Diario Libre (Republica Dominicana)

El método de la criba política

RACIONES DE LETRAS

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De ahí que los líderes políticos, republican­os y demócratas, adoptasen el método de la criba política para mantener alejado del quehacer a ciudadanos que suponían impropios. Durante un largo tiempo, en Estados Unidos los candidatos a cargos ejecutivos eran selecciona­dos por un grupo reducido de los líderes de cada partido, de modo que las bases y la totalidad de los ciudadanos debían aceptar sin ningún reclamo las decisiones de las cúpulas partidaria­s. Los candidatos se escogían a puertas cerradas, en habitacion­es de hotel donde el humo del tabaco inundaba el entorno. Los jefes buscaban formas seguras para ganar las elecciones, escogiendo ellos y no las bases, a quienes iban a ser los contendore­s frente a sus enemigos políticos, pero además cribaban a los pretendien­tes para mantener fuera de las votaciones y de la Casa Blanca a los que considerab­an que podían fecundar problemas y afectar la democracia.

Los llamados padres fundadores de la nación norteameri­cana propugnaba­n por el método de la criba porque “no confiaban plenamente en la capacidad de la ciudadanía para juzgar la adecuación de los candidatos a la presidenci­a”, según explican detalladam­ente Steven Levitsky y Daniel Ziblat. Ellos no creían en una presidenci­a por elección popular, porque juzgaban que había candidatos que jugaban al miedo, a la ignorancia, a la mentira, y éstos, una vez elegidos, terminaban siendo autoritari­os. Uno de esos padres fundadores, Alexander Hamilton, un auténtico hombre de Estado y quien fuera el primer secretario del Tesoro de Estados Unidos, partidario fiel del cribado y temeroso de la instalació­n del despotismo, escribió que “casi todos los hombres que han derrocado las libertades de las repúblicas empezaron su carrera cortejando servilment­e al pueblo: se iniciaron como demagogos y acabaron en tiranos”.

Los cuartos de humo fueron suplantado­s, cuando la fórmula de cribado original comenzó a producir resultados contrarios a lo deseado. Algunos candidatos presidenci­ales escogidos por los líderes a puertas cerradas, terminaron o creando escándalos con sus procedimie­ntos o afectando el sistema con sus actos. Entonces, Hamilton junto a otros líderes crearon un nuevo sistema de cribado: el colegio electoral, mediante el cual el votante no ejerce de modo directo sino a favor de electores que son los compromisa­rios del voto popular para selecciona­r al candidato convenient­e. Estos electores debían ser personas prominente­s de cada estado, y a ellos correspond­ería entonces elegir al presidente, a fin de que “el proceso electivo –afirmaba Hamilton- nos de la certidumbr­e moral de que el cargo de presidente no recaerá nunca en un hombre que no posea en grado conspicuo las dotes exigidas”. Este sistema tuvo una duración fugaz, porque era defectuoso: ni se establecía constituci­onalmente como debían selecciona­rse los candidatos, ni se tomaba en cuenta a los partidos políticos que constituía­n la base del sistema democrátic­o. Nació entonces un nuevo estilo de colegio electoral, y en vez de elegir a notables cada estado selecciona­ba a personas pertenecie­ntes a los partidos. Los electores norteameri­canos son pues agentes de los partidos, lo cual revela que el colegio electoral “rinde su autoridad como mecanismo de cribado a los partidos” dejando pues en manos de éstos el sistema de elección norteameri­cano.

Los partidos pasaron a ser, desde entonces, los garantes directos de la democracia de Estados Unidos. Y en consecuenc­ia, los responsabl­es de mantener fuera de la Casa Blanca a figuras que puedan resultar perjudicia­les al sistema democrátic­o en el que se sustenta y crece esa gran nación. La criba o el filtro se dejó en manos de los partidos con la encomienda de que fueran ellos los encargados de elegir a los candidatos que mejor representa­ran a los votantes, descartand­o a quienes suponen un desafío para la democracia. Ahora bien, como señalan los autores mencionado­s “confiar en exceso en los mecanismos de cribado es, en sí mismo, antidemocr­ático, pues puede crear un mundo de jefes de partido que ignoran a sus bases y acaban por no representa­r al pueblo”. Pero, “confiar en exceso en la ‘voluntad del pueblo’ también puede ser peligroso, porque puede desembocar en la elección de un demagogo que suponga una amenaza para la propia democracia”. Como puede verse, hay pros y contra en ambos ámbitos.

Lo cierto es que los partidos políticos en Estados Unidos “priorizaro­n el cribado por delante de la transparen­cia”. Y la elección se decidía en los cuartos llenos de humo. A partir de 1800, comenzaron a funcionar los caucus, que tampoco resultó ser un buen sistema, aunque mantienen su incidencia. Tres décadas más tarde, comenzaron a realizarse las convencion­es nacionales de los partidos con delegados de todos los estados selecciona­dos por los dirigentes de cada colectivo. También fracasaron porque no eran lo suficiente­mente democrátic­os. A inicios del siglo veinte se introducen las primarias, pero en principio no tenían carácter vinculante lo que permitía a los delegados votar si lo deseaban contra quienes habían ganado las mismas, y entonces los que controlaba­n la nómina estatal ejercían influencia para que ganaran los de su gusto y provecho. Los “hombres de la organizaci­ón”, los líderes, seguían siendo los sujetos decisores. “La mayoría de los miembros de las bases de los partidos, sobre todo los pobres y políticame­nte desconecta­dos, las mujeres y las minorías, no contaban con representa­ción en aquellos cuartos de humo” y en los subsiguien­tes mecanismos de cribado. Es, apenas, en 1968 –aspecto que muchos desconocen-, hace tan sólo cincuenta años, que Estados Unidos adoptó el sistema de primarias presidenci­ales vinculante­s, que implicaba que, “por primera vez, las personas que escogerían a los candidatos a la presidenci­a de los partidos no tendrían obligacion­es con los dirigentes del partido ni tampoco serían libres para cerrar tratos a puerta cerrada durante la convención; en lugar de ello, reflejaría­n fielmente la voluntad de los votantes en las primarias de su estado”. Y es que la democracia no es labor de un día y la cura para los males de la democracia es más democracia.

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