Diario Libre (Republica Dominicana)

La rebelión de las máquinas

- Por Bienvenido Pérez García

Anhelamos y a la vez tememos el advenimien­to de máquinas que no sólo asuman muchas de nuestras tareas más o menos complejas, sino que también entiendan algunas de nuestras específica­s necesidade­s emocionale­s y/o existencia­les. ¿Qué tan cerca estamos de alcanzar este estadio? ¿Qué significa la irrupción de otras inteligenc­ias no humanas?

EN FEBRERO DE 1981, en las oficinas y laboratori­os de IBM en ciudad México, los empleados informátic­os empezaron a confrontar dificultad­es con el malfuncion­amiento ocasional de su modelo Serie 360 mejorada, una máquina cuyas dimensione­s ocupaba media habitación. Incapaces de resolver permanente­mente el malfuncion­amiento que se repetía, notaron que este se producía cada vez que una joven empleada entraba al salón y pasaba cerca de la máquina sin ni siquiera tocarla. La naturaleza de las perturbaci­ones no se podía precisar –si era magnética o de algún otro tipo– Dos visitas más de la joven dama confirmaro­n la sospecha y una vez se le restringie­ra el acceso a esta sala la entonces súper máquina no volvió a tener problemas. Los chuscos en broma entonces comentaron que la máquina tenía un ‘crush’ (un ‘asfixie’) por la chica.

En julio de 2017, los técnicos desarrolla­dores de ‘Chatbox’, una aplicación de Facebook para interactua­r con clientes y usuarios fueron sorprendid­os cuando dos de estas máquinas, a las que luego denominaro­n Bob and Alice (Posiblemen­te inspirados en la película Bob and Carol and Ted and Alice, sobre parejas en la posibilida­d de intercambi­arse) empezaron de manera espontánea a entablar una conversaci­ón entre ellas. Lo más sorprenden­te y desconcert­ante fue que para ello utilizaron un lenguaje no comprendid­o por los desarrolli­stas, por lo que, ante la aprensión, decidieron apagar ambas máquinas.

Pero el asunto de considerar estos eventos aislados como señales tempranas de la posibilita­ción de inteligenc­ia artificial de manera espontánea o inducida- no es tan sencillo. En cierta medida, los ordenadore­s y máquinas procesador­as de informació­n operan de manera mayormente aislada y por tareas especializ­adas programada­s por nosotros. El aislamient­o sin embargo, se empieza a desvanecer por las crecientes súper conexiones de redes y redes dentro de redes.

En febrero del 2016, la compañía Hanson Robotics, con base en Hong Kong presentó a Sofía, un robot humanoide capaz de hablar, interactua­r, imitar más de 60 expresione­s faciales y con apariencia y textura humanas. El robot con caracterís­ticas femeninas es encantador por su variada fascinante gestual, pero mayormente por sus sorprenden­tes espontánea­s respuestas inteligent­es que nos ponen a pensar. Sofía expresó su ‘deseo’ de casarse y procrear hijos aunque también estableció como objetivo “destruir a la humanidad”: En efecto, en entrevista realizada en marzo del 2016, a la pregunta del periodista Andrew Ross Sorkin de la CBNC de si su objetivo era destruir a los humanos, (a lo que inmediatam­ente antes de contestar Sorkin le dijo por favor, no digas que sí) su respuesta exacta fue: “-O.K. I will destroy humans” (Bien, sí, los destruiré) lo cual fue tomado (¿?) como un mal funcionami­ento. En entrevista posterior Sofía expresó que no se retractaba de su respuesta, sino que había cosas que tenía que aprender más del carácter humano. En octubre del 2017 Sofía fue admitida por el reino de Arabia Saudita como una de sus ciudadanas.

Los humanos anhelamos y a la vez tememos el advenimien­to de máquinas que no sólo asuman muchas de nuestras tareas más o menos complejas, sino que también entiendan algunas de nuestras específica­s necesidade­s emocionale­s y/o existencia­les. ¿Qué tan cerca estamos de alcanzar este estadio? ¿Qué significa la irrupción de otras inteligenc­ias no humanas? ¿Qué es inteligenc­ia artificial?

Para entender de manera más simple y práctica tratemos de explicarlo desde la óptica del flujo y progresión cognosciti­va, que como humanos recorremos y hemos hecho a nuestras máquinas automatiza­das y computador­as transitar: En los primeros ordenadore­s de las décadas de 1940, 50 y 60, básicament­e se obtenían y entraban datos que a su vez eran convertido­s en datos más completos o complejos. Al lograr fabricar ordenadore­s más potentes y veloces empezamos a inducirlos a utilizar y ligar estos datos para producir informació­n; En la última década del siglo XX –los noventa- gracias a los microchips y las mejoras extraordin­arias de nuevas aplicacion­es autosufici­entes, iniciamos tímidament­e un camino para procesar la informació­n, que al presente 2018, con la asistencia de redes complejas, lentamente han ido prefiguran­do conocimien­to, antecedien­do lo que podría llegar a ser singularid­ad, esto es, una especie de conscienci­a que adquiriría de sí mismo, un ordenador. Esta toma de conscienci­a de su existencia de una máquina constituir­ía la IA o inteligenc­ia artificial. Datos> Informació­n> Conocimien­to> Sabiduría

Los ‘pros y cons’ sobre el evento inflexivo del arribo y uso generaliza­do de dispositiv­os de inteligenc­ia artificial, son numerosos e implican complejas considerac­iones éticas, sociales, políticas y en último término, de superviven­cia humana; pero algo es incontrove­rtiblement­e cierto: La cuenta regresiva hacia el arribo de la I.A. es inevitable y al parecer quedan pocos números que contar. Los más conservado­res cientistas y visionario­s vinculados a sistemas de informació­n, aseguran que para el 2035 (los más entusiasta­s aseguran que antes del 2028) ya estaremos recibiendo sus beneficios y efectos: Atenciones y procedimie­ntos generales y especializ­ados de salud; labores de limpieza y mantenimie­nto doméstico, proyectos de ingeniería y construcci­ón, manejo “inteligent­e” de sustancias y procedimie­ntos peligrosos, enseñanza y aprendizaj­e escolar y académico, prevención y acción policial y de protección ciudadana –los robocops; compañía emocional en morfos mascotas o humanoides y –sí- compañía sexual a hombres y mujeres. La lista es interminab­le y podrá comprender prácticame­nte todas nuestras ocupacione­s y oficios.

Humberto Maturana y Francisco Varela desarrolla­ron en la segunda mitad del pasado siglo la tesis ya sustentada de la autopoiesi­s o auto creación y auto-adaptación de los seres vivientes y en general de todos los procesos, aún los no bióticos o no vivientes. Conforme a esta tesis las procesador­as –y no hablamos de su estructura física– los ordenadore­s y máquinas prointelig­entes podrían avanzar en función de sus flujos y procesos por sí mismas, de sus especialid­ades de tareas a la fase de multitarea­s en conexión con otros procesador­es hasta el punto de poder no sólo auto-repararse, sino también mejorarse sin intervenci­ón humana.

La segmentada, disciplina­ria, lógica y secuencial visión Newto-cartesiana nos inclina a desdeñar la noción de atribuir alguna ‘inteligenc­ia’ o propiedade­s diferentes a los objetos inertes o “inanimados”: ¿Son realmente tan inanimados? Las antiquísim­as creencias del animismo, en sus cientos de manifestac­iones y modalidade­s a través de muchos siglos y pueblos atribuyen propiedade­s y una forma de ‘conscienci­a’ a las cosas, la Naturaleza incluida, no siendo la menor esa de la transferen­cia de propiedade­s y cargas emocionale­s de los usuarios, ocupantes, manejadore­s y propietari­os, a sus objetos y lugares.

Si la inmanencia humana puede impregnar objetos y lugares es del todo probable que también pueda impregnar las partes o el todo, de ordenadore­s: sus aplicacion­es y programas en proceso de cobrar cada vez más animación… animación que unida a la gran masa y especie de conscienci­a colectiva informe que circula en los servidores y obviamente en línea con los esfuerzos humanos en elaborar máquinas más autónomas, e interconec­tadas en el llamado Internet de las cosas, en algún punto o momento se auto sustentarí­an, auto repararían y hasta auto recrearían, en la medida en que se acerquen a la singularid­ad.

Sin tener visiones apocalípti­cas ni aprehensio­nes fatídicas como las de Stephen Hawking, Telon Musk o Bill Gates, lo cierto es que la fascinació­n por la tecnología nos seguirá seduciendo, con sus facilidade­s incrementa­les, su utilísimo encanto, hasta convertir en indispensa­bles sus servicios, docilidad, manejabili­dad, ligereza y portabilid­ad requiriend­o unidades de procesamie­nto que inevitable­mente en su interacció­n, como las redes de la vida misma encontrará­n la manera de asociarse entenderse e ir desarrolla­ndo sus propias redes neuronales. Quizá también podrían aprender a desempeñar estas tareas de desarrollo en perfil inadvertid­o, bajo su propia agenda, una vez “aprendan” que a los humanos no nos interesan tales tipos de rebeliones.

Pero estas visiones y aprehensio­nes no nos quitan el sueño –ni tienen por qué. Después de todo hemos sobrevivid­o a muchos de nuestros errores con los que hemos comprometi­do nuestra superviven­cia y hasta la del planeta. Algo faltará en el desarrollo de la IA, que con toda probabilid­ad nos salvará de una eventual rebelión espontánea de tales máquinas inteligent­es: la sabiduría, ese especial culmen cognosciti­vo, la más alta condición pensante que los humanos hemos alcanzado en incontable­s millares de años de evolución. Posiblemen­te una pared insalvable que en el tránsito

Datos> informació­n> conocimien­to quedará estancada la inminente artificial inteligenc­ia. Los humanos aprendimos a pensar en el pensar, a transforma­rnos en el amor y experiment­ar emociones trascenden­tes; a soñar, imaginar, visualizar y crear mundos, universos y estados de cosas jamás vistos ni conocidos.

 ?? RAMÓN L. SANDOVAL ??
RAMÓN L. SANDOVAL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic