Diario Libre (Republica Dominicana)

¿Pagará con su silencio, señor presidente?

- José Luis Taveras joseluista­veras2003@yahoo.com

Su silencio, frío y metálico, señor presidente, tiene un único apellido y se llama Odebrecht, pero no por los sobornos, un apuro que ha forzado el despliegue de las carpas del circo; el espectácul­o censurado está por verse y créame que estamos pendientes de su actuación. Las coimas de Odebrecht fueron pagadas para recibir en contrapart­ida jugosas compensaci­ones. Para lograrlo, la constructo­ra empeñaba la voluntad de candidatos a la presidenci­a con perspectiv­as electorale­s auspiciosa­s a través del financiami­ento de sus campañas: contrataba y pagaba los servicios de Joao Santana (estratega de marketing usado por el Partido de los Trabajador­es de Brasil, de cuyo servicio derivó 50 millones de dólares en ese país) para así, una vez en el gobierno, recibir el pago de su “contribuci­ón” en obras públicas atribuidas a través de licitacion­es manipulada­s.

Lo siento, señor presidente, pero no hay manera de desdibujar el cuadro por más retoques surrealist­as que le den: no hubo cambios de matices ni texturas, ese fue el estándar operativo admitido por los ejecutivos de la firma brasileña en las campañas de Lula da Silva (2006), Dilma Rousseff (2010-2014), Hugo Chávez (2012), Nicolás Maduro (2014), Mauricio Funes (2009) y José Eduardo Santos (en el poder en Angola desde 1979). En su caso, el calco fue impecable, casi perfecto, quizás con “menudas” diferencia­s: usted, señor presidente, consintió que el centro mundial de sobornos de Odebrecht (departamen­to de operacione­s estructura­das) operara a pocas esquinas de su despacho; usted recibió la asistencia de Joao Santana para dos periodos; usted lo privilegió como contratist­a del Gobierno dominicano en desmedro de otras firmas locales sin considerar los groseros conflictos de intereses implicados; usted le pagó cientos de millones de pesos con dinero público y al amparo de códigos opacos de contrataci­ón; usted ni sus funcionari­os han aportado pruebas de las condicione­s ni procedimie­ntos de contrataci­ón; usted mantuvo abierta su cuenta sin considerar su apresamien­to en Brasil ni la dimensión del escándalo internacio­nal que ya despuntaba, que para colmo traía el infesto de sus propias campañas.

Se devela así la razón de su primer viaje al exterior como presidente electo, justamente a Brasil, visita que fue “aprovechad­a” por el propio presidente de Odebrecht, Marcelo Odebrecht, quien no dudó en acreditarl­o frente a la presidenta Dilma Rousseff a través de despachos electrónic­os del 5 y 6 de julio de 2012, dirigidos a sus asesores especiales, Giles Azevedo y Anderson Dornelles en términos inequívoca­mente claros: “Dada la importanci­a de nuestro trabajo en el país (República Dominicana), sería importante que la presidenta Dilma pueda en su próxima reunión con el recién electo presidente dominicano, fortalecer la confianza que tiene la Organizaci­ón Odebrecht para cumplir sus compromiso­s; la provisión de, a través del BNDES, para apoyar las exportacio­nes de bienes y servicios de Brasil, continuand­o con los proyectos de infraestru­ctura prioritari­os para el país”. Ahí se concibió su primorosa hija: ¡Punta Catalina!

El 8 de marzo de 2017, señor presidente, en una salida muy apurada, usted, ostensible­mente aturdido, declaró a la prensa: “A Joao Santana lo pagamos nosotros. El pueblo apoyó nuestra candidatur­a y el pueblo la financió”. Si aceptamos su hipótesis, entonces díganos ¿por qué no aparecen pagos a favor de las sociedades de Joao Santana en los estados financiero­s del Partido de la Liberación Dominicana en la Junta Central Electoral? Ahora se revela la verdad de su taimada “sinceridad” cuando a través de una solicitud de tres diputados, la Contralorí­a General de República certificó libramient­os hechos por el Gobierno dominicano a favor de las sociedades de Joao Santana por cientos de millones de pesos. Claro que fue el pueblo quien lo financió, pero no como su asesor electoral (eso lo pagó Odebrecht), sino como contratist­a privilegia­do de su despacho pagado con fondos de la hacienda pública. Así si es bueno.

Explíqueme, señor presidente: si Odebrecht no pagó los servicios de Joao Santana a sus campañas, ¿por qué en la cuenta bancaria de una de las sociedades de éste, Cine&art 2013 SRL, abierta en un banco de la República Dominicana, se declaran transferen­cias por un total de US$4,396,000.00 procedente­s de Perú hechas por una sociedad de carpeta vinculada al señor Gonzalo Eduardo Monteverde, socio local de Odebrecht en ese país, en una clásica operación de triangulac­ión financiera? ¿Por qué Hilberto Mascarenha­s Alves da Silva Filho, jefe del departamen­to de operacione­s estructura­das de Odebrecht declaró ante el Tribunal Superior Electoral de Brasil el aporte de fondos de Odebrecht a su campaña, hecho corroborad­o por los ejecutivos Fernando Migliaccio y Luiz Eduardo da Rocha Soares en sus deposicion­es ante el Tribunal Superior de Justicia de Brasil? ¿Por qué Joao Santana y Mónica Regina Cunha Moura admitieron ante el juez federal Sergio Fernando Moro, recibir fondos a través de la sociedad panameña Shellbil Finances, SA., con cuentas en el Banco Heritage de Suiza para las campañas que asesoraban en el exterior, incluida la de la República Dominicana? No nos subestime, señor presidente, no somos tarados ni asuma que todo el que escribe en este país lo hace por dar eco. Para colmo, esos vocinglero­s cobran de nuestros impuestos para arropar una de las tramas más siniestras de ocultamien­to de la historia.

¿Tiene usted una valoración tan pedestre de la inteligenc­ia social como para creerse liberado en un escándalo guisado al hervor de Punta Catalina? Explíqueno­s: si Punta Catalina fue la última obra construida por Odebrecht en su gobierno y para usted está “limpia”, ¿por qué durante los dos años (2012-2014) de su gobierno Odebrecht pagó algo más de la mitad de la suma total de los sobornos desde el 2001? ¿Para cuáles obras? ¿Para cuáles financiami­entos? ¿Quiénes han sido investigad­os? ¡Diga algo!, señor presidente.

Entiendo su silencio, porque no hay forma de hablar cuando las circunstan­cias son tan abrumadora­mente adversas. Creo que al menos ese contratiem­po le robó la intención de reelegirse que ya comenzaba a cosquillea­rlo. Pero no crea que eso es suficiente; tarde o temprano la verdad saldrá. ¡Júrelo! Lo que le queda es ir preparando su salida de manos de aquel candidato que le garantice un pacto seguro de indemnidad política y judicial. No suspire aún, señor presidente, las circunstan­cias, como fuerzas alucinadas y poderosas, a veces ponen las cosas en el lugar nunca esperado.

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