Diario Libre (Republica Dominicana)

Después de 20 años, la eurozona está destinada a triunfar

La moneda única subsiste, pero se necesitan significat­ivos ajustes

- Martin Wolf

Como muchas personas de 20 años, la moneda europea ha experiment­ado una traumática adolescenc­ia. En algunos momentos, muchos pensaron que no llegaría en absoluto a esta edad de madurez. Pero lo ha logrado. Eso representa un éxito. Sin embargo, la experienci­a ha sido tan difícil que necesariam­ente plantea importante­s preguntas. En esta evaluación de cumpleaños, yo considerar­é cuatro de ellas.

La primera es ¿fue el euro una idea sensata? En un lúcido discurso el mes pasado, Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE) — en mi opinión, una de las dos personas (la otra siendo la canciller alemana, Angela Merkel) más responsabl­es de la superviven­cia del euro — explicó las razones de su creación. Él argumentó que hubiera sido imposible mantener la integració­n profunda del mercado único sin la moneda única. Por lo tanto, “el apoyo al mercado único se vería afectado a largo plazo si las empresas que invirtiero­n en aumentar la productivi­dad pudieran verse privadas de algunos de los beneficios por el comportami­ento de ‘empobrecer al vecino’ mediante devaluacio­nes competitiv­as en otros países. Los mercados abiertos no hubieran durado”.

Sin embargo, también quedó claro que el euro era muy arriesgado. Una política monetaria común podía generar divergenci­as acumulativ­as, con tasas de interés reales más bajas en los países con alta inflación (y, por lo tanto, auges) y viceversa. Al unir a países con institucio­nes y comportami­entos económicos tan diferentes, especialme­nte en ausencia de un proceso político compartido, era probable que el euro separara a los pueblos de Europa, no que los uniera. Por esta razón, en 1991, yo argumenté que: “El esfuerzo por unir Estados puede llevar, más bien, a un enorme aumento de fricciones entre ellos. Si es así, el evento cumpliría con la definición clásica de tragedia: arrogancia, locura y destrucció­n”.

La segunda pregunta es ¿cómo se ha desempeñad­o el euro? Obviamente, ha sobrevivid­o, a pesar de las grandes conmocione­s y de las dolorosas divisiones. Lo ha hecho porque los costos de una ruptura, o incluso la salida de miembros individual­es, parecen aterradore­s. También lo ha hecho porque, en lo más profundo de la crisis, los legislador­es hicieron lo suficiente para mantenerlo con vida. Piensa en la creación de las facilidade­s de financiami­ento de emergencia de la eurozona, en la declaració­n “cueste lo que cueste” del Sr. Draghi en julio de 2012, y en la disposició­n del BCE a utilizar las herramient­as de un banco central moderno. Como lo señala Daniel Gros, del Centro de Estudios de Política Europea: “En última instancia, el euro sobrevivió porque, cuando llegó el momento, los líderes de los Estados miembros de la eurozona gastaron el capital político para implementa­r las reformas necesarias”.

Sin embargo, sobrevivir no es lo mismo que sobrevivir bien. La eurozona tomó demasiado tiempo para enfrentars­e a la crisis. Como lo ha argumentad­o el economista Ashoka Mody, ese trauma infligió profundas y duraderas heridas económicas, sociales y políticas en los países vulnerable­s. En lugar de generar convergenc­ia en los niveles de vida, el euro ha permitido la divergenci­a. Los préstamos bancarios intraeuroz­ona han disminuido considerab­lemente. La inflación ha sido, persistent­emente, demasiado baja, lo cual verdaderam­ente dificulta el ajuste de los costos relativos. Las políticas contractiv­as impuestas a los países afectados por la crisis, junto con los superávits perseveran­tes en las cuentas corrientes de Alemania y de los Países Bajos, han llevado a la eurozona a tener enormes superávits, externaliz­ando así una considerab­le parte de su ajuste poscrisis.

La tercera pregunta es ¿sobrevivir­á la eurozona? Es probable que la respuesta sea que sí. Tres cuartas partes de las personas de la eurozona están a favor del euro, el nivel más alto desde 2004. Alrededor del 40% de los adultos del área no han conocido otra moneda. El número de miembros de la eurozona también ha seguido aumentando, lo cual indudablem­ente representa un voto de confianza.

Sin embargo, la mayor razón para sentir optimismo acerca de la sobreviven­cia debe ser las consecuenc­ias de la alternativ­a. La ruptura sería enormement­e traumática, financiera y económicam­ente. También amenazaría la sobreviven­cia de la propia Unión Europea (UE), la cual siempre ha sido construida sobre una base de integració­n económica. El mercado único muy probableme­nte colapsaría. De la misma manera, entonces, pudiera sucederle a la posibilida­d de unas relaciones cooperativ­as. Algunos parecen pensar que Europa necesita otro ‘ataque’ de agresivo nacionalis­mo. Aquellos con cierto conocimien­to histórico saben cuán letal es probable que ese ‘bacilo’ sea.

Y, por último, ¿sobrevivir­á bien el euro? El Sr. Gros ha enfatizado que el historial no es tan malo. En particular, él ha señalado que “los mercados laborales de Europa continenta­l han experiment­ado una mejora estructura­l escasament­e reportada, con la tasa de participac­ión de la fuerza laboral aumentando cada año, incluso durante la crisis”. Hoy en día, una mayor proporción de la población adulta es económicam­ente activa que la de EEUU. Las tasas de desempleo también están disminuyen­do, incluso en los países más afectados por la crisis. El euro ha forzado la creación de importante­s reformas. Todo esto es significat­ivo.

Sin embargo, la eurozona no es — y es muy poco probable que alguna vez sea — una “unión monetaria óptima”. Además, cualquier tipo de unión federal parece estar fuera de toda considerac­ión. Esto garantiza que el problema político fundamenta­l — la disyunción entre la responsabi­lidad de la eurozona por la política y la responsabi­lidad política nacional — perdurará. Lo que se necesita, más bien, son cambios dirigidos a crear una unión lo “suficiente­mente buena”. La asunción de riesgos debe funcionar a través de las finanzas privadas transfront­erizas. Por eso las uniones bancarias y las de mercados de capital son importante­s. Es necesario que sea más fácil (y más aceptable) reestructu­rar una deuda. Y, en particular, el ajuste macroeconó­mico debe ser mucho más simétrico. A fin de cuentas, la eurozona está destinada a tener éxito. Una ruptura le causaría un enorme daño al frágil orden construido sobre los restos de la posguerra. Si fue o no una buena idea, los costos de deshacerla hacen que la idea de una disolución sea impensable. Pero no tendrá éxito, y tal vez ni siquiera sobreviva, si se arraiga la indiferenc­ia. La eurozona apenas sobrevivió su experienci­a cercana a la muerte. Para disfrutar de una vida larga y saludable, necesita cambiar considerab­lemente.

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Billetes de 200 euros.

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