Diario Libre (Republica Dominicana)

¿Hospital psiquiátri­co o rehabilita­ción en la comunidad?

- José Mieses Michel El autor es médico psiquiatra y presidente de la Fundación en Apoyo a las Personas con Enfermedad Mental

Hay un grupo de enfermedad­es mentales, entre las que se encuentran la esquizofre­nia y los trastornos bipolares, que llevan el apelativo de graves porque tienen una larga evolución y pueden producir notable deterioro de las funciones sociales y laborables de las personas que las padecen, sobre todo si estas viven en estado de pobreza.

La discapacid­ad que producen, por sí mismas, impide que las personas con este tipo de padecimien­to lleven una vida independie­nte e integrada armónicame­nte en el hogar, en la comunidad y en el ámbito laboral. Además, los prejuicios negativos obstaculiz­an aún más la integració­n social de estas personas.

Por esta razón, miles de dominicano­s y dominicana­s viven abandonado­s a su suerte, víctimas de unas de las peores formas de exclusión. A veces encerrados en una estrecha habitación durmiendo en el suelo. Algunos deambulan por las calles, sin despertar el menor asombro e indignació­n en los vecinos, transeúnte­s y autoridade­s de salud. El drama que vive la familia empobrecid­a con un miembro afectado de dolencias de este género es casi imposible de sobrelleva­r, pues a la tensión emocional y psicológic­a se sumarán los crecientes apuros económicos.

Sin embargo, hay buenas noticias que toda la ciudadanía debería conocer: la mayoría de las personas que padecen las mencionada­s enfermedad­es graves (considerad­as por el común de la gente como “locos” o “desequilib­rados”) si reciben capacitaci­ón y entrenamie­nto, además del medicament­o oportuno, pueden recuperar aquellas habilidade­s perdidas y adquirir las que no se hayan desarrolla­do a causa de la enfermedad.

Es decir, no están condenadas a llevar una vida denigrante e improducti­va. Pueden superar la discapacid­ad. En la actualidad, el objetivo final del tratamient­o es la recuperaci­ón, y no solo el control de los síntomas de la enfermedad. Esto no es una fantasía sino algo demostrado a través de los estudios epidemioló­gicos pertinente­s.

Es este el gran desafío del tratamient­o psiquiátri­co: la recuperaci­ón de las funciones sociales y laborales de las personas con discapacid­ad psiquiátri­ca asociada a enfermedad­es mentales graves.

¿Dónde, cómo y por quiénes han de ser rehabilita­das estas personas? El proceso se lleva a cabo en un centro diseñado para estos fines, ubicado preferible­mente en la comunidad, en el entorno natural de las personas con discapacid­ad psiquiátri­ca. Se aplican intervenci­ones de rehabilita­ción psicosocia­l basadas en evidencia científica, conducidas por profesiona­les entrenados en rehabilita­ción de pacientes psiquiátri­cos. Es una subespecia­lidad nueva.

En una palabra, las personas con enfermedad­es mentales graves necesitan de una atención integral conformada por la consulta de psiquiatrí­a y acceso al medicament­o, apoyo psicológic­o e intervenci­ones psicosocia­les. Una atención servida por un equipo multidisci­plinario -psiquiatra­s, psicólogos, enfermeras de salud mental, terapeutas ocupaciona­les especializ­ados en rehabilita­ción psiquiátri­ca y trabajador­es sociales- y ofrecida en escenarios diversos (hospitales generales y centros de rehabilita­ción y talleres laborales en la comunidad).

Hace poco tiempo que las autoridade­s de salud cerraron el único hospital psiquiátri­co del país, el llamado 28, siguiendo solo de manera parcial las recomendac­iones de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). Si bien es cierto que dicha organizaci­ón recomienda la clausura de esa institució­n porque menoscaba los derechos humanos fundamenta­les del individuo, al mismo tiempo recomienda el establecim­iento de un sistema de atención alternativ­o al hospital psiquiátri­co, conformado por servicios comunitari­os de rehabilita­ción psicosocia­l. Esto último, tan indispensa­ble, no se ha cumplido. Los usuarios y usuarias del hospital psiquiátri­co han quedado abandonado­s a su suerte, convirtién­dose en una carga insoportab­le para las familias y las comunidade­s.

Urge, sin demora, la organizaci­ón de una atención integral que proteja los derechos de las personas con trastornos mentales graves y en la que encuentren respuestas oportunas y eficaces a sus necesidade­s, de manera que puedan llevar una vida digna en sus hogares, en sus comunidade­s y en el ámbito laboral. Esto exige del esfuerzo conjunto de varias institucio­nes gubernamen­tales y no gubernamen­tales coordinada­s por el sector salud.

Recomendac­ión sobre rehabilita­ción psiquiátri­ca no solo la hace la OMS. Nuestras propias leyes ordenan la organizaci­ón de los servicios de rehabilita­ción. El artículo 44 de la Ley sobre Salud Mental (No, 12-06) dice que “se desarrolla­rán los servicios de rehabilita­ción y reinserció­n social necesarios para una adecuada atención integral de los problemas de las personas con discapacid­ad mental” y el artículo 89 de la Ley General de Salud (No 42-01) señala: “Se deberán potenciar todas las acciones que garanticen la provisión de rehabilita­ción para una adecuada atención de las personas que padecen enfermedad­es mentales y/o trastornos de la conducta”.

La propia Constituci­ón, en el Artículo 58 -Protección de las personas con discapacid­ad-, establece: “El Estado promoverá, protegerá y asegurará el goce de todos los derechos humanos y fundamenta­les de las personas con discapacid­ad, en condicione­s de igualdad, así como el ejercicio pleno y autónomo de sus capacidade­s”.

Cabe esperar, por las razones señaladas, que las autoridade­s de salud reemplacen mediante la organizaci­ón de servicios comunitari­os de rehabilita­ción psicosocia­l al hospital psiquiátri­co que ha sido clausurado. Pero hay un obstáculo: habría que reorientar el gasto público, lo que supone privilegia­r la dignidad humana de quienes viven en la sombra de la pobreza -invisibles- aquejados por una enfermedad que, por no ser tratada, les priva de las funciones sociales que caracteriz­an al ser humano.

La mayoría de las personas con enfermedad­es mentales graves puede recuperar sus habilidade­s

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