Diario Libre (Republica Dominicana)
Chalecos amarillos
Se ven desde lejos, y eso era lo que se quería cuando en el 2008 una ley francesa obligó a los dueños de vehículos a comprarlos. En la eventualidad de que un vehículo sufriera un percance en una carretera y el conductor tuviera que salir de él, se dispuso que se pusiera un chaleco amarillo neón reflectante de alta visibilidad, a fin de que los demás conductores pudieran verlo, no atropellarlo, y quizás socorrerlo. Pocos se imaginaron entonces que la abundancia de chalecos, creada por el requisito de tener uno en cada vehículo, iba a ser usada en contra de las actuales autoridades diez años después.
Los participantes en las protestas que han sacudido a Francia eligieron los chalecos amarillos como símbolo distintivo de su movimiento. El internet y las redes sociales jugaron un papel clave, pues las protestas comenzaron “en línea” en mayo de este año, un mes con una fuerte historia de reclamos sociales. Pero el día 17 del mes pasado salieron del mundo virtual y se extendieron al real, en forma de demostraciones multitudinarias los fines de semana, de las que han sido parte decenas de miles de personas. Cálculos oficiales sitúan las pérdidas en más de mil millones de dólares, con decenas de vehículos incendiados, tiendas saqueadas, declive en el turismo e interrupciones de negocios.
Aparte de aprovechar los chalecos, las protestas ilustran cómo una chispa puede desatar una conflagración en un ambiente de descontento colectivo. Empezaron como un rechazo a un impuesto al combustible. El gobierno dio marcha atrás y lo retiró. Pero las demostraciones continuaron atizadas por lo que realmente venía provocando la ira de la población, que era el retroceso en el poder adquisitivo de los segmentos de bajos ingresos debido a la inflación de precios. Una vez la gente decide lanzarse a las calles, cualquier cosa puede suceder.
Aunque inquietos por la violencia que las acompaña, más del 70% de los franceses consideran justas las protestas.