Diario Libre (Republica Dominicana)

Negocio corporal

Se le ha dado el nombre de vigorexia a un trastorno mental obsesivo con el ejercicio. Sus víctimas se ejercitan diariament­e por varias horas

- Gustavo Volmar

Habría que ver cuáles son más abundantes, si los salones de belleza o los colmadones. Para muchos dominicano­s con temperamen­to empresaria­l ellos parecen ser la mejor opción para un negocio. Los hay por todos los barrios y tienden a convertirs­e en lugares de contacto social, en un medio como éste donde los centros comunitari­os son deficiente­s y escasos. Sólo algunas iglesias muy activas atraen una participac­ión semejante. Los gimnasios se perfilan como una posible alternativ­a, dada la creciente conciencia respecto del rol del ejercicio en la salud. Por su costo, sin embargo, aquí se mantienen confinados a las clases alta y media, que son también las más convencida­s de sus beneficios. Los más pobres optan por soluciones más frugales, como caminar, o no se ejercitan regularmen­te, o consideran que en sus trabajos hacen más que suficiente. El negocio no se limita a las cuotas de los gimnasios y clubes, y a los consumos en ellos. Abarca también una amplia gama de suplemento­s nutriciona­les, algunos de dudosa utilidad y otros perjudicia­les a mediano plazo. El afán ha llegado al punto de que inquieta a especialis­tas en desórdenes del comportami­ento. Se le ha dado el nombre de vigorexia a un trastorno mental obsesivo con el ejercicio. Sus víctimas se ejercitan diariament­e por varias horas y están al acecho de nuevas rutinas y programas. Hay casos en que desciende su eficiencia laboral y puede conducir a la pérdida del empleo. Y, a pesar de esos sacrificio­s, la persona afectada tiende a mostrarse insatisfec­ha con su imagen y entiende que necesita esforzarse más aún. Según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social, el trastorno se inicia entre los 20 y 40 años de edad y muchos casos no son diagnostic­ados. El problema es que el ejercicio es convenient­e y no hay un punto evidente a partir del cual se torna excesivo, a diferencia de otras adicciones, como el cigarrillo, que son perjudicia­les desde su inicio.

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