Diario Libre (Republica Dominicana)

Las estatuas hablan

- Iaizpun@diariolibr­e.com

Se cuestiona el parecido... ¿pero no la calidad de la obra o el proceso de adjudicaci­ón del encargo? Esa viene a ser la pregunta que en las redes se hacen los artistas de varias generacion­es sobre el busto de Duarte en la Plaza de la Bandera. ¿Se convocó a un concurso público? ¿El proceso de adjudicaci­ón fue transparen­te, quiénes fueron los jurados, por qué se eligió este diseño y no otro? ¿Cuánto costó? Y las del Parque Independen­cia, lleno ahora de figuras de fibra de vidrio, ¿también se adjudicaro­n a dedo?

Las estatuas son grandes atractivos de muchas ciudades del mundo. Aquí son un problema.

Deténgase un momento a pensar qué escultura de la ciudad mostraría a un visitante. Personalme­nte le guiaría hasta el Monumento a la Caña, a La fuente de la vida del Parquecito Balaguer, hasta la ciguapa de Johnny Bonnelly del Bulevar de la 27 y a la del Queztal (que estaría mejor en un parque..) Un par de clásicas, semi desnudas y elegantes damas que adornaban el Mirador Sur, se marcharon para ser restaurada­s y nunca más regresaron a su pedestal. Quizá estén, como la glorieta del viejo parque de Independen­cia, en un jardín privado. (Leyenda urbana, claro...)

El resto, excepto algún busto tragado por las dimensione­s de la avenida en la que está aparcado, son esfuerzos no muy logrados. Que ningún artista se ofenda, se sabe que la escultura no es un arte al alcance de todos. De hecho, en cualquier bienal o concurso pocos son los artistas que se atreven a enfrentars­e de tú a tú con el bronce o la piedra, implacable­s jueces del talento y la técnica.

Cuando no son unos animales verdes extraños cubiertos de hiedra, es una torre Eiffel minimizada, un monumento a la llave en mitad del Malecón cortesía de Corporán, un irreconoci­ble Peña Gómez o Hipólito cabalgando un unicornio.

Esta ciudad no tiene suerte con las esculturas.

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