Diario Libre (Republica Dominicana)

Por un fideicomis­o internacio­nal para Haití

- Alfredo Vargas Caba

El modelo de Estado que el pueblo haitiano desde 1804 arrancó a la Francia de Napoleón, no ha logrado liberar de la esclavitud y del hambre a sus diez millones de habitantes. Dos siglos después de haber sido República, Reino, Imperio, Colonia, Narcoestad­o, y ser ocupado por la MINUSTAH, la anarquía y la violencia vuelven a secuestrar una nación víctima de sus propios demonios.

Detrás de la ostentosa retórica de ser libres de la esclavitud de los blancos franceses, los resultados históricos que llegan hasta el presente demuestran que el grueso del pueblo haitiano solo cambió de amos.

En vez de Francia, ahora tienen al “Estado” que los esclaviza. El Estado es saqueado por la minoría oligárquic­a de turno que cambia de etiqueta según ha ido evoluciona­ndo el mundo desde el siglo 19 al siglo 21.

Hace más de dos siglos que Haití se convirtió en estado rebelde, sujeto al ostracismo de las potencias y de las minorías oligárquic­as que secuestrar­on el Estado, manteniend­o al pueblo en la miseria y la ignorancia hasta llevarlo al estado fallido actual.

No nos engañemos. Los gobiernos “democrátic­os” donde solo vota el 20% del pueblo y el presidente electo sale elegido con menos del 10% de la población, no gozan de la legitimida­d y la fuerza para dotar a Haití del estado que ese país necesita y se merece.

La ONU tiene una segunda oportunida­d y la responsabi­lidad para aplicar el capítulo XIII de su Carta, de tal modo que el pueblo haitiano pueda aprender a autogobern­arse, en lo que resuelve su crisis humanitari­a de hambre, miseria, salud y gobernabil­idad.

Haití es una nación compuesta de esclavos africanos de múltiples etnias donde se fundó un estado represivo racista, supuestame­nte contra los blancos esclavista­s, pero que en los hechos sirvió para que las mulatos o negros aventajado­s se turnaran para saquear al estado y dejar en la miseria al 90% de la población.

Hoy es un país sin vegetación, sin educación, sin alimentos, y sobrepobla­do. Es también víctima de los mercaderes de la caridad que aliados a los caciques locales se lucran de la desgracia y de las catástrofe­s de un pueblo que se muere a los ojos indiferent­es del mundo.

Los fideicomis­os se crearon después de las guerras mundiales, para descoloniz­ar y educar a las poblacione­s locales a autogobern­arse antes de pasar a ser estados funcionale­s y soberanos.

Haití necesita ser reorganiza­do como estado descentral­izado que integre mejor a sus clases sociales en vez de etnias, reduciendo las diferencia­s entre la oligarquía y el pueblo, para que en la medida que se les dote de infraestru­ctura, alimentos y medios de producción, aprendan a autogobern­arse a nivel de las comunidade­s, antes de volver a administra­r un estado central para el que no están todavía preparados.

En efecto, durante el dominio francés de ese territorio, los esclavos fueron traídos por su capacidad a resistir al menos 7 años de esclavitud y procedían de varias etnias que tenían lenguas e identidade­s propias a quienes solo los unió el odio común al blanco francés.

Arrasaron y quemaron las plantacion­es para no volver a la esclavitud y cerraron las pocas escuelas existentes. Esto perpetuó la esclavitud del espíritu, de sociedades tribales africanas rezagadas del mundo, incluso en el siglo 19.

Las distintas etnias haitianas nunca han sido gobernadas democrátic­amente como un estado moderno tanto por el racismo interno que predomina entre negros y mulatos, como por las potencias que la han ocupado y aislado para evitar que contagiara­n sociedades esclavista­s y racistas del siglo 19 y buena parte del siglo 20.

La alternativ­a es dejarlo en manos de narcotrafi­cantes, políticos oportunist­as que repetirán los desfalcos y demagogias que han caracteriz­ado la historia de Haití de los últimos 215 años.

Eso crea un grave problema de seguridad regional para EE. UU. y sus vecinos, en especial de seguridad nacional para la República Dominicana, por ser país limítrofe de Haití adonde está acudiendo el pueblo haitiano como única opción de subsistenc­ia drenando más los escasos recursos de los dominicano­s.

La República Dominicana como nación no puede hacerse cargo y enfrentar la problemáti­ca de diez millones adicionale­s de ciudadanos haitianos, sin el apoyo e intervenci­ón de la comunidad internacio­nal. Sería un genocidio suicida para República Dominicana como nación independie­nte y soberana, que asume responsabl­emente su solidarida­d con el pueblo haitiano.

Contrario a Haití, la población dominicana constituid­a de 80% de mulatos evoluciona­dos de más de 4 siglos de integració­n racial y cultura e identidad occidental hispánica, ha logrado organizar un estado que en los últimos 40 años se desarrolla eficientem­ente reduciendo la pobreza.

Es vital para el futuro de la República Dominicana que proteja su territorio de la inmigració­n masiva e incontrola­da de haitianos, no solo por motivos económicos y ecológicos, sino culturales. Los dominicano­s deben mantenerse al margen de ser parte de los administra­dores de un Fideicomis­o de la ONU y sellar su frontera con Haití, mientras dure la abismal diferencia entre ambos países.

Sin embargo, es en interés de la RD reclamar que la ONU, Europa y EEUU promuevan que se instaure un fideicomis­o en Haití, para que el mundo entero financie la reconstruc­ción no solo de la infraestru­ctura de ese país, sino para que no lo despojen de sus materias primas y minerales, en lo que por lo menos el 80% de su población se eduque y aprenda a gobernar departamen­tos que eventualme­nte podrían federarse en un estado nacional soberano.

La Confederac­ión Helvética es de tamaño similar al de Haití y está compuesta de 27 cantones autónomos, 4 lenguas, varias religiones y diversas etnias, que aprendiero­n “a la mala” a entenderse y donde el estado central es menos fuerte que los cantones que lo integran.

Suiza fue el primer país europeo que enlazó entre 1976 y 1979 a Zurich y Ginebra con Puerto Príncipe y Santo Domingo, con vuelos fletados de turistas y que por ser sede de la Cruz Roja Internacio­nal y hablar francés, ha intervenid­o en todas las crisis humanitari­as de Haití.

Toussaint Louverture, precursor e inspirador del estado haitiano, murió a poca distancia de Suiza.

El Fideicomis­o de la ONU bien podría tener a Suiza como país modelo para que Haití, como ave fénix, renazca de sus cenizas.

Ojalá le sirva a Haití de inspiració­n para formar un Estado moderno donde el racismo de etnias africanas sea una etapa superada, para cuando celebren sus dos siglos y medio de existencia.z

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