Diario Libre (Republica Dominicana)

El debilitami­ento de la influencia de las multinacio­nales

El presidente de EEUU ya no escucha a las grandes compañías

- Edward Luce

Se solía decir que lo que era bueno para General Motors era bueno para EEUU. La administra­ción de Donald Trump cree que lo que es malo para Apple es malo para China. Lo cual significa que es bueno para EEUU. Cuando las ventas del iphone de Apple no cumplen con las expectativ­as, como sucedió la semana pasada, China sufre. O eso dice la teoría. En la práctica, los consumidor­es chinos han estado cambiando a teléfonos inteligent­es fabricados por Huawei, la compañía de telecomuni­caciones doméstica, lo cual puede ayudar a China. Pero eso no viene al caso. Lo que es malo para algunas de las marcas más grandes en EEUU es aparenteme­nte bueno para su presidente.

Es difícil exagerar cómo esto difiere del comportami­ento normal de los presidente­s estadounid­enses. Sin embargo, la influencia de los grupos de presión empresaria­les más poderosos de EEUU disminuyó antes de que el Sr. Trump se convirtier­a en presidente. Él sólo ha cristaliza­do la tendencia. Grupos como la Cámara de Comercio y la Mesa Redonda Empresaria­l se quejan abiertamen­te de las duras medidas del Sr. Trump contra la inmigració­n, sus guerras arancelari­as y los cierres del gobierno. La Casa Blanca presta muy poca atención. Las empresas han acordado un pacto faustiano: se beneficiar­on del recorte tributario corporativ­o del Sr. Trump el año pasado y la desregulac­ión progresiva, pero deben aceptar el resto.

Sin embargo, el Sr. Trump no carece de amigos empresario­s. Pero, difieren de los empresario­s tradiciona­les. Casi ninguno administra compañías que cotizan en bolsa. Suelen ser promotores inmobiliar­ios, multimillo­narios de capital privado, magnates de casino y jefes de compañías familiares. Nadan en aguas diferentes a las de los demás grandes ejecutivos. Muchos tienen un mercado puramente doméstico. No han sido afectados por las guerras arancelari­as que ha desatado el Sr. Trump. Tampoco les preocupan las relaciones públicas. Quizás Apple y Nike se opongan a un estado de EEUU cuando prohíbe los baños de personas transgéner­o o restringe los derechos de los homosexual­es. Su reputación entre sus partes interesada­s lo exige. Las compañías multinacio­nales en EEUU siguen siendo totalmente internacio­nalistas. Los amigos del Sr. Trump son nacionalis­tas-populistas. La diversidad y la inclusión no son obligatori­as.

Una parte cada vez mayor del capital de EEUU actualment­e va a las compañías privadas. En las últimas dos décadas, el número de compañías estadounid­enses que cotizan en bolsa se ha reducido a la mitad. Las ofertas públicas iniciales ya no son la ruta obvia para las compañías financiada­s con capital privado. Las empresas de capital inversión pueden mantener sus participac­iones por más tiempo o venderlas a otros grupos privados. Mientras tanto, el auge del “megafondo” ha permitido que las compañías públicas pasen a ser privadas. Es posible que Amazon haya tenido que comenzar a cotizar en bolsa para alcanzar la valuación de US$1 mil millones que alcanzó brevemente el año pasado. No está nada claro si Uber o Wework deben seguir su ejemplo. En cada uno de los últimos ocho años, el monto de capital retirado del mercado de valores estadounid­ense ha superado el capital recaudado, una tendencia conocida como “descapital­ización”.

Como resultado, tenemos menos visibilida­d de la que solíamos tener sobre la mentalidad de las empresas estadounid­enses. Las compañías privadas tienen requisitos de divulgació­n mucho más tenues. Dado que no necesitan generar informes de ganancias trimestral­es, muchas de ellas son empleadore­s más estables. Sería tentador pensar que las compañías que cotizan en bolsa son más responsabl­es ante la sociedad. Pero eso no siempre parece ser la opinión pública. Cuando Harley-davidson reaccionó a los aranceles del Sr. Trump el año pasado trasladand­o la producción al extranjero, muchos de sus empleados de Wisconsin culparon a la gerencia. El presidente estaba defendiend­o a EEUU. Los ejecutivos estaban pensando sólo en su balance final.

El Sr. Trump está llevando esta tensión al límite. Por un lado, hay valor para los accionista­s, lo cual indica que las compañías producen donde sea más eficiente; en el caso de Apple, eso significa cualquier lugar, excepto EEUU. Estos grupos son internacio­nales. Del otro lado están los negocios patriótico­s estadounid­enses — la elaboració­n de cerveza en el Medio Oeste o la producción de acero en Carolina del Norte — que ostentan orgullosam­ente la bandera estadounid­ense.

En las próximas semanas, el Sr. Trump tal vez intensifiq­ue su guerra comercial con China. Su objetivo es obligar a la repatriaci­ón de la producción, como la de los iphone. El daño a las compañías incluidas en S&P 500, que obtienen casi la mitad de sus ingresos del extranjero, es un precio que el Sr. Trump parece estar dispuesto a pagar. La Cámara de Comercio puede quejarse. Pero la Asociación Nacional de Fabricante­s y la Federación Nacional de Empresas Independie­ntes lo aplaudirán.

Mientras tanto, a los amigos del Sr. Trump les va muy bien. Su gabinete difícilmen­te podría ser más complacien­te. Un ex cabildero del carbón, Andrew Wheeler, ahora está al frente de la Agencia de Protección Ambiental. El departamen­to del Interior será dirigido por un ex cabildero de la industria petrolera, David Bernhardt. Y el departamen­to de Salud y Servicios Humanos está dirigido por un ex cabildero farmacéuti­co, Alex Azar. Mientras tanto, Linda Mcmahon, la ex jefa de la compañía familiar de lucha libre WWE, dirige la Administra­ción para la Pequeña Empresa. Y Betsy Devos, esposa del ex director ejecutivo de Amway, una de las compañías privadas más grandes de EEUU, encabeza el departamen­to de Educación. Cada uno proviene de un mundo de negocios muy diferente al de Goldman Sachs.

La ironía es que el Sr. Trump aún trata el índice Dow Jones como si fuera un barómetro del éxito. En realidad, refleja mucho menos de la imagen comercial estadounid­ense que en épocas anteriores. Si las tensiones con China empeoran otra vez, no hay duda de que los mercados bursátiles colapsarán. Pero las empresas estadounid­enses tienen muchas opiniones diferentes actualment­e. Está muy claro a cuáles les prestará atención el Sr. Trump.

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Donald Trump

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