, aceptado el carácter innovador anejo al capitalismo.
Los estudios del marxismo han sido desterrados de los pensa académicos, salvo en algunos países donde las rigideces ideológicas persisten. El memorial que se yergue altivo en el cementerio de Highgate, en el norte londinense, será siempre objeto de la curiosidad turística. Pero no se ven ya las ofrendas florales de mis años estudiantiles, con los testimonios de sindicatos de lugares recónditos pero obviamente entusiasmados con la frase del Manifiesto Comunista que realza la solemnidad del busto impresionante, como epitafio o exhortación desde el más allá: “!Uníos, trabajadores del mundo!”
Más que las cadenas a que el capitalismo según Marx condenaba al proletariado, en juego están ahora los elevados salarios europeos, vacaciones estivales pagadas, beneficios marginales y el régimen liberal de pensiones que ha advenido con el Estado benefactor. Patrones y obreros temen por igual a los ciclos de negocios que ocupan gran parte de los análisis bizantinos del filósofo germánico. Se vive más desarraigo social en las filas del desempleo que en las líneas de producción de la factoría moderna.
Inobjetable considerar el materialismo histórico y la dialéctica tomada prestada de otro alemán, Hegel, como una contribución al pensamiento universal, pese a que la teoría del valor y otras fantasías pseudocientíficas de los copiosos textos marxistas aportan poco, excepto confusión y la pregunta obligada de cómo pudo Marx agotar la casi totalidad de su vida productiva en disquisiciones bizantinas. Convivía con ese Marx ensimismado, por tres décadas visitante consuetudinario del Museo Británico donde escribía, un personaje de espantos, dictatorial, irresponsable, machista, racista y apoderado de los vicios que criticaba a la burguesía enemiga.
Ese Marx deshumanizado, intolerante y en riña diaria con los buenos modales y las cargas propias del paterfamilias victoriano, no se advierte en este bicentenario de celebraciones. Sus principales víctimas