El verdadero problema es otro...

Ahora todos se rasgan las vestiduras por la metida de pata de Antonio Marte, propietario de un negocio de transporte público denominado Confederación Nacional de Organizaciones del Transporte (Conatra), que decidió no montar haitianos en sus vehículos como medida de presión para que las autoridades le devuelvan unos vehículos que le fueron incautados a algunos socios de ese negocio por traficar con haitianos indocumentados.

No es que nos hayamos vuelto más sensibles sobre los derechos de los indocumenados residentes en el país o que esta tirada del señor Marte sea diferente a otras del pasado, sin embargo a todos nos parece extravagante que este señor intente ganar su caso apelando a un recurso vil.

Bien ha hecho el Procurador General de la República en señalar que los casos están en manos de la Justicia y que han sido jueces los que han ordenado la incautación de los vehículos hasta la decisión final.

La pena es que el escándalo xenófobo nos impida fijarnos en lo que realmente está en juego aquí, que no es más que todo el mundo se siente autorizado a utilizar la fuerza para lograr sus objetivos aunque sean ilegales.

Aquí no se reclama pacíficamente nada. Para todo hay que quemar gomas, impedir el tránsito tirando basura a la calle y cortar ramas de árboles. Los choferes hacen paros por cualquier quítame esta paja y algunos gremios profesionales se sienten libres de no prestar servicios sin agotar recurso civilizado alguno.

Lo de Antonio Marte es el reflejo de algo muy malo en nuestra conducta ciudadana y nada se hace para cambiarla.