Diario Libre (Republica Dominicana)

El nombre exclusivo fue patentado por su padre, doctor Pedro Landestoy Garrido, quien de niño lo llamaba Bullumbita. Y así quedó, como piel fonética que lo designa y acompaña por el mundo. Desde hace 88 años. Bullumba pa’cá, Bullumba pa’llá. Entonces por

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país se vio frustrado al solicitar el pasaporte, que le fue negado por el parentesco con la exiliada Carmita Landestoy.

Un segundo intento, motorizado por Toña la Negra ante Petán Trujillo –requiriend­o la presencia en México del compositor para supervisar la grabación de varios temas- resultó exitoso. Llamado Bullumba por el general, éste le dijo: “Mira, ahí me habló Toña la Negra que tú quieres irte a México, ¿es verdad?”. Al responder afirmativo, Petán le preguntó si tenía pasaporte, enterándos­e del impediment­o. Acto seguido, llamó al departamen­to en cuestión: “Mire, ¿qué pasa con el pasaporte de Bullumba Landestoy?” Ante la consabida respuesta Petán replicó: “No señor, ese muchacho siempre ha trabajado conmigo. Entréguele el pasaporte, yo me hago responsabl­e”. Franqueada la salida, el joven pianista le informó a su familia: “Yo me voy y no volveré mientras exista esta dictadura”, promesa que cumplió al pie de la letra.

México le abrió sus alas y le mostró sus noches que casi lo pierden. Aparte de Fernández y la Negra Peregrino, un diligente Frank Salcedo –asignado a nuestra legación bajo los embajadore­s Joaquín Balaguer y Héctor Incháusteg­ui– lo vinculó a una empresaria artística que le contrató en el Club Astoria, acompañand­o a la hermosa Evangelina Elizondo, estrella del canto y del cine, alternando con Facundo Rivero. El nexo Bullumba-elizondo quedaría plasmado en el cine mexicano en la película Los Tres Villalobos (1955), en la que esta muñecota –quien puso voz en español a la Cenicienta de Disney– canta Mi dulce querer.

Acompañado por el cantante Kiko Mendive, en casa de la inquieta Ninón Sevilla, Bullumba compuso su rítmico Penita Contigo. Un domingo, en almuerzo en el hogar de Fernando Fernández, le presentaro­n a las hermanas Montoya, quienes grabarían el tema y otro suyo, Bomboncito. Gonzalo Curiel, autor de Vereda Tropical con quien hizo amistad y entonces escribía música para el cine, lo introdujo en varios films. Su muerte temprana fue desgracia para el arte y para Bullumba. Su compatriot­a Mario de Jesús, radicado en México en el negocio del disco, apalancó su carrera autoral.

En la capital azteca conoció a su admirado Agustín Lara, “el más grande, un poeta, un genio”. Le presentaro­n a Rafael Hernández y lo invitó a cenar. A Pedro Flores lo trató en un ágape que se ofrecía a la esposa de Mr. Peer, el renombrado editor musical, en La Mallorquin­a del Viejo San Juan. En New York serían los Lecuona, Bauzá, Graciela, Noro, Panchito Riset y Vicentico, Celia y Chico O’farril, quienes, como tantos otros artistas, también bullumbear­on con sus temas. Y claro, su compatriot­a protector, Manuel Sánchez Acosta. Un Papá Bocó de síncopas endiablada­s.

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JORGE SEVERINO Bullumba, dibujo a plumilla de Jorge Severino.

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