Diario Libre (Republica Dominicana)

“La última estrofa de Nature Boy es un resumen apretado de la gran lección que ahbez ha trasladado en la canción que Nat King Cole inmortaliz­ó hace casi tres cuartos de siglo: un mensaje de vigencia eterna”.

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Miles Davis había grabado una toma propia.

En Spotify hay decenas de interpreta­ciones. En mi búsqueda, tropecé con una entrega excelente de la brasileña María Bethânia en portugués, recostada su voz grave sobre el registro de las cuerdas de la guitarra de su hermano Caetano Veloso. Un toque final en inglés convierte en imprescind­ible el arreglo de este último: la voz añadida de Vinicius de Moraes. Y con otra de José Feliciano que ya coloqué en mi apartado de favoritas y que también desconocía. Se encuentra en un LP grabado en 1966 cuando el cantante puertorriq­ueño mutó en veinteañer­o. Nat King Cole y su voz suave de barítono habían callado el año anterior.

La gloria coexiste con el infierno. Un compositor judío lo llevó a los tribunales por plagio y el hippie a destiempo argumentó en su defensa que la música y letras de Nature Boy habían llegado a sus oídos mientras estaba en el desierto...¡susurradas por un ángel! Un acuerdo transaccio­nal y, en consecuenc­ia, la acusación nunca fue probada.

Después de sus viajes y aventuras en que las influencia­s de dos escuelas alemanas de filosofía lo colocaron en la ruta de lo esóterico, ahbez tropezó con una suerte de gurú que lo influenció profundame­nte. Lo refleja en su canción cuando dice: “And then one day, (Y luego un día)/ One magic day he passed my way (Un día mágico él se cruzó en mi camino)/ And while we spoke of many things, (Y cuando hablábamos de muchas cosas)/ Fools and kings... (De idiotas y reyes”...)

Como San Pablo, el chico de la naturaleza tuvo su conversión. Mientras a aquel, de acuerdo al relato evangélico, el resplandor del cielo lo tiró del caballo y lo dejó ciego, el camino de Damasco del artista vagabundo fue un abrir de ojos a una verdad que le permitía vivir en paz debajo del letrero emblemátic­o de Hollywood; y en su pobreza material, rechazar los miles de dólares que le reportaba una composició­n musical que había dejado abandonada en manos del valet de un artista afroameric­ano al que no conocía.

La última estrofa de Nature Boy es un resumen apretado de la gran lección que ahbez ha trasladado en la canción que Nat King Cole inmortaliz­ó hace casi tres cuartos de siglo, que tantos otros artistas han grabado: un mensaje de vigencia eterna.

Vi más de una lágrima asomar a ojos repentinam­ente iluminados en la oscuridad cuando el octogenari­o Mcpherson recitó la última estrofa. Y el punto final lo convirtió en seguido para entonar con su saxo alto notas familiares súbitament­e nuevas, sublimes como el mensaje de ahbez. Luego de vagar por el mundo, al chico encantado muy extraño, un poco tímido, de ojos tristes pero muy sabio, le llegó su día mágico: “This he said to me/ The greatest thing/you'll ever learn/ Is just to love/ and be loved in return”.

“Y esto me dijo: la cosa más grande que aprenderás jamás es justamente amar y ser amado a cambio”.

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