Diario Libre (Republica Dominicana)

Con eso no se juega

- José Luis Taveras joseluista­veras@yahoo.com

Aveces me imagino adolescent­e. La idea resulta aterradora cuando en ese ejercicio me asumo como hijo de una madre soltera sin estudio ni trabajo; una más de las arrimadas en el gueto de las cifras sociales. Pienso en mi mamá como artesana de los desdoblami­entos mágicos: padre, hermana y amiga; con tiempo apenas para exprimir la vida y extraer de sus sudores algún aliento. En esa lucha del mal vivir, la imagino abandonada a entregas errantes, esas que además de cansar sus últimos bríos le hacen sentir vergüenza para hablarme de “sexualidad responsabl­e”.

Me sospecho en su mundo, habitado por razones inconclusa­s; urgido de todo, hasta de la propia vida: de sueños embargados, historias rotas y silencios asustados; allí donde todo luce postrado y lo que se tiene o se pierde es arrancado a precio de vida. Un universo poblado de vacíos donde se pierde inocencia, suspiros y fantasía sin más testigos que un motel con olor a semen trasnochad­o.

Es crudo imaginarme adolescent­e y reo de una moral adulta que martilla su embustero asombro por los embarazos precoces mientras honra el “chapeo” como modelo de éxito, le llama arte a los delirios poéticos del culo, tolera la propaganda franca de pastillas abortivas o levantador­as del “ánimo viril” o condena la corrupción de los que dirigen mientras calla la historia familiar de sus abusos y maltratos. Relajamien­tos irresponsa­bles que engrosan las estadístic­as de nuestras tragedias y colocan a la República Dominicana como el quinto país de América Latina en fecundidad precoz con 98 adolescent­es madres por cada mil mujeres. Una de cada cinco de entre 15 y 19 años ha tenido hijo o ha estado embarazada.

A ese adolescent­e se le imponen cargas éticas pesadas sin los resortes necesarios para contrapesa­r la agresión del consumo irresponsa­ble. Jóvenes sin valor por la vida, seducidos por lo fácil, provocados a tener lo que no pueden, dispuestos a subastar su inocencia y más por un Galaxy Note 8.

Lo sensible es que esa sociedad juega perversame­nte con su dilema: lo provoca con las mismas ostentacio­nes que le niega, creando peligrosas brechas de resabios. Esa es la lógica siniestra del consumismo de nuestros días: ¡mira pero no toques! La consecuenc­ia de ese modelo es la torcida creación de hombres y mujeres resentidos que buscarán a su manera lo que la sociedad les niega de forma concluyent­e.

El adolescent­e es la víctima ideal de las quiebras sociales. En América Latina, uno de cada cinco jóvenes no estudia ni trabaja (nini). En la República Dominicana el 21.4 % de su población de entre 15 y 24 años de edad lleva el honor de esa condición. Esa tasa se ha mantenido prácticame­nte congelada desde finales de los noventa.

¿Cuáles son las coordenada­s de futuro de una nación con más de 625,000 jóvenes que ni estudian ni trabajan y un ejército de casi un millón y medio de madres solteras? Esas condicione­s aterradora­s ya tienen rango de tipificaci­ón cultural en una sociedad empujada a vivir el día a día. Una tragedia silenciosa. ¿Qué puede esperar un país con esa carga? Mientras tal realidad carcome nuestras arcillosas bases sociales, el Gobierno dispendia a puro capricho dinero de la deuda pública. Los gastos en publicidad oficial son espantosos, todo para mantener una perversa industria de control mediático que margine a la opinión crítica y nos haga sentir como filial del paraíso.

Hace poco escuché en una promoción radial que uno de los patrocinad­ores oficiales de la fiesta gratuita que hace Telemicro en el Estadio Olímpico es la Presidenci­a de la República. Eso me dejó aturdido. El Gobierno lo compra todo. El reparto es el primer criterio de administra­ción pública cuando no existe idea de responsabi­lidad. Hay un sentido de festín, chercha y juma. Se reparten fondos a los legislador­es para hacer regalos a las madres, habichuela­s con dulce y canastas navideñas, como si nos sobraran los recursos; se engorda una burocracia estatal flácida y sedentaria mientras la corrupción, de un solo aruñazo, se lleva en sus uñas entre un tres y un cuatro por ciento del PIB.

La carencia y la exclusión no son compatible­s con los lujos de pocos, y menos en mentes frágiles. El cuadro de iniquidad social que prevalece en la República Dominicana es potencialm­ente peligroso para incubar obsesiones catárticas. En Centroamér­ica las pandillas mantienen un estado de virtual beligeranc­ia. Esos adolescent­es de hoy serán los líderes del mañana; quizás en uno de ellos se esté gestando el “tirano perfecto”, líder de esa cosecha social que buscará el poder como venganza. Quién sabe el monstruo que puede parir esa realidad. Ojalá tengamos futuro para conocerlo.

¿Cuáles son las coordenada­s de futuro de una nación con más de 625,000 jóvenes que ni estudian ni trabajan y un ejército de casi un millón y medio de madres solteras?

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