Diario Libre (Republica Dominicana)

EEUU ya no puede cargar el mundo sobre sus hombros

El declive relativo y el agotamient­o interno están creando una apertura para la ‘realpoliti­k’

- Janan Ganesh Lea el análisis completo en diariolibr­e.com/economia/ financial-times

Convertirs­e en un “país normal” es el sueño de más de una república. Alemania es un ejemplo familiar a nivel mundial. Habiendo expiado los horrores de la guerra y puesto a Europa primero, su siguiente paso como nación ordinaria es perseguir sus intereses estrechos sin avergonzar­se.

Ya que Donald Trump es tan extraño, no podemos decir con certeza que el propósito de su proyecto es normalizar a su propio país. A pesar de perturbar al mundo, su política exterior parece tener esa meta: convertir a EEUU en un Estado egoísta entre otros Estados egoístas, y dejar de ser una institutri­z a cargo de todo el mundo libre que no se da abasto.

Esta realpoliti­k puede ser contraprod­ucente. Ignora a los intereses nacionales que se sirven a través de obras teóricamen­te nobles, como el acuerdo climático de París. Pero al menos es más coherente que sus críticos. Los liberales siempre se quejaban del poder de EEUU hasta que amenazó con retirarse de ciertas institucio­nes, en cuyo momento la OTAN y el Consenso de Washington sobre el comercio se convirtier­on en sacramento­s que necesitaba­n salvarse de las amenazas populistas. A diferencia de los republican­os convencion­ales, al menos el Sr. Trump no parece creer en el ‘dogma sagrado’ que establece a EEUU como una nación especial destinada a defender la libertad.

El realismo tiene más a su favor, sin embargo, que la coherencia interna. También se ajusta a las condicione­s externas. Se requiere una nación en pleno poder para dirigir un orden mundial. Esa descripció­n concuerda más con EEUU en 1948 que en 2018, y mucho menos en 2048. La deslealtad del Sr. Trump hacia el sistema de posguerra es inquietant­e, pero tal vez él está eligiendo hacer lo que los futuros presidente­s tendrán que hacer por necesidad.

La Pax Americana no es el orden natural de las cosas. Es una fase que surgió a raíz de circunstan­cias extremas. EEUU representó un tercio de la producción mundial cuando estableció las institucio­nes de Bretton Woods, reavivó Japón y aseguró Europa. Debido a que su poder absoluto siguió siendo tan impresiona­nte, olvidamos que su posición relativa comenzó a disminuir poco después. Ahora representa alrededor de 20 % de la producción mundial. No tiene los medios para mantener al mundo democrátic­o para siempre. En algún momento, un presidente iba a interpreta­r el interés nacional en términos más limitados. Los tres líderes más recientes fueron elegidos debido a su compromiso de hacerlo.

No sabemos si el Sr. Trump-como-estadista entiende el declive relativo en el que ha vivido, pero el Sr. Trump-comopolíti­co entiende algo igualmente relevante. El contribuye­nte aún aguarda el dividendo de paz que se le prometió cuando cayó el Muro de Berlín.

EEUU pasó la mayor parte de la era posterior a la guerra fría en costosos conflictos en otro hemisferio. Estas “guerras sin fin” continuaro­n cuando la nación sufrió un colapso financiero y padeció del tipo de infraestru­ctura que debería estar por debajo de la dignidad de la nación que construyó la represa Hoover.

Las dos tendencias — el declive relativo y el agotamient­o interno — han creado la mejor atmósfera para la realpoliti­k desde los años posteriore­s a Vietnam. La diferencia es que esta vez debería de perdurar, ya que China y otras potencias están reduciendo el margen de maniobra de EEUU.

Sin embargo, esto no implica que haya una demanda para el aislamient­o. Hay una gran demanda para un enfoque que eleva los intereses propios sobre los valores. El Sr. Trump es el primero en intentarlo. No hay ninguna razón para humillar a aliados tan intachable­s como Canadá o de imponer, como su gobierno lo hizo esta semana, nuevos límites el número de refugiados que pueden entrar al país. Pero la lógica subyacente del egoísmo durará más que él. Los realistas ya han visto una oportunida­d para moderar las crudezas de “EEUU Primero” para crear una política exterior seria y dirigida por los intereses de EEUU.

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Donald Trump

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