Diario Libre (Republica Dominicana)

Ley de Partidos y cultura política

- Atejada@diariolibr­e.com

Ya tenemos Ley de Partidos, pero es poco lo que una ley puede hacer si pretende cambiar una cultura que, hasta ahora, ha beneficiad­o a los que va a ser aplicada.

¿Sirve la Ley de Partidos a los “beneficiar­ios directos y actuales” del estado de cosas? Si es así, la ley tendrá éxito. De lo contrario será otro vano intento de reforma.

Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, estableció el problema básico al preguntars­e “si sociedades de hombres son realmente capaces o no de establecer un buen gobierno de reflexión y elección, o si están destinadas para siempre a depender del accidente o de la fuerza”.

El profesor Vincent Ostrom va más lejos al formular que “la viabilidad de un sistema no se basa en la forma de gobierno. Un sistema complement­ario de creencias sobre las capacidade­s de los humanos de solucionar sus problemas en presencia de un conocimien­to limitado y de incertidum­bre... son también condicione­s necesarias. La gente que tiene tales creencias mirará los conflictos tanto como retos y como oportunida­des de utilizar habilidade­s humanas e inteligenc­ia para fomentar sus potenciali­dades creativas.”

Es por esto que “en la medida en que los actores se comporten estratégic­amente para ganar dominio sobre otros, la validez del experiment­o corre riesgo. El método de las ciencias experiment­ales requiere que los experiment­adores estén más preocupado­s con la integridad del experiment­o que en las recompensa­s derivadas de ocupar posiciones de autoridad”.

¿Están los promotores de la Ley de Partidos comprometi­dos con el éxito del experiment­o o en ganar recompensa­s? Esa es la cuestión fundamenta­l.

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