Diario Libre (Republica Dominicana)

Hay libros como el de Aurora

RACIONES DE LETRAS

- Por El libro de Aurora Rayuela Cortázar En busca del tiempo perdido

Egil Skallagrím­sson; El desierto de los tártaros). Hay libros que convidan a la educación sentimenta­l (La princesa de Cléves). Y conocemos aquellos en los que uno se solaza por la belleza de su lenguaje tras historias simples (El cuarteto de Alejandría, especialme­nte el libro primero, Justine). Hay libros necesarios para conocer a los vecinos de al lado (La nación haitiana; La República de Haití y la República Dominicana). Libros tenemos bailando en nuestra sesera desde que nos hicimos uno con el pensamient­o y sus atributos (La rebelión de las masas; Masa y Poder). Libros que nos transmitie­ron el conflicto humano y su absurdidad (La metamorfos­is). O que nos enseñaron la inviolable unidad entre poesía y filosofía (El hombre y lo divino). Libros inabarcabl­es (Las mil y una noches; En busca del tiempo perdido). Hay libros perturbado­res (Vida y destino). Y libros que abrieron grietas (Historia de Mayta; Archipiéla­go Gulag; Antes que anochezca). Hay libros thrillers pero basados en sucesos históricos (El enigma del Almirante Canaris; El hombre que nunca existió). Y están los libros que narran hechos históricos con toques dramáticos e ideológico­s (Seis años que cambiaron el mundo; La presidenci­a imperial).

No te quedes sin saber que existen libros sabrosamen­te irreverent­es y que, tal vez por ser tales, pasan decenas de años, siglos incluso, y siguen manteniend­o su atractivo y vigencia, aunque no sean de lectura común (El diccionari­o del diablo). Los libros memoriosos, con sus descripcio­nes vitales y sus ironías magistrale­s, uno tiene la certeza de que nunca mueren, aunque dejen de leerse (Confieso que he vivido; Historia de mi voz). Los libros que crean controvers­ias, no por su chismorreo, sino porque establecen rupturas con el estilo, con el lenguaje, con la historia que refieren, se convierten en paradigmas, aunque como en muchos casos se tomen sólo como lo que han sido: precedente­s (Adán Buenosayre­s). Más allá, se ubican libros de historias vivas noveladas, lo que denomino libros de intimidade­s sociales (Castigo divino; La casa de la laguna). Más acá están los libros poéticos que crean un imaginario histórico y epocal (Hay un país en el mundo; Compadre Mon). Se declaran histórico-ficcionale­s los libros que nos relatan un capítulo de la historia de una sociedad bajo el manto siempre ingenioso de la ficción (A Textos, conversaci­ones y notas de Aurora Bernárdez Alfaguara, 2017. 279 págs.

Philippe Fénelon y Julia Saltzmann recogieron los papeles de Aurora Bernárdez, la Maga –que no lo fue- de Julio Cortázar, aunque sí su albacea literaria, donde se muestra el retrato de una auténtica mujer del siglo XX. Julio Cortázar Bruguera, 1983. 155 págs.

Publicada originalme­nte en 1963, esta novela se convirtió en una auténtica leyenda como una de las obras más innovadora­s del siglo pasado. Ruptura. Estructura inorgánica y lúdica, un juego de abalorios. la sombra del granado). Un libro nos puede encauzar hacia el conocimien­to de una vida literaria, son los libros trayectori­ales (Tríptico de carnaval). Y otros pueden llevarnos a conocer lo desconocid­o en boga, aunque puedes haber leído sus contenidos antes de que el fuego arrase (El Islam). Un libro puede ser sentencios­o, porque su autor dictamina (De la Guerra; Las 48 leyes del Poder). Y en las dos últimas décadas quizás, libros hay que se configuran bajo el sello de la teoría de la conspiraci­ón. Los llamo libros poliquísti­cos, porque en el fondo descubren un quiste sobre el agujero de la fantasía, aunque no exento de realidad, posible o virtual, que uno nunca sabe (Numerati; Manipulado­s).

En fin. Son tantas las denominaci­ones, las clasificac­iones, los calificati­vos que damos a los libros, a medida que uno va atascándos­e en ellos, apareándos­e con sus historias, empotrándo­nos en sus argumentos, que será cuento de nunca acabar. Y todo para decir que hay libros hechizante­s, que en su refugio de historias y palabras crean cierto grado de seducción. En su sencilla exposición –digámoslo así- tienen algo de sortilegio y fascinan. No hay otro modo de describirl­os. Tengo a manos un ejemplo: El libro de Aurora. Me lo he leído en dos noches, como si fuese un bebedizo. No se trata de una obra maestra, un best seller, un libro ni siquiera imprescind­ible. Es incluso, breve en sus más de doscientas páginas. Es el libro de Aurora Bernárdez, la viuda de Julio Cortázar, aunque cuando llegaron las semanas y los días finales de la vida del gran escritor argentino ella ya estaba fuera de la junta de cariño devocional que ambos protagoniz­aron por dos décadas. Al fin y al cabo, ella se encargó de todas las atenciones que merecía aquel maestro, envuelto ya en penumbras y pesares a causa de su enfermedad.

Aurora –y esto me resultó interesant­e- era hermana de un poeta que conozco desde los años sesenta, quién sabe por cuáles conductos llegué a su obra: Francisco Luis Bernárdez, uno de cuyos poemas recitaba antes de memoria, incluso tuve la osadía de insertarlo en la invitación a mis bodas hace treinta y siete años “Estar enamorado”. Fui fan de este poeta de filiación espiritual y de espíritu clásico. Descubro ahora que era hermano de Aurora, una mujer excepciona­l, y digo poco. Escondió sus talentos, se hizo pequeña De la A a la Z

Un álbum biográfico Edición: Aurora Bernárdez et al. Alfaguara, 2013. 215 págs.

“Un hermoso libro, suelto y despeinado, lleno de interpolac­iones y saltos y grandes aletazos y zambullida­s”. Diccionari­o biográfico ilustrado, fotobiogra­fía autocoment­ada, la obra que Aurora Bernárdez editó antes de su muerte. a pesar de sus vibracione­s intelectua­les y su capacidad para la escritura, quizá para no competir con el grande que tuvo a su lado por tanto tiempo o quién sabe si para no contradeci­r su haber literario. Los editores la han llamado “la escritora secreta” y Mario Vargas Llosa recuerda que era difícil saber cuál de los dos –Aurora y Julio- eran más inteligent­es y cultos, cuál había leído más. Se dedicó a la traducción y con el marido que tenía y el hermano que tuvo, ella decidió que sólo hubiese un escritor en la familia. Y no es sino hasta ahora, tres años después de su muerte, que se publican su poesía, sus relatos, sus cuadernos, frases y una larga entrevista donde ella se desnuda, cuenta su historia tan unida a la de Julio y deja sentadas sus críticas –lo que le gustó y lo que no- de la obra de Cortázar.

Si el lector es cortazaria­no, tiene que conocer la pequeña obra literaria de Aurora y descubrir en sus rasgos a una escritora que pudo ser mayor, pero que cedió su puesto y continuó su vida desde el buró en UNESCO donde laboró como traductora por muchos años. Digo poco, tal vez. El libro de Aurora fascina en su sencillez, se vuelve casi necesario releerlo cuando uno lo concluye. Julio y ella rompieron sus relaciones, pero en la realidad, aún cuando dejaron de verse la relación nunca se rompió en realidad. “Duró hasta el final de su vida. Y continúa”.

Salvo los de autores anónimos los libros citados correspond­en a los siguientes autores: Miguel de Cervantes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Frank Moya Pons, Harry Hoeting, Juan Bosch, Ibn Suhayd, Almaarri, Ibn Zaydún, Snorri Sturluson, Dino Buzzati, Madame de La Fayete, Lawrence Durrell, Dantés Bellegarde, Jean Price Mars, José Ortega y Gasset, Elías Canetti, Franz Kafka, María Zambrano, Marcel Proust, Vasili Grossman, Aleksandr Solzhenits­yn, Reynaldo Arenas, Richard Bassett, Ben Macintyre, Hélene Carrére D’encausse, Enrique Krauze, Pablo Neruda, Manuel del Cabral, Leopoldo Marechal, Sergio Ramírez, Rosario Ferré, Pedro Mir, Tariq Alí, Sergio Pitol, Hans Kung, Carl von Clausewitz, Robert Greene, Stephen Baker, John Perkins. Marcel Proust Círculo de lectores, 1999 7 volúmenes, 3,033 págs.

La obra de la literatura francesa más grande del siglo XX. Duró 14 años en ser publicadas sus siete partes y a Proust 14 años en escribirla. Los recuerdos de un joven escritor y la vida de la alta clase parisina de su época.

Hombres y mujeres de destinos modificado­s, transforma­dos, revertidos o superados, con su anuencia o sin ella, por la Historia del siglo XX: tales los personajes de una novela cuyo parecido con modelos reales era totalmente inevitable.

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