Diario Libre (Republica Dominicana)
Cosas del destino
A DECIR COSAS
de caña alimentada de sol y, sobre todo, de gente noble de la que gana el pan con el sudor de la frente. Se acomodaba esa totalidad en un relato fílmico denso y de calibre alto, capaz de aprisionar en el intento la realidad de los dos países que se hermanan en geografía e historia en La Española.
Era el estreno en tierras españolas, enmarcado en la V Muestra de Cine Dominicano, de Flor de Azúcar, la apuesta criolla para los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Dirigida y producida por Fernando Báez Mella, este filme eleva la cota de calidad en el renacimiento dominicano del séptimo arte a cargo de talentos como Ernesto Alemany, Héctor Valdez, Tatiana Fernández, Tito Rodríguez y Laura Amelia Guzmán, entre otros, quienes también dejan huellas memorables. Poco a poco, una hornada de cineastas nativos explora otras rutas de expresión artística en la pantalla grande, a distancia creciente de la banalidad, las comedias penosamente localistas y la evasión como compañera inseparable de fines meramente comerciales.
Noche madrileña feliz porque la proyección alcanza la frontera estética con soltura y nos deja en territorio firme al abordar con maestría temas de siempre; como el amor, el drama de la familia rota por razones ineludibles, la libertad, la pobreza y la marginalidad aneja... Fernando Báez Mella va más lejos y presenta el alma del país verdadero, el trascendente, el que encarna valores que animan la dominicanidad y se escapan con demasiada frecuencia —tanto como para preocupar—, empujados por la incivilidad y afanes cuestionables que atribuimos con ligereza a los tiempos. Empero, están ahí, inmanentes; preciso es rescatarlos para reencontrarnos en la nacionalidad bien concebida: la incluyente, libre de prejuicios, daltónica y sorda a los acentos.
Se apoya el director en uno de los mejores cuentos de Juan Bosch, La nochebuena de Encarnación Mendoza, para construir un guión en el que encaja sin necesidad de fórceps el drama de la inmigración ilegal haitiana y el ambiente angustiante de la dictadura trujillista, a finales de la década de los años cuarenta. Se cuida de conservar escrupulosamente las características esenciales de la literatura del maestro dominicano, sobre todo el énfasis costumbrista que abre una ventana hacia el ser nacional aherrojado en el entorno