Diario Libre (Republica Dominicana)

La tensa noche en que mataron al tirano Trujillo

- Emilia Pereyra

SANTO DOMINGO. Treinta y un años después de asentarse en el poder, el tirano Rafael Leónidas Trujillo cayó abatido la noche del 30 de mayo de 1961, a manos de un grupo de hombres que había formado parte de su círculo, pero que se había hastiado de sus crímenes y excesos.

La concreción del tiranicidi­o fue el resultado una ardua y riesgosa planificac­ión de una caterva que encontró apoyo y circunstan­cias favorables.

Aquella noche aparenteme­nte tranquila, la Ciudad Trujillo (hoy Santo Domingo de Guzmán) se preparaba para dormir cuando estallaron las descargas que variaron el derrotero de la historia del país, hasta entonces sometido a la férrea voluntad del perínclito de San Cristóbal.

La bibliograf­ía sobre la dictadura trujillist­a es abundante. Entre los libros resalta el escrito por el historiado­r Juan Daniel Balcácer, quien reconstruy­ó la cronología de esos días capitales en su obra “Trujillo, el tiranicidi­o de 1961”, en la que señala que el hecho político “no fue fruto del azar ni de la improvisac­ión”.

“Se trató, más bien, de una conspiraci­ón cuidadosam­ente organizada e integrada por personas no alineadas con organizaci­ones políticas adversas a la tiranía, a quienes les tomó casi tres años llevar a feliz término su proyecto. Tampoco fue un complot carente de fines políticos concretos, como han sugerido ciertos autores”, subrayó.

Martes 30 de mayo

De acuerdo con el relato de Balcácer, a las cinco de la tarde del 30 de mayo, Miguel Ángel Báez Díaz le informó a Antonio de la Maza que Trujillo viajaría a San Cristóbal, lo que motivó a De la Maza a convocar una reunión de los conjurados disponible­s en la capital para tratar de llevar a cabo sus ideas. También Báez Díaz le comunicó a su primo Modesto Díaz los planes de Trujillo y este le transmitió la noticia a Luis Amiama Tió.

A las 7:00 de la noche, el teniente Amado García Guerrero fue a la casa de Modesto Díaz y le confirmó que “el hombre” iba esa noche a su suelo natal. Además, llamó a Roberto Pastoriza, otro de los conjurados.

Antes de emprender el recorrido hacia la hacienda Fundación, estando aun en la estancia Radhamés, Trujillo instruyó a su chofer Zacarías de la Cruz para que una vez concluyera su caminata nocturna viajaran a San Cristóbal.

Luego, a las 8:00 de la noche, Trujillo visitó a su madre, Julia Molina, en su residencia ubicada en la avenida Máximo Gómez, esquina México. Desde allí caminó hacia el malecón hasta llegar al obelisco, acompañado de varios colaborado­res.

Paralelame­nte, Miguel Ángel Bissié fue a la casa de Antonio de la Maza, con las armas en el baúl del carro. También Pedro Livio Cedeño llegó a la morada de Tomás Díaz y le pidió a la señora Chana de Díaz que le buscara la pistola de su esposo y le comunicó que el hombre iba para San Cristóbal.

A las 8:25 p.m., los conjurados se encontraba­n en la autopista, actualment­e conocida como 30 de Mayo. Ahí se repartiero­n las armas, se distribuye­ron en tres automóvile­s y se ocultaron a la espera del momento.

Tenían que aguardar todavía. A las 9:15 de la noche Trujillo se preparaba para salir. Antes de partir, visitó a su hija Angelita, en la mansión ubicada en la avenida Máximo Gómez, donde se encuentra el Teatro Nacional.

A las 9:30 p.m., los complotado­s se mantenían en ascuas esperando el instante decisivo, pero “El Jefe” seguía demorándos­e. Sin embargo, diez minutos más tarde, Trujillo salió de la residencia de su hija, abordó su Chevrolet Bel Air y enrumbó a su residencia campestre de San Cristóbal. Tomó la ruta esperada. Al acecho, los conjurados observaron el auto cuando cruzó frente al imponente Teatro Agua y Luz y se dispusiero­n a atacarlo. Al fin había llegado la hora.

A las 10:00 de la noche, Antonio de la Maza hace el primer disparo, “que impacta en el cuerpo del dictador; luego le sigue Amado García Guerrero. En breve, los tiranicida­s se enfrascan en un combate a tiros con Zacarías de la Cruz, que dura unos diez minutos”, narra Balcácer.

Arturo Espaillat, tras escuchar el tiroteo, se acercó a la escena, pero fue conminado por su esposa a retirarse y regresar a la ciudad. En el ínterin, Huáscar Tejera y Pedro Livio Cedeño se sumaron al ataque al escuchar los primeros disparos.

A las 10:10 p.m., Trujillo estaba muerto, pese a la resistenci­a que él y su chofer Zacarías hicieron durante el ataque y que ocasionó heridas en algunos de los conjurados.

Diez minutos después, Tejeda se encontró con Pastoriza y le dijo: “Trujillo es historia”. Ambos se marcharon en el carro en que iba Huáscar y dejaron abandonado el Mercury, de Salvador Estrella Sadhalá.

A las 10:20 p.m., Pastoriza ayudaba a De la Maza a colocar el cadáver de Trujillo en el baúl del Chevrolet negro y regresaron a la ciudad.

En el interregno, Espaillat se trasladó a la residencia del general Román Fernández y le informó que Trujillo había sido víctima de un atentado.

El chofer de Trujillo, herido, fue ayudado por moradores de la zona. A bordo de un carro público fue conducido al hospital militar Dr. Marión.

A las 10:30 de la noche, el jefe del Servicio de Inteligenc­ia Militar (SIM), coronel Roberto Figueroa Carrión, fue informado de que algo grave le había sucedido a Trujillo y se comunicó con Johnny Abbes García, director de Radio Caribe y virtual jefe del temido SIM.

A las 10:40 p.m., el cadáver del tirano fue llevado en el baúl del Chevrolet negro al patio de la residencia del general Juan Tomás Díaz. El vehículo era conducido por Antonio Imbert Barrera, quien estaba acompañado por De la Maza, Estrella Sadhalá y Cedeño, quien fue herido durante el ataque.

Diez minutos más tarde, llamaron desde el hospital a la residencia del coronel Luis José León Estévez, esposo de Angelita Trujillo, y le informaron que el chofer se encontraba herido y que el suegro había desapareci­do.

Después de acudir al hospital Dr. Marión, León Estévez, en compañía de su suegra María Martínez, se dirigió a la Casa de Caoba, en San Cristóbal, con el propósito de averiguar en persona sobre el paradero de Trujillo.

A las 12:00 de la medianoche, el coronel León Estévez se comunicó telefónica­mente con su cuñado Ramfis Trujillo, quien entonces se hallaba en París, Francia, y le informó que algo grave había sucedido y que debía regresar de inmediato.

El hijo se dio cuenta de la gravedad de la situación: habían matado a quien había gobernado durante tres décadas el país.

“Se trató, más bien, de una conspiraci­ón cuidadosam­ente organizada e integrada por personas no alineadas con organizaci­ones políticas adversas a la tiranía, a quienes les tomó casi tres años llevar a feliz término su proyecto” Juan Daniel Balcácer Historiado­r

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AGN El dictador Rafael Leónidas Trujillo, durante una ceremonia.
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Teniente Amado García Guerrero.

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