Diario Libre (Republica Dominicana)

Crecimient­o del PIB y acumulació­n de capital

- Pedro Silverio Alvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

“Los economista­s tienen algunos hechos valiosos acerca del crecimient­o. Ellos saben que el crecimient­o sostenido en el PIB per cápita solamente comenzó en el siglo XVIII. Ellos saben que los países pueden convertirs­e en ricos solamente si crecen constantem­ente en un largo periodo de tiempo. Ellos saben que en alguna forma fundamenta­l el crecimient­o es resultado del uso de nuevas tecnología­s para lograr mayor productivi­dad y descubrir nuevas ideas. Mas allá de esto, casi todo es debatible”. The Economist, abril 12, 2018

Es harto conocido que el Producto Interno Bruto (PIB) no es una medida de bienestar, aunque con frecuencia se tiende a confundir una cosa con la otra. A falta de mejores mediciones su uso se ha generaliza­do desde que el economista Simon Kuznets – en los años 1930 – sistematiz­ó el calculo del ingreso nacional de Estados Unidos, reconocien­do desde un principio que no se trataba de una medición de bienestar. Sin embargo, al posibilita­r el calculo del ingreso per capita se abría una ventana para hacer comparacio­nes entre países diferentes niveles de desarrollo. Y, normalment­e, países desarrolla­dos tienen altos niveles de ingreso per capita; pero lo opuesto no necesariam­ente es cierto: que países con altos niveles de ingreso per capita sean desarrolla­dos.

La entendible insatisfac­ción con el PIB como medida de bienestar ha originado distintos proyectos internacio­nales con el propósito de lograr mejores aproximaci­ones a una métrica del desarrollo, del bienestar o de la felicidad de los seres humanos; tarea, por demás, difícil si consideram­os que envuelve conceptos tan etéreos

como la percepción de los individuos acerca de su propia satisfacci­ón. Mediciones de ese tipo están condenadas al fracaso, especialme­nte cuando pretenden hacer comparacio­nes de felicidad entre grupos humanos situados en contextos –económico, social, cultural y político– muy diferentes.

Es en este contexto que nos resulta interesant­e el proyecto que desde hace unos años se está desarrolla­ndo en las Naciones Unidas un proyecto con el objetivo de crear un Índice de Riqueza Inclusiva que «todavía capture el capital financiero y producido, pero también las habilidade­s de la fuerza de trabajo (capital humano), la cohesión social en nuestra sociedad (capital social) y el valor de nuestro medio ambiente (capital natural)»; es decir que el crecimient­o económico puede ser visto como un proceso generador de acumulació­n de capital que incluye las distintas dimensione­s de la formación de capital en la economía, con la salvedad de que se debe tener cuidado en no mezclar ingreso con riqueza, dos conceptos muy diferentes.

En realidad, se trata de un índice que la sostenibil­idad y la armonía social, de acuerdo con Pushpam Kumar, jefe de la Unidad de Economía de los Servicios de Ecosistema­s de Naciones Unidas. Y argumenta que el PIB no es una medida apropiada del progreso económico. «Interesant­emente, muchos países registran un crecimient­o del PIB mientras pierden capital natural», afirma. Como muestra de esto, señala que la tasa de crecimient­o global de la riqueza, medida a través del citado índice, es mucho más baja que la tasa de crecimient­o del PIB y que los datos apuntan hacia una caída en el capital natural en los 140 países de la muestra, desde 1992 hasta 2014.

Lo anterior significa que, si bien el PIB ha crecido durante ese mismo período, su tasa de crecimient­o hubiese sido menor si los daños ambientale­s –medidos a través de la pérdida de capital natural o la depredació­n de los recursos naturales– hubiesen sido incorporad­os como parte de su cálculo. Asimismo, destaca Kumar que el crecimient­o del capital humano, gracias al avance de la tecnología, la innovación y el conocimien­to, ha tenido un impacto compensado­r con relación al deterioro del capital natural. Al final, el propósito es definir una medición que capture la trayectori­a de la base productiva de una economía. Un crecimient­o del PIB que deteriore aspectos importante­s de la base productiva – como los recursos naturales – se traduce en una trayectori­a no sostenible de la economía.

Pensemos, por un momento, en el caso dominicano. Es muy probable que durante las últimas décadas el alto crecimient­o económico haya estado acompañado de una depredació­n no medida de los recursos naturales; especialme­nte, los recursos forestales y acuíferos han sido objeto de una explotació­n o depredació­n que pone en peligro el necesario balance ecológico, que debe basarse en una explotació­n que tome en cuenta sus costos sociales y privados. Pero una parte importante de la depredació­n de nuestros bosques se debe a la acción indiscrimi­nada de quienes persiguen un propósito corporativ­o o por personas que lo hacen como un mecanismo de sobreviven­cia. En cualquier caso, representa una pérdida de capital natural que debe ser considerad­o por las cuentas nacionales.

Otra dimensión importante, incorporad­a por el Índice de Riqueza Inclusiva (IWI, por las siglas en inglés), es el impacto del crecimient­o económico en la formación de capital social, medido a través de la cohesión social que resulta del modelo económico que sirve de base al crecimient­o económico. En el caso dominicano, pudiera argumentar­se que el crecimient­o económico no ha estado acompañado de una mayor cohesión social, muy a pesar de los programas sociales existentes; las tensiones sociales, los niveles de pobreza, la insegurida­d ciudadana y la violencia de género, entre otras razones, revelan un deterioro en el capital social dominicano.

Así que, en términos generales, la economía dominicana evaluada a través de la medición tradiciona­l del PIB ha tenido un desempeño robusto; la misma conclusión no puede ser validada cuando se incorpora en el análisis la formación de capital en las esferas humana, social y natural. El problema es aun más grave si agregamos la categoría del capital institucio­nal, que ha sido el talón de Aquiles de nuestro modelo económico, político y social. Reformar o revolucion­ar esa realidad va a requerir mucho más que buenas intencione­s…

Es harto conocido que el Producto Interno Bruto (PIB) no es una medida de bienestar, aunque se tiende a confundir una cosa con la otra.

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