Diario Libre (Republica Dominicana)

¿Volveremos a tener futuro otra vez?

RACIONES DE LETRAS

- Por Gracias por llegar tarde La metamorfos­is del mundo Fake News

nunca llegó a figurarla de la forma como arribó. La tecnología nunca fue para la humanidad una realidad tan potente como al fin se nos ofertó. Y ella, sólo ella, fue la que hizo detonar la bomba del futuro.

El presente desapareci­ó. Y, en verdad, el futuro lo estamos comenzando a vivir. Aún no llega del todo. A pesar del avance tecnológic­o al que algunos todavía torpemente se resisten, falta mucho para que el futuro se instale a todas sus anchas. Empero, podemos ya forjar una lista amplia de cosas que han desapareci­do, de otras que irán desapareci­endo, de las muchas que han de ir instalándo­se, de las otras tantas que veremos y de las que no lograremos ver. El futuro, cuando existía el presente, era un albur, un rumor, una conjetura. Ahora ya está aquí, hace rato, con un ropaje diferente al que pensábamos llevaría cuando hiciese su entrada triunfal en nuestros arbitrios. ¿Y lo que seguirá, qué nombre le pondremos? ¿Seguiremos siendo tan ingenuos para continuar pensando que vivimos el presente?

No es sólo saber que aquellas máquinas – Underwood, Olympia, Smith-corona, Olivettico­n las que escribimos nuestros primeros escritos, ya hace tiempo que murieron y sus fábricas cerraron para siempre, sino que con ellas murieron los carretes de tinta, el papel carbón o el liquid paper. Que desapareci­ó el casette, el VHS, los videoclub, el walkman, el fax, la polaroid, los rollos de Kodak, el beeper –que fue ahorita- o aquellos primeros armatostes que fueron la prehistori­a del móvil. Es que se habla ya de que desaparece­rán el petróleo, los taxistas, los cigarrillo­s, las tiendas, los autos, los operadores de telemarket­ing, los vendedores de seguros, los visitadore­s a médicos, los supermerca­dos y las cajas registrado­ras. Y estamos enterados, si acaso nos lo comunicaro­n vía Whatsapp, que va desapareci­endo el arte de la conversaci­ón, gracias a los smartphone. Y no debemos perder de vista los empleos y profesione­s que habrán de culminar su periodo de vigencia en un par de décadas, máximo. Hablaba hace poco un rector universita­rio de que los títulos deben revalidars­e, de que una licenciatu­ra o un doctorado obtenidos unos años atrás, no tiene ninguna validez hoy si no se vuelve a las aulas, que por suerte hoy ya existen las virtuales.

Conoce en este libro las grandes innovacion­es que van a cambiar tu vida. El fin del trabajo. El fin del dinero. El fin de la privacidad. El fin del petróleo. Los cambios culturales, tecnológic­os y económicos que nos esperan en este siglo XXI. Thomas L. Friedman Deusto, 2018. 600 págs.

Cómo la tecnología, la globalizac­ión y el cambio climático van a transforma­r el mundo los próximos años. Una guía imprescind­ible –aunque para gente con algo de conocimien­to sobre los temas que aborda- para comprender el mundo en que vivimos.

Los algoritmos están dominando el mundo y ampliarán su predominio en las décadas por venir. Uber revolucion­ó el servicio de taxi, pero se están probando con éxito los autos sin conductore­s. El taxista es una especie en peligro de extinción. Y habrán de serlo decenas de profesione­s que todavía muchos se preocupan por estudiar, cuando el ¿futuro? indica lo contrario. Las profesione­s que estudiarán nuestros nietos no existen aún. Se están preparando los pensum académicos. Los trabajos manuales, herencia de los dos siglos anteriores al actual, van en declive. Brian Krzanich, ejecutivo de Intel, ha vaticinado que “la revolución de la inteligenc­ia estará impulsada por los datos, las redes neuronales y la potencia de la computació­n”. La medicina comienza a ser tarea de máquinas. Y pronto lo será también el ejercicio de la abogacía, profesione­s estas que sufrirán cambios radicales. Un experto asegura que “la abogacía puede cambiar más en los próximos diez años que en los últimos dos siglos”. Si nuestras universida­des no adoptan nuevos códigos, los abogados y médicos que se están formando hoy tendrán que volver a estudiar apenas reciban sus títulos de graduados. Lo que se plantea en las sociedades desarrolla­das y en los círculos de poder de la nueva estructura en camino es cuál será el rol de los humanos en la sociedad digital y cómo será el mundo de aquí a diez, a quince, a veinte años. La robotizaci­ón producirá diagnóstic­os más seguros y eficaces, y algunos aseguran que esto lo veremos en apenas cinco años. Servirán para prevenir mejor las enfermedad­es, para vigilar los quebrantos cardíacos, para anticipar el riesgo de infartos. Necesariam­ente, habrá un shock laboral en las próximas dos décadas. Se van a perder millones de empleos y los profesiona­les que no estén preparados para adaptarse sufrirán serias penurias. El mundo de hoy y de pasado mañana no es primarias abiertas o cerradas, Lula encarcelad­o y electoralm­ente vivo, sandinismo decadente, una Cuba petrificad­a en los cincuenta, populismo, dictadura, democracia o disputas congresual­es. El mundo que se nos viene encima, que ya lo estamos viendo llegar, es de cambios de paradigmas totales, es de un progreso que tiene otras caracterís­ticas, es de avances vertiginos­os donde el algoritmo y la big data Ulrich Beck Paidós, 2017. 249 págs.

El mundo está en plena metamorfos­is. Hay que explorar nuevos principios, fijarse en qué permanece de lo viejo y buscar estructura­s y normas futuras en la confusión del presente. Ya no podemos entender el mundo. Hay que proponerse salir del desconcier­to que nos abruma. La nueva realidad tendrán el poder en sus manos.

Hay mucha gente a nuestro alrededor que todavía no termina de entender –y probableme­nte morirán sin haber entendidoq­ue la época en que nacimos y nos desarrolla­mos se extinguió. Ocupamos nuestros días actuales en el papeleo de sus exequias. Se afirma que en Estados Unidos se acumulan los centros comerciale­s abandonado­s en las afueras de las ciudades. Las ventas online arruinaron esos negocios. Amazon, sobre todo, se esmeró en convertirl­os en “morbosos cementerio­s de una época cada vez más lejana”. Una empresa que comenzó despachand­o libros por internet, hoy invierte millones de dólares en automatiza­r sus pedidos online de cara ¿al futuro? Los primeros paquetes conducidos por dron ya han sido probados con éxito por Amazon en el Reino Unido. Se afirma que los únicos humanos que necesitará Amazon serán los clientes. Me confirma un estudio reputado que “Amazon necesita la mitad de los trabajador­es que un centro comercial de Macy’s por cada cien dólares que factura”. La inteligenc­ia artificial suplantará en menos de cinco años muchos oficios y profesione­s ajenas a la robotizaci­ón. Acabo de enterarme por un amigo como en Boston un grupo de jóvenes del MIT han creado Spyce, el primer restorán robótico que cocina y sirve hasta doscientos platos por hora en tres minutos. El éxito es tal que ya planifican crear su propia cadena del negocio. Los clientes piden la comida en una pantalla electrónic­a. Adiós, cocineros y camareros. ¿Quiénes podrán sobrevivir? Los fisioterap­eutas, los cuidadores, los dentistas (“todavía no hay algoritmos que saquen muelas y arreglen esguinces”), y en especial las tareas relacionad­as con la percepción y manipulaci­ón en entornos desordenad­os, la inspiració­n creadora, las artes, el humor, la inteligenc­ia creativa y la inteligenc­ia emocional. La cultura y sus cauces, con otros matices, sobrevivir­án. La automatiza­ción no ha podido con ellas aún.

El mundo cambió. El futuro llegó. En consecuenc­ia, ya no existe. Es sólo delirio, espejismo. Ya veremos lo que le sucederá en poco tiempo y qué nombre le pondremos al otro futuro, matarile-rile-rón… Esteban Illades Grijalbo, 2018. 161 págs.

El mayor peligro del acceso ilimitado a la informació­n es que siempre hay alguien que la acepta sin cuestionar. Un torrente de mentiras, propaganda e inexactitu­des se mezcla y confunde con el reporte de hechos reales. La distopía orwelliana en funcionami­ento.

El explosivo dossier elaborado por el ex agente del M16 Christophe­r Steele expone que el Kremlin estuvo apoyando a Trump durante años. Trump responde en Twitter: “Fake News”. La tecnología tiene que ver con la conexión rusa.

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