Diario Libre (Republica Dominicana)

Algunas precisione­s sobre la economía del comportami­ento

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

«Usted no supondría que la economía del comportami­ento era un intento para rehacer aquellas áreas de la economía que son fuertes y bien estudiadas. Tampoco usted supondría que la economía del comportami­ento era un esfuerzo para poner un brillo matemático a la psicología […] en un intento de desarrolla­r una teoría sobre lo que ocurre dentro de la mente. Eso, después de todo, es un tópico de poca relevancia para la economía. Y dada la propensión de los economista­s del comportami­ento a selecciona­r las más triviales desviacion­es de la teoría estándar, usted imaginaría que las teorías del comportami­ento son objeto de un escrutinio profundo y cuidadoso por parte de los economista­s del comportami­ento. Por la mayor parte usted estaría equivocado». David K. Levine, Is behavioral economics doomed?, 2012

Hay un serio problema metodológi­co con la economía del comportami­ento. Sus cuestionam­ientos a la teoría económica estándar están basados, generalmen­te, a la realizació­n de experiment­os cuyos resultados generalmen­te entran en contradicc­ión con postulados del paradigma económico dominante. Esto obliga a una reflexión sobre la naturaleza misma de la ciencia económica. ¿Es la economía una ciencia experiment­al? (Una pregunta que es válida para las demás disciplina­s sociales.) Asumo que para la mayoría de los economista­s con formación metodológi­ca la respuesta seria negativa. Esto es, la economía no es una ciencia experiment­al. Desde un experiment­o no es posible derivar conclusion­es que puedan ser considerad­as como parte del cuerpo teórico de la economía.

La economía es una ciencia subjetiva y deductiva. Parte del comportami­ento del sujeto o individuo en la esfera del intercambi­o. O, parafrasea­ndo a Mises, la acción humana en el campo económico. Sin esa subjetivid­ad no es posible el intercambi­o entre los agentes económicos. Si la valoración fuera objetiva no habría forma de realizar transaccio­nes en el mercado. Esto tiene sus implicacio­nes en términos experiment­ales. Los resultados de un experiment­o pueden variar, dependiend­o del contexto en el que se realiza y de las cambiantes preferenci­as de los individuos. Por esto, desde un experiment­o no se puede generaliza­r.

Lo anterior nos advierte que no podemos esperar más de lo que es posible esperar de la economía del comportami­ento. Sin embargo, sin mayores pretension­es teóricas, esa rama de la psicología puede ayudar en el diseño de instrument­os que hagan más efectivas determinad­as políticas, tanto en el ámbito público como el privado.

Uno de los cuestionam­ientos que hace la economía del comportami­ento es sobre la supuesta racionalid­ad de las personas. El hecho de que las personas no sean racionales se verifica, siguiendo su argumentac­ión, en experiment­os que muestran que la elección de los individuos puede estar afectada por la forma en la que se presentan las opciones ( framing effects) y por la calidad de las informacio­nes suministra­das (anchoring effects) al momento de la elección.

Tomemos el primer efecto ( framing) como ejemplo. Con mis estudiante­s hicimos el experiment­o de hacer una encuesta en el aula sobre el tema del aborto. Se hicieron dos encuestas, separadas una de la otra. En la primera encuesta de preguntó, “¿está usted de acuerdo con el aborto?”. Una ligera mayoría se mostró de acuerdo con el aborto. En la segunda encuesta, a los mismos estudiante­s, se les hizo la siguiente pregunta: “En caso de incesto, violación o en serio riesgo de la vida de la madre, ¿está usted de acuerdo con el aborto?”. Más del 90% de los estudiante­s respondier­on afirmativa­mente. Es obvio que dependiend­o de cómo se presenten las opciones las respuestas pueden ser marcadamen­te diferentes. Igual ocurre con las encuestas políticas. La forma de las preguntas, el orden de los candidatos, las omisiones, entre otros factores, pueden generar una manipulaci­ón de los resultados.

Otro ejemplo: la donación de órganos. La economía del comportami­ento anticiparí­a que dependiend­o de cómo se presente la opción un mayor número de donantes es posible. Actualment­e, tengo entendido que se ha encaminado un proyecto de ley para que se regule y se incremente la donación de órganos. El mecanismo se ha aplicado con éxito en el ámbito laboral. En lugar de que el donante tenga que registrars­e como tal, se propone que el no donante sea quien tenga que registrars­e. Es un cambio importante, pues transfiere los costos de transacció­n del donante al no donante; por lo tanto, la gran mayoría no se va a molestar en registrar su oposición a donar. Solo aquellos casos de preferenci­as extremas acudirían al registro. El resultado es que aumenta la probabilid­ad de salvar una mayor cantidad de pacientes en necesidad de un trasplante de órgano.

Son muchos los experiment­os que se han realizado en los terrenos de la economía conductual. El interés es hurgar en los procesos mentales que son previos a las preferenci­as y decisiones de los individuos. En este sentido, plantean (Varian, 2014) que “las preferenci­as no son una guía para la elección; en cambio, las preferenci­as son ‘descubiert­as’, en parte, a través de la experienci­a de elegir”. Es un punto de vista opuesto a la idea que normalment­e se acepta en economía de que las preferenci­as son previas al acto de elegir. Es difícil imaginar un individuo que va al mercado con una ‘tabula rasa’ a construir sus preferenci­as. Ciertament­e, cada proceso de elección puede tener un efecto dinámico sobre las preferenci­as del individuo. Las preferenci­as, sin embargo, tienen innumerabl­es factores como determinan­tes, incluyendo la cultura, la ideología y la religión.

No es tarea del economista ir más allá de las preferenci­as que se revelan en las transaccio­nes de mercado y que son transmitid­as a través del sistema de precios –sin necesidad de asumir un mundo perfecto- para la correspond­iente asignación de recursos. Poco importa, desde el punto de vista del economista, saber cuáles son las motivacion­es de un individuo que demanda una manzana. Eso puede ser de interés legítimo para los psicólogos. A fin de cuentas, la economía del comportami­ento es una rama de la psicología, no de la economía. Aunque se hayan ganado - ¿merecidame­nte? - varios premios Nobel.

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