¿De qué nos quejamos si estamos tan bien?

De todas las lecturas sobre la actualidad social y política dominicana, la que más asusta es la que sentencia que “estamos como Venezuela antes del golpe de Chávez”.

Nada puede ser peor que terminar sufriendo una dictadura incompetente en todos los aspectos imaginables (¡arruinar PDVSA!) mientras la comunidad internacional no termina de llamar a las cosas por su nombre para ayudar al pueblo venezolano a salir del desastre. O al pueblo nicaragüense, que vive la misma terrible experiencia.

¿De qué nos quejamos, si estamos tan bien? De que no estamos tan bien. Estamos atascados en temas cruciales para garantizar un desarrollo a largo plazo. Los partidos siguen trabajando como hace 30 años. Mismos liderazgos, mismas estructuras. Mismos deseos de emigrar en las generaciones jóvenes o en los mejor preparados. Desesperanza por el resultado del esfuerzo puesto en Educación.

Mismos vicios. ¿No acabamos de escandalizarnos por el problema de la titulación en Los Tres Brazos? ¿O de sentir que no va a haber justicia en el caso Odebrecht? ¿Cuánto tiempo más vamos a seguir oyendo que la deuda es manejable? ¿Cuánto tiempo oyeron eso mismo los griegos o los argentinos antes de entender que vivir de pedir préstamos no es sostenible?

En el mundo bizarro... los partidos llevan meses (o años) tratando de hacer creer que los debates sobre las primarias internas o la ley de Partidos es un enjundioso tema de teoría política. Y no, todo se reduce a un pleito interno en el PLD y a un empeño en no ser fiscalizadas de todas las formaciones.

Quizá no estemos como Venezuela antes de Chávez. Y tampoco tenemos petróleo...