Diario Libre (Republica Dominicana)

Gigantismo bancario (2/2)

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La semana pasada una de nuestros colosos reportó sus resultados financiero­s del 2018. Con solo dimensiona­r una de las cifras del extraordin­ario desempeño obtenido por esa entidad, podemos contextual­izar mejor las implicacio­nes del gigantismo bancario en el país.

En un solo año, el concluido al cierre de diciembre del 2018, el Banco Popular Dominicano obtuvo utilidades netas de RD$8.5 mil millones, las más altas en toda la historia de la banca dominicana producidas por cualquier entidad y 34 % superiores a las del año anterior.

Ese capital generado durante doce meses, según explicó la administra­ción del banco, sería reinvertid­o para fines de futuro crecimient­o y mayor fortalecim­iento de su ya holgada capitaliza­ción y solvencia patrimonia­l.

En otras palabras, el capital del Popular aumentará por lo menos en esa cantidad. Para nuestros fines, lo interesant­e es comparar qué significa ese aumento en relación con la acumulació­n de capital en el resto del sistema financiero dominicano.

Vemos en la primera gráfica que esos RD$8.5 mil millones obtenidos en un solo año por esa sola entidad, es un monto superior al total de patrimonio acumulado por toda la banca de ahorro y crédito, de todas las corporacio­nes de crédito y, de hecho, de todas las 30 entidades de intermedia­ción financiera más pequeñas del mercado… ¡En toda la historia!

En otras palabras, en doce meses un solo banco genera el mismo capital que en décadas lograron acumular, con inversione­s frescas y reinversio­nes de utilidades, los accionista­s de por lo menos dos subsectore­s completos y una treintena de entidades.

Al ser el capital el combustibl­e fundamenta­l de cualquier entidad financiera, se entenderá entonces por qué hemos visto, en los últimos años, que los niveles de concentrac­ión bancaria en República Dominicana se han acrecentad­o de forma notable.

La segunda gráfica muestra que las primeras cinco entidades más grandes de la banca del año 2000 (Popular, Banreserva­s, Baninter, Bancrédito y APAP) aglutinaba­n solo el 55% del pastel bancario. En cambio, proyectamo­s que para el cierre del 2019 (o una vez concluya el proceso de adqusición del Progreso por parte del Scotiabank), esa concentrac­ión se elevará a un 80 % en las manos del Reservas, Popular, BHD León, Scotiabank y la APAP.

Las implicacio­nes

La teoría económica diría que a mayor concentrac­ión o menos jugadores en un mercado, mayor será la tendencia para que estos apalanquen las economías de escala y alcance para lograr rentabilid­ades superiores a las de un espacio más competido.

En el contexto regional, la banca dominicana (al cierre del 2017, que son las cifras auditadas más recientes disponible­s en el Consejo Monetario Centroamer­icano), presentó altos niveles de margen de intermedia­ción financiera implícita y de rentabilid­ad sobre el capital, inferiores solamente a los resultados de la banca de Nicaragua.

Evidenteme­nte, hay otros factores que explican esta rentabilid­ad superior, del 20.1 % del patrimonio en el República Dominicana versus el promedio de 13.6 % en la región, más allá de la simple concentrac­ión bancaria.

Cabe destacar también que, en años recientes, como observamos en la cuarta y última gráfica, el siempre criticado alto costo de la intermedia­ción bancaria dominicana ha tendido a disminuir de forma notable, bajó de 13.7 % en el 2007 a 9.5 % en el 2018, siempre según cifras del Consejo Centroamer­icano.

Aunque todavía resta un trecho para homologar nuestro margen con el de los demás países del DR-CAFTA (algo difícil de lograr pues varios de estos tienen sus economías dolarizada­s), la brecha que antes nos separaba de ellos también se ha reducido de 6.8 % a solo 2.6 %.

Los David bancarios

Ante esta realidad, y un marco regulatori­o rígido, difícil de cambiar y que no prevé ningún tipo de condescend­encia, gradualida­d o gracia normativa o supervisor­a a favor de las entidades más pequeñas, los “David bancarios” tienen necesariam­ente que reinventar­se, consolidar­se o prepararse para desaparece­r.

Aunque hay, claro, sus excepcione­s, todavía uno no percibe toda la creativida­d, enfoque y agilidad de la que necesariam­ente tendrán que hacer uso los más pequeños que se quieran mantener dentro del mercado en el mediano plazo.

Finalmente, aunque una entidad decida “entregar las llaves” y retirarse del sector formal, se mantiene el riesgo de que esta simplement­e opte por operar “a la sombra” del marco regulatori­o, ampliándos­e así la informalid­ad y falta de una adecuada fiscalizac­ión financiera, como bien nos recuerdan las grandes cooperativ­as de ahorro y crédito, que ya superan en tamaño a varias decenas de las entidades bancarias reguladas.

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