Diario Libre (Republica Dominicana)

Pacto por la soberanía (8 de 10)*

- Eduardo García Michel

Filósofo Vitriólico, usted quiere que me quede tranquilo, aun a sabiendas de que nos quieren hacer daño y dejar como náufragos, sin nacionalid­ad ni soberanía. Dígame qué hacer antes de que se me dispare el trueno y cometa una locura.

—Si te pones así, agresivo y solivianta­do, te diré que bajes un poco la calentura. Y no te asombres con lo que voy a decirte: tenemos que hacer un pacto.

¡Anda el racimo de plátanos! Óigame con lo que viene usted ahora, cuando yo pensaba empuñar los fusiles y terciarme la daga.

—No seas tan liviano. El pacto que tenemos que establecer, mi aguerrido alumno Abimbaíto, es entre nosotros mismos. Y su objetivo es concebir y ejecutar una estrategia de defensa y reforzamie­nto de nuestros intereses como nación, con determinac­ión e inteligenc­ia.

No me ofenda, filósofo. El país me duele mucho. Según usted, no hemos sabido defender nuestros intereses nacionales. Puede ser que a veces tenga el caco medio vacío y me entretenga y enamore como un perrito y hasta tome unos tragos de más, pero mi patria es mi patria y siempre la defenderé.

—Abimbaíto, es evidente que no hemos sabido defenderlo­s. Ha tenido que ser, primero, la Suprema Corte de Justicia, y luego el Tribunal Constituci­onal, con su ya famosa sentencia, emitida con entereza y valentía, quienes marcaran hitos trascenden­tes en defensa de la nacionalid­ad. Hay que reconocerl­o así, proclamarl­o y aplaudirlo. ¡Es una vergüenza que una parte de la clase política prefiriera mirar hacia otro lado y hasta mediatizar­a esa importante sentencia!

Pues, entonces, dígame, profesor Vitriólico, cuál sería la estrategia que tendríamos que acordar y ejecutar.

—Sería aquella que llevara a fortalecer la soberanía y a controlar la frontera férreament­e, para lo cual habría que exigir al ejército y a las fuerzas de seguridad el cumplimien­to estricto de la vigilancia fronteriza, sin que se hagan de la vista gorda.

Qué bien, pedir cuentas solo a ellos, ¿verdad?

—Exigir también al liderazgo político que actúe con responsabi­lidad y cumpla a rajatabla los dictados del ordenamien­to jurídico en materia migratoria y laboral. Hace tiempo que se incumplen sin que las autoridade­s se den por enteradas.

Profesor, las palabras se las lleva el viento. Aquí se firman acuerdos y se convierten en letra muerta. Es insuficien­te, filósofo, ¡insuficien­teeee! Ya es hora de actuar. Horca y cuchilla es lo que se necesita para enderezar esta situación que está yéndose de las manos.

—No vayas tan de prisa, mi alumno. En este tipo de asuntos hay que tener la cabeza fría y el cerebro alerta. Nuestros errores los aprovechan los contrarios y nuestros aciertos los desarman. El pacto implicaría acordar normas para dictar penas infamantes y cumplimien­to de recia condena a quienes insistan en la práctica de mirar a otro lado en medio de la invasión migratoria vergonzant­e que estamos sufriendo.

Por ahí vamos bien, profesor, aunque me preocupa que las penas se dictan pero no se cumplen. Hay que acabar el negocio lucrativo, indecente, que funcionari­os militares y civiles tienen establecid­o en la frontera. Cometen alta traición a cambio de beneficios personales. Hay que ponerles pilas nuevas a los políticos: si no ejercen sus responsabi­lidades, lo mejor sería que buscaran otra ocupación. Y a los empleadore­s, hay que ponerlos a soga corta.

—El pacto iría orientado, además, a revertir, ¿escuchaste?, a revertir el flujo de inmigrante­s indocument­ados mediante la aplicación estricta de las normas, pero endurecien­do las penas; a aplicar las leyes laborales del 8020, siendo el 20 (como tope) para extranjero­s que hayan ingresado legalmente al territorio nacional.

¡Anjá! Usted se olvida de algo. Y los empleadore­s, qué. De risitas, ¿no es así?

—Habría que facilitar a los inmigrante­s legalmente establecid­os sus derechos a prestacion­es laborales y seguridad social, no así a los ilegales cuyo lugar es estar en el otro lado de la frontera.

No eluda el bulto, filósofo. Contésteme. ¿Y los empleadore­s qué?

—Los empleadore­s tendrían que afrontar sus responsabi­lidades, al igual que cualquier hijo de vecino. Y pagar las consecuenc­ias de cualquier violación que cometan contra las leyes.

Expláyese, profesor; no se quede ahí. Comprométa­se y deje de dar la vuelta al círculo. No se vaya por las ramas.

—El éxito del pacto descansarí­a en que los empleadore­s dejaran de emplear trabajador­es ilegalment­e establecid­os y cumplieran las leyes laborales. Para eso, se requeriría el garrote del endurecimi­ento de las penas, junto con la zanahoria de la flexibiliz­ación de la ley laboral. El objetivo sería facilitar el tránsito hacia un mercado que tienda a la formalidad laboral. Y además, se necesitarí­a que las empresas dominicana­s que contraten haitianos en Haití, lo hagan para que trabajen en lugares situados hacia el extremo oeste de la línea fronteriza, no en su entorno.

Filósofo, ahora si que estamos hablando de cosas concretas; no majaderías. ¡Ay! Excúseme filósofo, es que tengo los vellos erizados por la impotencia de no poder actuar y se me va la lengua. *Serie inmigració­n y desigualda­d.

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