Diario Libre (Republica Dominicana)
Virginia Bergés Rib
DE ACUERDO A DATOS estadísticos de la Procuraduría General de la República, de enero a junio de 2018 la sociedad dominicana se ha visto conmocionada por 38 casos de feminicidios. Si bien la PGR no reporta los casos ocurridos a partir de este periodo, los medios de comunicación han dado a conocer al menos 10 casos más, siendo uno de los más recientes el de la joven de origen rumano Andrea Celea, quien cayó de la terraza del octavo piso de un hotel, supuestamente como consecuencia de un acto criminal del que se acusa a un novio controlador y maltratador.
Leer sobre estos feminicidios (homicidios perpetrados contra mujeres, jóvenes y niñas debido a su género, es decir, simplemente por ser mujeres) es como leer la crónica de una muerte anunciada. En el caso de Andrea, como en tantos otros casos, la violencia a que era sometida (aislamiento, insultos, limitación de su independencia, violencia física) era un hecho conocido por personas en el entorno y familiares, que hoy se torturan preguntándose por qué no fue posible evitar el fatal desenlace.
Refiriéndose “a ellas”, a las víctimas de violencia, como quien habla de extraterrestres, hay quienes se preguntan las causas de que la mujer victimizada no sea capaz de visualizar el peligro y tomar medidas para evitarlo, bien sea abandonando la relación, acudiendo a las autoridades, o escapando. En el complejo mundo de la violencia de género existe mucha desinformación, información insuficiente para generar un cambio de comportamiento, y una gran incapacidad de la mujer para salir de su situación.
Ni uno más ni una menos
La violencia de género es causada por el machismo enquistado en la sociedad; una conducta aprendida, que también podría ser desaprendida. El abusador, el machista, el perpetrador se forma desde chico en el seno de una sociedad en que la más grave desinformación es no percibir que “Esta visión sexista de la realidad se reproduce y perpetua a través del imaginario colectivo de la cultura, del propio lenguaje y de la educación que recibimos en el seno de las familias, en las escuelas y demás agentes sociales, llegando a formar parte de nuestra identidad, nuestros valores y nuestra forma de pensar, sentir y actuar.”
La frase entrecomillada proviene de la Guía de buen trato y prevención de la violencia de género de la Junta de Andalucía que constituye un protocolo de actuación en el ámbito educativo. El modelo propuesto en la guía afianza la noción de que el machismo es una conducta modificable. La guía irradia la luz de esperanza de la prevención y el rescate tanto para la víctima como para el perpetrador, así como también para los hijos huérfanos, los hijos de padres encarcelados, de padres