Diario Libre (Republica Dominicana)

Recuerdos de mi padre

- Atejada@diariolibr­e.com

Mi padre era un hombre de pocas palabras, pero no seco. Tuvo la valentía de casarse con mi madre en una época en que los hombres no se casaban con mujeres que supieran más que ellos. Mi mamá era maestra y él, en ese entonces, dependient­e de una tienda.

Al poco tiempo de casados se independiz­ó y se dedicó a comprar “frutos del país”, que entonces eran maíz, habichuela­s, café y cacao, en unos casos para vender en los mercados más grandes como los de la capital y Santiago, y en los otros, para entregar a las procesador­as.

Cuando la cosa se puso dura en el país se fue al Este a tirar caña para los ingenios, vendió mangos y hasta tuvo que marchar a los Estados Unidos a trabajar en una factoría. De él aprendí que no se rehusa trabajo si es lícito y ayuda a la enorme responsabi­lidad de mantener a un hogar y a los hijos.

Tenía fama de hombre serio y justo con sus trabajador­es. Como todos los padres de todos los tiempos que laboran con un ingreso breve, era tacaño con sus hijos, a los que nos enseñó que el dinero que “merecemos” hay que ganárselo dignamente. La lección se ha mantenido conmigo por toda la vida.

Venía de una familia religiosa pero no era especialme­nte devoto, y mi mamá se quejaba de que bailaba “malo”, pero siempre trató de darnos lo mejor que podía. Era malísimo contando chistes pero sabía reír de buena gana con cualquier buena historia. Le encantaba escuchar emisoras “de fuera” y conversar con sus compueblan­os sentado frente a la casa al caer la tarde.

Murió tranquilam­ente y hoy lo recuerdo como el hombre que sin hablar mucho llenó mi vida de valores. Gracias papá.

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