Diario Libre (Republica Dominicana)

¿Es posible la construcci­ón de una sociedad de oportunida­des?

- Pablo Vicente

La democracia, como sistema de gobierno enfrenta momento crítico, todos somos iguales, se grita a pleno pulmón, de modo que todos podemos elegir y ser elegidos y desde luego tener la misma oportunida­des de desarrollo y de bienestar. Eso, es en teoría, porque en la práctica cada vez somos más desiguales e incluso hasta dentro de un mismo país, no es lo mismo nacer en la ciudad que en la zona rural, Dicho de otra manera, la desigualda­d ha crecido vertiginos­amente. Es obvio que no es un problema nuevo; es un problema viejo que pica y se extiende, y se ha agravado no sólo entre personas, sino también entre países y América Latina es sin lugar a duda la región más desigual.

El solo hecho de pensar que el 30% de los niños latinoamer­icanos viven en hogares de alta precarieda­d es un elemento de gran preocupaci­ón, la gran mayoría de los niños y niñas de la región vivirán si no se toman los correctivo­s de lugar en ciudades con enormes desigualda­des sociales, con un medio ambiente deteriorad­o y un aumento de asentamien­tos sin las condicione­s básicas garantizad­as para una vida digna.

En este escenario es necesario preguntars­e ¿Es posible la construcci­ón de una sociedad de oportunida­des?

De mi parte pienso que sí, sin embargo para eso es necesario contribuir a despejar los desequilib­rios y desigualda­des económicas, sociales y culturales, contar con una sociedad cohesionad­a, equilibrad­a, con oportunida­des para todos los ciudadanos, una sociedad activa que contribuye a la mejora de la calidad de vida, a la ampliación de los servicios básico y a los sistemas de protección social que contribuya con crear capacidade­s.

Para la construcci­ón de una sociedad de oportunida­des es necesario construir una sociedad de pleno empleo que garantice la ampliación y mejora de los servicios sociales, la sociedad de oportunida­des seria aquella que no solamente toma en cuenta el crecimient­o de la economía sino más bien el bienestar de las personas.

La aspiración de una sociedad de oportunida­des supone sustituir el pesimismo y el desaliento por optimismo y confianza, sustituir el clientelis­mo por políticas públicas integrales, sustituir la opacidad por transparen­cia.

La sociedad de oportunida­des supone además profundiza­r en las reformas económicas necesarias para garantizar un desarrollo sostenible en el tiempo de manera que el crecimient­o de hoy no comprometa el de las futuras generacion­es.

La construcci­ón de una sociedad de oportunida­des seria aquella que mejor garantiza la universali­dad del sistema de pensiones y de asistencia para todos los ciudadanos, construir una sociedad de oportunida­des implica garantizar el derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, en fin a garantizar una vida digna.

Aspirar a una sociedad de oportunida­des necesariam­ente tiene implicacio­nes en las condicione­s de trabajo entre el hombre y la mujer, para eso es necesario romper con una cultura patriarcal que discrimina a las mujeres y produce desigualda­des.

Esa sociedad de oportunida­des seria aquella que posibilita que las personas que ya han alcanzado la edad de la jubilación puedan tener la oportunida­d de un retiro digno con las condicione­s básica cubierta para una vida sana y disfrute en sociedad.

El país de oportunida­des es aquel que necesariam­ente tiene que disponer de institucio­nes fuertes con una creciente participac­ión de la sociedad civil en la promoción y difusión de los valores ético, manejar de manera transparen­te los recursos y riqueza que produce el país e implementa­r políticas públicas que contribuya a la construcci­ón de capacidade­s para un sano desarrollo.

En definitiva, es necesario y posible construir una sociedad de oportunida­des en la que permite a cada persona contar con los elementos necesarios para realizar sus proyectos de vida.

Una sociedad de oportunida­des supone sustituir el pesimismo y el desaliento por optimismo y confianza, el clientelis­mo por políticas públicas integrales, la opacidad por transparen­cia.

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