Vivamos nuestra Constitución

La Constitución dominicana nació de un parto con fórceps. Liberal en esencia, la fuerza la hizo conservadora. A partir de ese momento, su vigencia siempre ha estado en entredicho, porque desde el primer momento nos faltó la visión de futuro que caracteriza a una gran nación.

Nos faltó la visión de John Adams que en plena guerra dijo: “Yo debo estudiar política y guerra para que mis hijos tengan la libertad de estudiar matemáticas y filosofía. Mis hijos deben estudiar matemáticas y filosofía, geografía, historia natural, arquitectura naval, navegación, comercio y agricultura para dar a sus hijos el derecho a estudiar pintura, poesía, música, arquitectura, escultura, tapicería y porcelana.”

Nos faltó también definir las instituciones por su naturaleza, pues como dijo Hamilton: “No es admisible la suposición de que la Constitución haya tenido la intención de facultar a los representantes del pueblo para sustituir su voluntad por la de sus constituyentes. Es más racional suponer que los tribunales han sido concebidos como un cuerpo intermedio entre el pueblo y la legislatura, con la finalidad, entre otras, de mantener a aquélla dentro de los límites asignados a su autoridad. La interpretación de las leyes es propia y peculiarmente de la incumbencia de los tribunales. Una Constitución es de hecho una ley fundamental y así debe ser considerada por los jueces. A ellos pertenece, por lo tanto, determinar su significado, así como el de cualquier ley que provenga del cuerpo legislativo. Y si ocurriere que entre las dos hay una discrepancia, debe preferirse, como es natural, aquella que posee fuerza obligatoria y validez superiores; en otras palabras, debe preferirse la Constitución a la ley ordinaria, la intención del pueblo a la intención de sus mandatarios”.

Hoy, cuando nos hemos dado una Constitución de alto valor normativo, con las instituciones para su defensa, borremos los errores de nuestro pasado y démosle vigencia con visión de futuro y alto sentido patriótico.