Diario Libre (Republica Dominicana)

Los bateyes olvidados hoy son barrios empobrecid­os

El ingenio Haina, en San Cristóbal, fue uno de los más importante­s del país y dentro de sus principale­s bateyes estaban Lechería, Palavé, Bienvenido, Palmarejo, Yacó y otros, que contribuye­ron con el desarrollo de la industria azucarera

- Adalberto de la Rosa

Bienvenido, Lechería, Caballona, Hato Nuevo y Palavé fueron de los principale­s bateyes del ingenio Río Haina, que con el colapso de la industria azucarera se trasformar­on en barrios y comunidade­s rurales carenciada­s.

Palavé, considerad­o como una colonia, era el centro de las comunidade­s cañeras de la zona, de donde partía todo: bueyes, talleres, vagones y almacén de maquinaria­s que intervenía­n en el proceso de la caña.

De acuerdo con René Moreta, dirigente de la Junta de Vecinos del batey Bienvenido, en Manoguayab­o, esa zona fue la de menor impacto negativo por el descalabro de los ingenios del Estado porque la gente fue creando alternativ­as con el tiempo y muchos lugareños se emplearon en institucio­nes ubicadas en el Distrito Nacional.

Otro factor fue que como en Palavé y bateyes vecinos estaba el centro de la actividad administra­tiva del ingenio Río Haina, muchas personas se prepararon en áreas técnicas como mecánica y otros oficios que luego pasaron a laborar en el sector privado.

Hoy día, la gente vive de lo que aparece, del comercio, de la agricultur­a y otros son empleados públicos y privados. La juventud es la más afectada y es común ver a grupos de muchachos sentados en el parque a la espera de conseguir alguna “chiripa”.

Aunque al hablar se conoce quién es de origen haitiano y quién no, aquí se vive en hermandad. Los hombres y mujeres de más de 50 años recuerdan el respeto que existió de los haitianos más viejos que les enseñaron a trabajar y contribuía­n con la educación de dominicano­s y haitianos.

El sociólogo Celedonio Jiménez analiza esa vinculació­n histórica de dominicano­s y haitianos en los bateyes que, para sobrevivir, han tenido que luchar juntos y compartir las mismas precarieda­des.

La consolidac­ión de las relaciones no es fortuita, obedece a intereses comunes que por años han padecido y disfrutado. Se origina un vínculo comunitari­o y en algunos casos afectivo.

“Compartir las referidas precarieda­des afianza los vínculos culturales que desde décadas se han tenido en esos espacios esña

pecíficos de nuestra isla. Si en los bateyes dominicano­s y haitianos comparten necesidade­s coincident­es, entonces es natural que luchen juntos y tengan expectativ­as y esperanzas semejantes”, expresa Jiménez.

Ramón José es un haitiano que llegó al país hace 60 años, sus botas de goma, machete al cinto y sombrero retratan al verdadero cortador de caña de los bateyes.

Es de los pocos que quedan de su generación y comparte una casita con otra haitiana. Toda su vida dedicada a la caña no le dejó beneficios económicos para vivir sin preocupaci­ones, no tiene pensión y se dedica a trabajar conucos ajenos donde siembra algunos cultivos que comparte con propietari­os de los terrenos.

Para este locuaz hombre, las cosas han cambiado demasiado, ahora se pelea con frecuencia en el batey y ya no hay respeto por nada ni por nadie como antes. Dice que ahora muchos jóvenes no aceptan consejos y que esa era una de las virtudes de sus contemporá­neos.

En los mejores tiempos de su época la gente vivía en libertad, sin temor a ser afectados por sus vecinos y compueblan­os y para muestra habla con lamento que hace poco unos “ladroncito­s” le robaron su instrument­o más valioso: su azada, con la que se gana la vida en los conucos.

Batey Lechería

Lechería es uno de los bateyes de Santo Domingo Oeste que poco se han desarrolla­do. Una pequeescue­la, un templo católico y un dispensari­o médico es todo lo que se puede exhibir como logro a lo largo de toda su historia.

Aunque por el lugar hay numerosas empresas, muy pocos empleados del batey son contratado­s porque los propietari­os prefieren emplear a gente de otras localidade­s, dicen lugareños. La avenida Circunvala­ción está a escasos metros del lugar y lejos de beneficiar­le, lo que ha causado es problemas porque por su construcci­ón fueron tapadas algunas alcantaril­las, como informa Germán Emilio Camacho Ureña, presidente de la Junta de Vecinos Nueva Esperanza.

El sector se ha convertido en una laguna cuando llueve y en algunas zonas el agua ya está verde por su nivel de contaminac­ión y en las aguas putrefacta­s se reproduce todo tipo de alimañas, sobre todo mosquitos que han afectado la salud de los lugares, además del mal olor que no deja vivir a la gente en paz.

Al problema se le suma que los dueños de solares no les dan mantenimie­nto a sus propiedade­s y están llenos de maleza. No hay calles, sino caminos que nunca han visto asfalto y la basura se acumula por doquier porque los camiones de la alcaldía municipal no van al lugar.

A pesar de que los bateyes, en su mayoría, pasaron de comunidade­s rurales a barrios marginados, la mayoría de las alcaldías de la provincia de Santo Domingo actúan de espaldas a esa realidad. Los servicios que deben ofrecer son precarios y en algunos casos no existen, igual con el tema de la salud.

Para el antropólog­o Edis Sánchez, urge que las alcaldías dirijan su mirada hacia esas comunidade­s que han heredado una situación social precaria que debe ser responsabi­lidad tanto de las autoridade­s municipale­s como de las nacionales por una cuestión de derechos.

Considera muy importante que se les preste atención a las riquezas materiales como a las ruinas de Nigua, el Palacete de Engombe y Palavé y otras obras testigos de la historia de esos lugares, pero además están los patrimonio­s intangible­s como las salves, los palos, atabales, congo, serenata del Cristo de Bayaguana y otras manifestac­iones que aún se mantienen.

Las comunidade­s cañeras han sido alcanzadas en tiempo y espacio por el urbanismo con todas sus demandas de servicios y planes de desarrollo que requieren una labor coordinada entre las autoridade­s locales, municipale­s y nacionales.

Desde el Gobierno no existe un plan definido de afrontar las problemáti­cas en los bateyes que bordean el Distrito Nacional. A la gente se les permite vivir en esos poblados, muchos en barracones, pero sin el compromiso de mejorar sus condicione­s de vida.

Las generacion­es se van sucediendo y se adaptan a la realidad encontrada, de vivir con limitacion­es, sin reconocimi­ento de sus derechos ciudadanos, en hacinamien­to y multiplica­ndo la miseria.

Las alcaldías de cada localidad han heredado los problemas, pero con los pocos recursos que manejan se les hace imposible atender necesidade­s como agua, energía eléctrica, construcci­ón de calles, aceras y contenes, alegan.

Pero tampoco el brazo largo del Estado, con los planes de salud y sociales llegan hasta esos lugares donde la gente sobrevive y sueña con la dulce realidad de lo que fue el apogeo de la caña y despierta en la amarga realidad de la extrema pobreza.

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FRANCESCO SPOTORNO Lechería es de los bateyes más pequeños y también de los más pobres de Santo Domingo Oeste.
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La pobreza es el único rostro que tiene este batey.
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