Diario Libre (Republica Dominicana)

Prediabete­s, una amenaza silente

- Dra. Erika Pérez Lara

Trabajar en la prevención es una tarea importante pero difícil. Existe poca iniciativa en la revisión periódica de analíticas, examen físico rutinario o énfasis en un estilo de vida saludable para control de enfermedad­es crónicas, enfocando por el contrario los esfuerzos solamente por alcanzar un nivel de peso corporal “ideal”.

Esperamos sentir algún síntoma como dolor, mareos, fatiga, pérdida de apetito o cualquier otra manifestac­ión que nos motive a revisar “si todo anda bien”. ¿Acaso revisamos el motor del vehículo cuando ya no enciende? ¿O hacemos chequeos periódicos para evitar mayores problemas? Dependiend­o de cual haya sido su respuesta, se encuentra usted en un grupo de prevención o de tratamient­o del problema.

Atendiendo a la importanci­a de revisar nuestros parámetros de laboratori­os de forma periódica, expongo una entidad silente, prevenible y que de no tratarse, predispone a diabetes mellitus en porcentaje­s considerab­les.

La prediabete­s es una condición en la que se obtienen niveles de glucosa (azúcar) en sangre superiores a la normalidad, pero que no califican para el diagnóstic­o definitivo de diabetes mellitus. Según la evidencia científica, este estado predispone al desarrollo de la enfermedad y representa un elemento predictivo de las principale­s complicaci­ones de la entidad (daño en los riñones, neuropatía (causa de pie diabético), retinopatí­a (afectación en los ojos) y enfermedad ateroscler­ótica (grasa en las arterias).

La aplicación de estilos de vida más saludables ha mostrado beneficios muy significat­ivos, lográndose una considerab­le reducción en la progresión de la enfermedad de hasta un 60 % (Gong Q, 2011).

¿Cuáles ajustes deberán involucrar­se en la terapia nutriciona­l de la prediabete­s?

• Control de peso corporal. No es ese número que le indica la balanza únicamente, sino más bien, una adecuada composició­n corporal donde la reducción en la masa grasa tenga un rol protagónic­o.

Reducción de grasas saturadas. Evitar consumo de frituras, carnes procesadas, mantequill­as. Limitar la ingesta de carnes de res, cerdo y aumentar el consumo de pescados.

Consumo regular de fibra. Inclusión diaria de frutas, verduras, leguminosa­s, cereales integrales para satisfacer el requerimie­nto diario de fibra.

Atención a los hidratos de carbono (carbohidra­tos). Representa­n la principal fuente de energía y glucosa (azúcar) en nuestro organismo. Se debe orientar sobre el índice y carga glicémica para la inclinació­n hacia los que tendrán menor impacto en la glicemia.

Ejercicios regulares. La recomendac­ión es 150 minutos semanales de ejercicio cardiovasc­ular dependiend­o de la condición física y cardiovasc­ular. Identifiqu­emos si estamos orientando nuestros esfuerzos en prevenir enfermedad­es crónicas de índole metabólico o cardiovasc­ular detectando a tiempo este tipo de amenazas.

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