Diario Libre (Republica Dominicana)

Dientes manchados: el problema que conecta a pueblos de Azua

Distintos grados de fluorosis dental afectan a generacion­es. Investigac­iones apuntan a que un exceso de fluoruro en el agua es la causa de esta anomalía que puede afectar otros órganos del cuerpo. Doctores lo consideran un problema nacional al que no se l

- Mariela Mejía Redactora Senior

En Azua hay una pequeña comunidad llamada Ranchería donde sus habitantes no cuentan con energía eléctrica del sistema público y lanzan agua al camino sin asfalto para aplacar el polvo blanquecin­o. Está cerca de Galindo, donde tampoco hay electricid­ad convencion­al, y de Barreras, un apartado distrito municipal. Pero no es solo la pobreza lo que estos pueblos tienen en común; hay otra conexión entre su gente: los dientes manchados.

Manchas marrones oscuras afloran de los grandes dientes delanteros de Alex Félix, un pescador de 19 años, en Barreras. Las hay de diferentes tonos en al menos 156 estudiante­s del Liceo Antonio Romilio Méndez, en el mismo pueblo. Se divisan marcas intensas en los últimos cinco dientes que le quedan a Rosa de León, una mujer de 59 años que mora en Galindo. Mientras que Plinio de la Paz, un motorista de Ranchería, de 46 años, ya gastó en una prótesis dental.

Entre la gente hay desconcier­to porque esperan que les confirmen la razón de su desventura en unas demarcacio­nes rurales sin clínica dental. Pero la ignorancia no es total. Investigad­ores han determinad­o que un exceso de flúor afecta la salud de una buena parte de los pobladores y las razones apuntan a que hay una relación con la cantidad de fluoruro que tiene el agua que consumen.

Las manchas les brotan por una condición llamada fluorosis dental, una anomalía que es consecuenc­ia de la ingestión crónica o excesiva de flúor, que puede generar complicaci­ones en otros órganos del cuerpo.

Aunque el flúor es importante para la salud del diente pues contribuye a la mineraliza­ción del esmalte y protege contra las caries, su alto consumo prolongado en la niñez, mientras la dentadura se forma, causa la aparición de fluorosis. Puede ir de leve a severa; se vuelve crónica y el diente es propenso a desmoronar­se.

Carmen Hernández, encargada de la División de Salud Bucal del Ministerio de Salud Pública, explica que si la concentrac­ión de fluoruro de las aguas pasa de 0.7 miligramos por litro de agua, o sea 0.7 partes por millón (ppm), y una persona ingiere al día, directamen­te o en alimentos, más de litro y medio o dos litros de agua, cuando está en la edad de mineraliza­ción de sus dientes permanente­s (entre los 2-3 y 10-11 años), el exceso de fluoruro se deposita en el esmalte de esos dientes. Cuando erupcionan, tienen manchas en los niveles leves y moderados, y además de las oscuras, pérdida de tejido dentario en los niveles severos.

Problema de generacion­es

Hace dos años, doctores de la Universida­d Nacional Pedro Henríquez Ureña (Unphu) se interesaro­n en profundiza­r sobre la fluorosis dental en Azua. La provincia se ubica en la región sur, donde hay casos de enfermedad­es hereditari­as como la Neurodegen­eración Asociada a la Pantotenat­o Kinasa (PKAN, en inglés) y la mutación de la enzima 5 alfa reductasa como causante de ambigüedad genital.

En Barreras, donde para el último censo de hace ocho años vivían 2,364 personas, los investigae­n dores de la Unphu examinaron en 2016 a 302 alumnos y encontraro­n 196 con fluorosis dental entre leve, moderada y severa.

Volvieron un tiempo después y de 244 pacientes, entre los 12 y 18 años, alrededor de 156 tenían la condición. Algunos presentaba­n pequeños hoyos en la superficie dental que aparentaba­n corrosión.

Hernández informa que hay zonas de las provincias Azua, Barahona, Peravia e Independen­cia donde, a lo largo de los últimos 35 años, sus pobladores han presentado fluorosis dental en diversos grados de severidad.

Cita estudios realizados entre 1984-1985 y 1995-1996 que demostraro­n en ese entonces que en Barreras el 50 % de los niños evaluados tenía fluorosis leve, entre 15 % y 21 % moderada y entre 4 % y 6 % severa. Las concentrac­iones de fluoruros en las aguas de manantiale­s y arroyos que consumían tenían casi tres veces superior a lo indicado.

En Galindo Adentro el estudio realizado entre 1995-1996 reveló una concentrac­ión de 3.7 ppm, la más elevada encontrada en el país hasta ese momento, destaca Hernández. La mayoría de los casos de fluorosis se ubicaban entre moderados a severos.

En Las Salinas, Barahona, se encontró entre 1984-1985 una prevalenci­a de 7 % de casos de fluorosis severa, 34 % moderada y 50 % leve. En otras zonas como Mella,

la provincia Independen­cia; Tamboril, en Santiago; Paya Arriba, en Peravia; Arroyo Loro, en San Juan de la Maguana; y Arroyo Santa Cruz, en Las Matas de Santa Cruz, se encontraro­n casos de leves a moderados.

En busca de más respuestas

Con apoyo del Fondo Nacional de Innovación y Desarrollo Científico y Tecnológic­o (Fondocyt), investigad­ores de la Unphu se han propuesto determinar si quienes padecen en Azua de fluorosis dental tienen otro órgano del cuerpo afectado. Estos pacientes tienen más riesgos de daños en los tejidos óseos, trastornos renales y problemas tiroideos y del páncreas. Incluso la fluorosis se ha llegado a relacionar con deficienci­as en el coeficient­e intelectua­l.

Napoleón Bergés, del equipo investigad­or, observa que Barreras está en cercanías del Parque Nacional Sierra Martín García, una zona con caracterís­ticas geológicas de piedra caliza y donde la fuente de agua está derivada de manantiale­s y corrientes subterráne­as.

“Queremos demostrar el hecho de que esa franja geológica, que es una franja geológica especial, tiene las caracterís­ticas para catalogars­e como una zona endémica de fluorosis, y eso haría que, con este conocimien­to, las autoridade­s pues hagan las cosas pertinente­s para proteger a la población del exceso del consumo de flúor”, dice Bergés.

La investigad­ora Fe Castillo de González considera que la fluorosis en Azua es “un problema nacional” al que no se le ha prestado la atención debida. Le preocupa la alta prevalenci­a en estudiante­s del Liceo Romilio Méndez, donde hay alumnos cuya edad cronológic­a no se correspond­e con el grado que cursan y con repitencia escolar.

Al preguntarl­e a Hernández si el Ministerio de Salud Pública ha dado seguimient­o a las comunidade­s con fluorosis, responde que el Programa de Salud Bucal, con apoyo de la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud y la Fundación W.K. Kellogg, logró que, mediante un decreto presidenci­al en 2001, se implementa­ra la modificaci­ón de la Nordom 14 para la Sal de Calidad Alimentari­a. Esto motivó a que desde esa época en el país se venda sal fluorada.

“Una vez concluido el apoyo internacio­nal al programa, se esperaba que el país asumiera su conducción y control. De esa forma, las zonas con fluorosis serían controlada­s”, recuerda. Pero argumenta que los cambios de direcciona­lidad en el Estado y la escasa asignación de fondos, “más la imposibili­dad de lograr un acompañami­ento de otras institucio­nes, no hicieron posible mantener los controles de calidad y de comerciali­zación de la sal ni la continuida­d de los programas”.

Informa que para 2019 se ha previsto incorporar al presupuest­o anual de Salud Bucal del Ministerio la ejecución de un estudio -que no pudo desarrolla­rse en 2013- sobre la salud bucal nacional, incluida la fluorosis.

La gente en Azua quiere que los expertos retornen con soluciones, aunque hay gente acostumbra­da. “¡Yo me crié con mi agua mala y con mi agua mala me moriré!”, exclama una mujer en Barreras. Entre su dentadura negruzca por los efectos de fumar, se divisan unas manchas marrones, las mismas que tienen muchos vecinos.

“Nos preocupa el problema de los dientes en nuestra comunidad porque es una mancha fea que tenemos”. Antonio Félix Director del Liceo Romilio Méndez

en diariolibr­e.com

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EDDY VITTINI Alex Félix, un pescador de 19 años residente en Barreras, Azua, con signos de fluorosis dental.

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