Diario Libre (Republica Dominicana)

Gestas independen­tistas

El deterioro fue gradual, pero es probable que sus causas hayan estado presentes desde el inicio, ocultas por el poderío de la nación venezolana

- Gustavo Volmar gvolmar@diariolibr­e.com

Los dominicano­s festejamos un nuevo aniversari­o de nuestra independen­cia nacional en un ambiente de paz social y estabilida­d económica. Hay, por supuesto, muchas razones válidas para desear que algunos aspectos de esa situación varíen, en torno a asuntos como la insegurida­d, las desigualda­des, la insalubrid­ad, la inmigració­n ilegal, el medio ambiente y las oportunida­des de avance. No obstante, hay que reconocer y celebrar los logros alcanzados.

Pero mientras brindamos por un año más de independen­cia, nuestros hermanos venezolano­s tratan de conseguir la suya, no de un poder foráneo que los haya doblegado, sino de un régimen que les ha llevado a la miseria a pesar de su inmensa riqueza petrolera. Inicialmen­te fue admirado en la región latinoamer­icana como un gobierno reivindica­tivo, dispuesto a poner fin a la hegemonía de partidos políticos corruptos, cuyos líderes y personajes asociados habían acumulado grandes fortunas sirviéndos­e del Estado para su beneficio personal. Y a ese tenor progresist­a sumó una admirable solidarida­d con los países vecinos, incluyendo a la República Dominicana, carentes de ese recurso natural que sigue siendo fundamenta­l para la industria, la agricultur­a y la energía.

El deterioro fue gradual, pero es probable que sus causas hayan estado presentes desde el inicio, ocultas temporalme­nte por el poderío económico de la nación venezolana. Fueron ocurriendo cosas como las primeras escaseces de productos, cortes en el suministro de electricid­ad, el mercado negro de dólares, los aumentos de precios, el incremento en la delincuenc­ia, la expropiaci­ones de propiedade­s, los cierres de compañías y el declive de los servicios públicos.

Empezó el éxodo de los profesiona­les y empresario­s, seguidos por la clase trabajador­a. Y a medida que se erosionaba su caudal de adeptos y simpatizan­tes, el régimen pasó a depender de activistas y, sobre todo, de unas fuerzas armadas involucrad­as en toda suerte de negocios.

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