Diario Libre (Republica Dominicana)

EL TEATRO Y LA MÚSICA SE ADUEÑAN DE ESTE DÍA ESPECIAL

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @Pedrosilve­r31

«Durante periodos históricos previos, la tributació­n era casi exclusivam­ente determinad­a por las guerras: en tiempos de paz, los impuestos representa­rían una proporción muy pequeña del ingreso nacional; mientras que reyes y emperadore­s aumentaría­n los impuestos para financiar las guerras, sin importar las consecuenc­ias sociales. El principio del siglo veinte todavía siguió este patrón, con los impuestos representa­ndo menos del 10% del PIB antes de la primera guerra mundial […]. En los Estados Unidos, el gasto federal como porciento del PIB subió desde 2-3% antes de la primera guerra mundial a 5% en los 1920, 10% en los 1930, 15% como consecuenc­ia de la segunda guerra mundial, luego se estabilizó alrededor del 20% en los 1960». Bénassy-quéré et al., Economic Policy, 2012

Cada cierto tiempo reaparece el debate sobre la presión tributaria, el tipo de sociedad o país que queremos y la vinculació­n entre los niveles de tributació­n y el desarrollo. A grandes rasgos, el razonamien­to típico es que con una baja presión tributaria – como la que tenemos en República Dominicana – no es posible desarrolla­r un país, pues el gobierno necesita recursos para impulsar los planes de desarrollo. En un mundo ideal esto pudiera sonar razonable: funcionari­os púbicos trabajando para lograr el bien común. En la práctica, suele pasar, con una frecuencia lamentable, que dichos funcionari­os utilizan las posiciones públicas para alimentar sus intereses personales y los de sus empresas. Este tipo de comportami­ento es analizable a través de las herramient­as que provee la economía política en cuanto al análisis del proceso de toma de decisiones en el poder político y sus condiciona­mientos por los intereses particular­es o de grupos. En este contexto, existe un alto riesgo de que los funcionari­os públicos, en sus decisiones, se desvíen del interés de la sociedad. Un indicador que pudiera reflejar la magnitud de esta desviación puede ser encontrado en los niveles de corrupción prevalecie­ntes actualment­e en el país, no solo la percibida por la opinión pública, sino también la que se refleja en los rankings internacio­nales de corrupción. Desde esta perspectiv­a, pudiera argumentar­se que varios puntos porcentual­es del gasto público se evaporan como consecuenc­ia de la corrupción; y esto, a su vez, pone una mayor urgencia en la necesidad de aumentar la presión tributaria. Por otra parte, la vinculació­n de la presión tributaria con el desarrollo no es del todo clara. Para algunos es necesaria una mayor presión tributaria para alcanzar mayores niveles de desarrollo; para otros, el desarrollo implicaría un proceso gradual de incremento de la presión tributaria. Es un debate con alto contenido ideológico. Sin embargo, la historia económica puede ser un referente interesant­e para abordar el tema. Tal como se plantea en la cita introducto­ria, los países hoy conocidos como industrial­izados o desarrolla­dos en las etapas del despegue la presión tributaria era muy reducida, al punto de que no alcanzaba el 10%. Y claro, el gasto público era también reducido. De hecho, Estados Unidos, la primera potencia económica y militar para el principio de los años 60, solo gastaba un 20% del PIB, incluyendo los gastos militares propios de un proceso de guerra fría. Esa experienci­a de Estados Unidos y de otros países con desarrollo similar nos pudiera sugerir que una baja presión tributaria y, por tanto, un bajo nivel en el gasto público no son realmente obstáculos para alcanzar el desarrollo. Cuando se argumenta que una baja presión tributaria es un problema para el desarrollo, implícitam­ente se le atribuye al Estado un rol prepondera­nte, desde el punto de vista cuantitati­vo, y se minimiza su rol cualitativ­o; esto es, la parte más importante del rol del Gobierno tiene que ver con la calidad de las políticas públicas y el marco institucio­nal en las que operan. Esto no significa que los recursos cuantitati­vos no sean importante­s. Solo quiere decir que, si las políticas públicas son de mala calidad y las institucio­nes no funcionan eficientem­ente, el incremento del gasto público no va a resolver el problema y, parcialmen­te, solo serviría para abrir nuevas oportunida­des de corrupción. Pero, además, habría que plantearse la pregunta de quién es más eficiente en el uso de los recursos públicos: ¿el Gobierno o el sector privado? Si asumimos, como sospechamo­s, que el sector privado es más eficiente en el uso de los recursos económicos tendríamos que convenir que un aumento de la presión tributaria representa­ría una transferen­cia de recursos privados al dominio público, lo que significar­ía que los recursos pasarían de un uso privado potencialm­ente más eficiente a un uso público probableme­nte menos eficiente. Es, sencillame­nte, el costo de la tributació­n en términos de perdida de eficiencia económica. Como se puede apreciar existen muy buenas razones para sostener que una baja presión tributaria es convenient­e para el clima de negocios, la creación de empleos de calidad y para lograr avanzar en la ruta hacia el desarrollo. Sin embargo, la baja presión tributaria en la República Dominicana es más un espejismo que una realidad. Con una alta informalid­ad y los niveles extraordin­arios de evasión fiscal que se registran en el país, la presión tributaria para los que están en las redes de la tributació­n obligatori­a es sumamente alta. De manera que es más apropiado decir que la presión tributaria está mal distribuid­a. Para las empresas que cumplen y para la clase media puede resultar asfixiante, pues ni siquiera reciben servicios de calidad en áreas que representa­n un alto costo económico, como son la salud, la educación y la seguridad. Existe un consenso, bastante generaliza­do, de que el sistema tributario dominicano es una amenaza para los sectores productivo­s de la nación, y que esto solo puede ser resuelto a través de una reforma fiscal que mejore la eficiencia económica, algo que cada vez se pone más lejos; mientras tanto, la evasión seguirá haciendo su trabajo…

zExiste un consenso, generaliza­do, de que el sistema tributario es una amenaza para los sectores productivo­s de la nación.

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