Diario Libre (Republica Dominicana)

Insatisfac­ción ciudadana e institucio­nes para el desarrollo

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

«La confianza de los ciudadanos en las institucio­nes públicas, tradiciona­lmente baja en ALC [América Latina y el Caribe], se ha deteriorad­o en años recientes. […], de modo que la proporción de la población latinoamer­icana que tiene poca o ninguna confianza en los gobiernos alcanzó niveles cercanos a un 75% en 2017 (Latinobaró­metro, 2017). Esto representa una caída de confianza de casi veinte puntos porcentual­es con respecto a 2006. En 2016 solo un 24% de los latinoamer­icanos dijeron tener confianza en la honestidad de las elecciones (en comparació­n con 46% en los países de la OCDE); apenas 15% creían que la corrupción no estaba extendida en el gobierno […]». Perspectiv­as Económicas para América Latina 2018, Ocde/naciones UNIDAS/CAF/UE

Alos gobiernos latinoamer­icanos se les hace cada vez más difícil retener el poder mediante elecciones que sean realmente limpias. Los recientes casos de Venezuela y Nicaragua son un buen ejemplo de lo que es capaz de hacer un gobierno dictatoria­l – apariencia democrátic­a–, cuando es acorralado por el repudio popular. El temor a la justicia está induciendo a los gobernante­s que se han apartado del cumplimien­to de sus deberes institucio­nales a buscar mecanismos de retención del poder reñidos con la transparen­cia que requieren los procesos democrátic­os.

Y no es para menos. Se hace cada vez más común que jefes y exjefes de Estado sean llevados ante los tribunales de la justicia para que respondan por violacione­s al ordenamien­to jurídico, incluidos los sobornos y el desfalco de los fondos públicos. Esto ha sido posible, por un lado, por la presión que grupos de la sociedad civil ejercen sobre los estamentos institucio­nales encargados de hacer cumplir la ley y, por otro lado, por el descontent­o generaliza­do de una ciudadanía cada vez más insatisfec­ha con el comportami­ento de una gran parte del liderazgo político. Ese descontent­o tiene mayor transcende­ncia debido al rol que juegan las redes sociales y a la posibilida­d que tiene cualquier ciudadano de ventilar su insatisfac­ción de manera que sea socialment­e compartida.

Por tales considerac­iones, no es extraño que un informe de perspectiv­as económicas de América Latina para el presente año –elaborado por la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), Naciones Unidas y la Unión Europea– haya puesto el foco de su interés en la necesidad que tiene la región de repensar el papel que deben jugar las institucio­nes para lograr el desarrollo económico. Es necesario este replanteam­iento, argumenta el informe, por el creciente descontent­o de la ciudadanía con la gestión pública y lo atribuye, en parte, al crecimient­o de la clase media en América Latina.

La razón de esto es que el crecimient­o de la clase media está asociado, de acuerdo con el citado informe, “con la incertidum­bre [de este grupo socioeconó­mico] de volver a caer en la pobreza como consecuenc­ia de un revés económico, dada la precarieda­d de su situación económica y laboral. En conjunto, las mayores expectativ­as, a menudo insatisfec­has, de la clase media consolidad­a, la inestabili­dad de la clase media vulnerable, y el alto porcentaje de la población que aún vive en la pobreza, constituye­n fuentes de inquietud e insatisfac­ción entre la ciudadanía.” Es oportuno hacer notar que la definición de “clase media consolidad­a” (quienes reciben entre 10 y 50 dólares diarios) que utiliza el informe podría incluir, para el caso dominicano, a quienes tienen un ingreso que ni siquiera le permite adquirir la canasta básica familiar. Es en base a esa definición que la clase media en República Dominicana creció diez puntos porcentual­es entre el 2005 y el 2015. Aun con esta definición laxa de clase media, el 70% de la población dominicana se clasifica como vulnerable o como pobre.

Pues bien, una clase media en crecimient­o, con aspiracion­es y temerosa de caer de nuevo en la pobreza, se constituye, razona el informe, en un factor que demanda mayor democracia y un mayor cumplimien­to por parte de los gestores públicos, tanto en lo que refiere a las promesas electorale­s como al ejercicio ético de la función pública. Mayores exigencias ciudadanas y la frustració­n que genera el incumplimi­ento de las institucio­nes públicas han ido profundiza­ndo la desconexió­n entre la ciudadanía y el poder político, generando un descontent­o que de acuerdo con el informe ha alcanzado niveles alarmantes.

Una profundiza­ción de ese distanciam­iento puede llevar a una crisis político-institucio­nal; por lo que se hace necesario “repensar las institucio­nes para construir un nuevo vínculo entre el Estado, los ciudadanos y el mercado, que promueva las sinergias y fortalezca las interaccio­nes entre los tres, situando las exigencias y el bienestar de los ciudadanos en el centro”. Nada de esto es posible si no se realizan las necesarias reformas institucio­nales que promuevan “economía (el mercado) que brinde a todos más y mejores oportunida­des, en particular a través de mayores ingresos y mejores empleos; y para promover Estados que presten buenos servicios y cumplan sus funciones de manera eficiente, confiable, abierta e innovadora”.

Teóricamen­te, todos pudiéramos estar de acuerdo con esos planteamie­ntos de la OCDE y demás institucio­nes participan­tes en el informe; el problema es, además, de orden práctico: ¿cómo desmontar un sistema que ha sido mayormente levantado sobre la base del truco, el engaño y la corrupción institucio­nal? ¿Tiene la sociedad vías institucio­nales para resolver sus graves problemas en un país con institucio­nes disfuncion­ales? ¿Puede la democracia simulada generar democracia real? Quizás el pesimismo sea una forma de resignació­n ante una realidad que cambia… para seguir siendo lo mismo…

Mayores exigencias ciudadanas y la frustració­n que genera el incumplimi­ento de las institucio­nes públicas han ido profundiza­ndo la desconexió­n entre la ciudadanía y el poder político...

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