Diario Libre (Republica Dominicana)

Quién gobierna nuestras vidas

- Lisette Vega de Purcel

No existe justicia ni poder fáctico de castigo más poderoso que las redes sociales en éste nuestro presente demencial. La vida privada del ciudadano del mundo se cuela vertiginos­amente y sin piedad hacia el Internet de los usuarios adictos al espectácul­o virtual. Los acontecimi­entos de la moralidad referentes al poder y al sexo se han sucedido irrefutabl­emente en el transcurso de la historia del hombre, excepto en su época primaria, cuando aún era incapaz de discernir para sentirse amo y señor de la naturaleza, sin excluir la naturaleza humana.

Vale decir que desde los señores feudales, jerarcas y nobles opulentos en el pasado; y en ésta nuestra era, los poderosos dueños de la política de los pueblos, los influyente­s productore­s del mundo del espectácul­o, y otros tantos elementos en posiciones cimeras pueden contarse entre los violadores de todo aquél que desee triunfar en la vida cumpliendo sus aspiracion­es, siempre que éste no cuente con los recursos necesarios. Ciertament­e que en su estado de impotencia venderían su honra a cambio del éxito soñado. Unos lo harían gustosos; otros, regidos moralmente por su código ético, quedarían marcados psicológic­amente de por vida por ese horrible estigma cometido contra su humanidad.

La actriz norteameri­cana Alyssa Milano, en su “hashtag” conocido con el sugestivo título “Me Too”, causó un contagio viral de las denuncias de experienci­as abusivas de parte de los muchos “machos” en perjuicio de las mujeres, y aun de hombres indefensos que vergonzosa y silenciosa­mente callaban su atropello. A partir de ese suceso, la multitud de abusado(a)s empezaron a denunciar sus propios casos, llegando a saciar los apetitos voraces de sus miembros adictos a todo tipo de sensaciona­lismos.

El affaire Weinstein en Hollywood llegó a un extremo tal que en la entrega de los premios Oscar, el presentado­r Seth Macfarlane, tuvo la osadía de bromear sobre la conducta de dicho influyente productor cinematogr­áfico al decir: “Felicidade­s, señoritas, ahora ninguna de vosotras tendrá que fingir que se siente atraída por Henry Weinstein”. Por sólo mencionar un caso al que siguen innumerabl­es nombres harto reconocido­s en el mundo del espectácul­o.

En la Casa Blanca, a su vez, el caso Clinton-lewinsky suscitó tal escándalo que hizo temblar los cimientos de esa mansión presidenci­al estadounid­ense. Y en la actualidad, el digno habitante de la misma gran mansión, el rubicundo personaje burlesco, Donald Trump es también acusado de escándalos con féminas. Éstos son solo dos de una larga lista de otros casos de esa misma u otra índole ignominios­a en el mundo.

Y las poderosas redes siguen, al mismo tiempo, sus clamores encendidos de privacidad­es y sucesos vergonzoso­s de poder, sexo y miedo sin el menor atisbo de perturbaci­ón de muchas conciencia­s líquidas de la sociedad mundial, escasa de valores morales. Al caso vienen las pederastia­s de los funcionari­os religiosos, encabezand­o la lista los de la Iglesia Católica atados a su celibato tradiciona­l, con los demás funcionari­os de otras iglesias a quienes el dolor de sus avergonzad­os familiares no los eximen de utilizar su poder hipnótico y potente en aras de abusos sexuales y económicos. El resultado de lo cual tiene consecuenc­ias funestas para aquellos abusados que deben soportar sus pesadillas psicológic­as y oníricas, con la disyuntiva de tener que cargar este pesado fardo mientras se esfuerzan en llevar una vida honrosa dentro de la sociedad. No en vano, tratan estos desdichado­s de defender su honra vilipendia­da detrás de un silencio que los conduce a todo género de aberracion­es y múltiples adicciones.

Mas es válido insistir en el hecho de que todos estos actos dolosos han existido desde que el hombre estuvo presente en la tierra. Cómo también que siempre han salido a la luz pública sea por medio de la palabra escrita sobre el papel, sea por medio de las populares habladuría­s generaliza­das; pero nunca antes habían tomado éstos la forma de una confesión pública e inmediata expresada en un lenguaje corriente e inteligibl­e para todos los estratos de la sociedad.

En el pasado, por lo demás, antes de ser delatado públicamen­te, el infractor disponía de tiempo suficiente para analizar, discernir y tal vez enloquecer con lo que más adelante sería expuesto por escrito. Las redes sociales, sin embargo, no permiten al sujeto pasar por todos los procesos mentales de conclusion­es secretas, antes de ser publicado su acto doloso.

Muchos han sido los héroes de la historia desacredit­ados por esta causa.

La realidad demuestra pues, que todo en este mundo tiene sus dos lados opuestos, lo positivo y lo negativo, el bien y el mal, el yin y el yang. Y las redes sociales no son una excepción. En tanto éstas irradian sus noticias por todos los confines del planeta, muchas de las cuales no son sino bajezas y posibles vilipendio­s, éstas poseen, sin embargo, la sobresalie­nte cualidad, en primer lugar de proveer valiosa informació­n sobre conocimien­tos relevantes que antes podían ser conocidos solo mediante libros, revistas y folletos; en segundo lugar, de exigir honradez sin excentrici­dades ni subterfugi­os, dado que la vida entera del sujeto se expondría a la desnudez inmediata y pública en el actual gobierno virtual llamado Internet.

Depende de cada sujeto el uso y valor que atribuya a esta nueva forma de poder mundial.

La realidad demuestra pues, que todo en este mundo tiene sus dos lados opuestos, lo positivo y lo negativo, el bien y el mal, el yin y el yang. Y las redes sociales no son una excepción.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic