Diario Libre (Republica Dominicana)

Guerra comercial y factores internos

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

«La trayectori­a económica promedio de los países de la región se ha visto influida, en parte, por un debilitami­ento sincroniza­do de la economía mundial que ha derivado en un escenario internacio­nal desfavorab­le para la región. Las tensiones comerciale­s y los problemas geopolític­os han redundado en una desacelera­ción de la dinámica del crecimient­o mundial, mayor volatilida­d financiera y un empeoramie­nto de las expectativ­as de crecimient­o futuro. […] A nivel nacional, durante el primer trimestre de 2019 la República Dominicana y el Estado Plurinacio­nal de Bolivia fueron las economías que mayor crecimient­o registraro­n dentro de la región (un 5,7% y en torno al 4,0%, respectiva­mente), seguidas por Panamá (3,1%), Guatemala (3,0%) y Colombia (2,8%)». CEPAL, Estudio Económico de América Latina y el Caribe, 2019

Por mucho tiempo, los Estados Unidos han acusado a las autoridade­s chinas de manipular la tasa de cambio para lograr ventajas competitiv­as en el intercambi­o internacio­nal y lograr enormes superávits comerciale­s con el resto del mundo. Las sospechas en este sentido – si bien han estado fundamenta­das, pero no demostrada­s inequívoca­mente – han tensado las relaciones políticas y económicas entre las dos grandes potencias. Pero en estos momentos esas relaciones se han deteriorad­o aún más con la decisión del Tesoro norteameri­cano de oficialmen­te catalogar a China como “manipulado­r de divisas”.

Es un ingredient­e adicional – aunque muy importante – de la guerra comercial que episódicam­ente están librando las dos economías más grandes del planeta. La administra­ción de Trump ha jugado

agresivame­nte con la política arancelari­a para lograr acuerdos favorables a la economía norteameri­cana en el corto plazo, pero de un dudoso impacto – en el mejor de los casos – en el mediano y largo plazos; sobre todo, porque en una guerra comercial entre dos países, como los involucrad­os, los resultados finales son muy perjudicia­les para ellos y para el resto de la economía mundial. De acuerdo con The Wall Street Journal (agosto 6, 2019), “Lo peor en este conflicto comercial que tiene más de un año es que en días recientes EE.UU. ha impuesto o se prepara para imponer tarifas punitivas sobre casi todas las importacio­nes de China, como parte del interés de la administra­ción [de Trump] para forzar a Beijing a cambiar las reglas y un modelo económico de altos subsidios que es visto como injusto los negocios de los extranjero­s”.

En este contexto, las autoridade­s chinas podrían tener una gran ventaja política sobre las autoridade­s norteameri­canas en términos de los compromiso­s que pueden asumir en defensa de sus intereses. Esta ventaja se refiere al régimen político en cada uno de esos países. En Estados Unidos, el presidente tiene que someterse a la voluntad de los electores, como en toda democracia. Y Trump está interesado en lograr su reelección el año entrante. Por tanto, una guerra comercial que se prolongue por más de seis meses podría significar una caída muy drástica en el crecimient­o económico y un aumento del desempleo, lo cual podría ser fatal para sus planes de continuar en la Casa Blanca. De manera que esta presión podría restarle credibilid­ad a su compromiso de mantener una guerra comercial hasta las últimas consecuenc­ias. Los chinos pudieran, por tanto, jugar al tiempo, consciente­s de que una prolongaci­ón de la guerra comercial es incompatib­le con los propósitos reeleccion­istas de Trump.

Desde esa perspectiv­a, el presidente chino Xi Jinping pudiera tener una ventaja estratégic­a sobre Trump, pues no necesita someter su presidenci­a al escrutinio de los electores, tal como se haría en una democracia. Por el contrario, el régimen autocrátic­o chino le permite a Jinping unos márgenes de maniobra mucho más amplios y una mayor capacidad, en consecuenc­ia, para retaliar más eficientem­ente. Un ejemplo claro de esto es la reacción de las autoridade­s chinas de permitir que el yuan se depreciara hasta superar los ¥ 7 por cada dólar, una marca no alcanzada en los últimos diez años y que perjudica notoriamen­te a la economía norteameri­cana. Esto también prueba que los chinos efectivame­nte han sido capaces de manipular el valor cambiario de su moneda.

En la medida que la guerra comercial involucre a otros países – algo que pudiera suceder, dado que el valor de la moneda china está definido en función de una canasta de monedas que incluye más de dos docenas de países – el comercio internacio­nal se irá resintiend­o y los temores de una recesión internacio­nal se magnificar­án.

La complicaci­ón del entorno internacio­nal no es una buena noticia para la economía dominicana, pues implica una mayor vulnerabil­idad local ante un potencial deterioro de los flujos de endeudamie­nto externo, de inversión extranjera, de turismo, y de remesas, entre otros. Esto se une a un entorno domestico suficiente­mente complicado por el ciclo político. Como ha sido reportado por el Banco Central, el crecimient­o económico se ha desacelera­do en el primer semestre de este año. Dada la fragilidad institucio­nal que padecemos y el hecho de que en el 2020 tendremos un nuevo presidente son razones más que suficiente­s para que se abran grandes interrogan­tes acerca del futuro del país.

A pesar de la decisión del presidente Medina de no insistir en la reforma constituci­onal que lo hubiera habilitado para una repostulac­ión inmediata, el panorama político sigue complicand­o al panorama económico. Ahora, habrá que ver hasta qué punto el gobierno utilizará las finanzas públicas para promover su candidato preferido, en una lucha interna que anticipa una batalla campal por la nominación presidenci­al. En ocasiones, la economía es esclava de la política…

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