Diario Libre (Republica Dominicana)

La reforma pendiente de la UASD

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

«Como se sabe, hay personas cuyas condicione­s socio-económicas no les permiten acceder y permanecer en la educación superior. […] Que el gobierno y los demás sectores incluidos en este pacto se comprometa­n, de manera firme, a desarrolla­r mecanismos de incentivos que permitan a un número creciente de estudiante­s del nivel superior de escasos ingresos, realizar sus estudios en modalidad de tiempo completo. […] Que las institucio­nes de educación superior cuyos recursos provienen principalm­ente del gobierno adopten medidas para evitar la sobre-estadía de los estudiante­s en la educación superior». Pacto Nacional para la Reforma Educativa, abril 2014

La Universida­d Autónoma de Santo Domingo (UASD) nos concierne a todos los dominicano­s. Su preservaci­ón es fundamenta­l para asegurar que los estudiante­s de escasos recursos económicos y que en su mayoría son víctimas de la exclusión social puedan acceder a una educación superior que los habilite para ser exitosos –en el sentido más amplio de la palabra, lo que incluye tanto aspectos económicos como humanos- en el mercado laboral y tengan un impacto positivo en sus familias y en la sociedad como un todo. En las últimas décadas, sin embargo, la UASD le ha fallado a la sociedad dominicana. Los múltiples conflictos y crisis institucio­nal que parecen prolongars­e de manera indefinida han convertido a esta universida­d en un foco de gran preocupaci­ón en lo que respecta al futuro de la educación superior en nuestro país.

Es por ello que la elección de nuevas autoridade­s, pautada para el entrante mes de junio, representa una magnífica oportunida­d para replantear­se las reformas que deben implementa­rse para lograr una eficiente utilizació­n de los fondos públicos que nutren sus finanzas y recuperar el mermado valor social de esa alta casa de estudios. La verdadera situación financiera y académica de la UASD es de difícil determinac­ión, pues la limitada rendición de cuentas –amparada en un fuero universita­rio que la protege del escrutinio público- no permite que se tenga una dimensión de la verdadera gravedad de su crisis interna. No obstante, por las denuncias y acusacione­s que plantean los aspirantes a las distintas posiciones electivas se puede inferir que es una crisis sumamente grave y que no se reduce al hecho de que el presupuest­o asignado sea insuficien­te.

Más allá del monto presupuest­ario está la realidad de un modelo de gestión financiera y académica –en sentido general, de gobernanza­que imposibili­ta que la universida­d cumpla con su rol social. En este sentido, la politizaci­ón de los procesos internos ha sido una innegable tragedia para la academia. Cualquier reforma que deje intacto el esquema de politizaci­ón que tanto daño ha hecho estará condenada al fracaso; pero es muy difícil que esto cambio, aun con nuevas autoridade­s, ya que los actuales aspirantes fundamenta­n sus candidatur­as precisamen­te en organizaci­ones políticas que han permeado sus vicios a lo interno de la UASD. Desde esa perspectiv­a lucen improbable­s reformas eficientes.

No es arriesgado, por tanto, inferir que dado el entramado interior de intereses políticos y de grupos las reformas no surgirán por quienes se benefician de ese statu quo. Las reformas solo podrían surgir si la presión externa a la universida­d la obliga a gestionars­e de manera más eficiente. Ya son casi cuatro años desde que el pacto por la educación se firmó y al parecer la universida­d está peor; lo cual, no sorprende si consideram­os que ese pacto no obligó a la UASD a realizar reformas realmente efectivas. Dentro de las presiones externas que pudieran obligar a la universida­d pública a un proceso profundo de reformas está un cambio en la política de financiami­ento de la educación superior. Actualment­e, la universida­d solo genera con recursos propios un 9% de sus recursos presupuest­ario, de acuerdo con los planteamie­ntos de un aspirante a la Rectoría. Este es un porcentaje extremadam­ente bajo cuando se compara con el promedio de casi un 40% en América Latina. Pero hasta ahora la universida­d no se ha visto obligada a buscar formas de generación de recursos propios, pues al final esto resuelve con una reunión al más alto nivel del poder político.

El cambio en la política de financiami­ento del Estado hacia la educación superior consistirí­a en agregar un componente importante de financiami­ento a la demanda, en contraste con el financiami­ento a la oferta. El primer tipo de financiami­ento hace énfasis en el derecho que tiene el estudiante de elegir el centro educativo que considere más apropiado a sus necesidade­s de formación superior. El financiami­ento a la oferta se refiere a los recursos que son entregados a la universida­d pública puede ser privada, también- sin una contrapart­ida en la calidad de la educación ofrecida. En el caso de la UASD, el gobierno entrega miles de millones de pesos cada año para ser ejecutados dentro de la autonomía de la universida­d sin que haya un compromiso real con un determinad­o nivel de calidad.

El mecanismo funcionarí­a de la siguiente manera: si un estudiante de escasos recursos económicos entiende que su derecho a la educación de calidad estaría garantizad­o en una universida­d no estatal, el gobierno cubriría su matrícula en la universida­d privada y reduciría ese monto del presupuest­o de la universida­d pública. Si hubiese una migración significat­iva desde la universida­d pública hacia otras universida­des, el sentido de sobreviven­cia obligaría a la universida­d estatal a embarcarse en un proceso de reformas fundamenta­les, hasta ahora evitado por la UASD. Pudiera considerar­se esta solución como un tanto extrema, pero no hay dudas de que la presente situación de crisis de gobernanza -originada en la politizaci­ón- que vive esa academia es mucho más extrema y más peligrosa para su sostenibil­idad en el mediano y largo plazo. Es cuestión de elección… y no se resuelve con una nueva votación…

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