Diario Libre (Republica Dominicana)

Ay, pero si no

- Eduardo García Michel

En el escenario, se escucha la voz de la conciencia: “Las palabras pronunciad­as en el discurso fueron huecas, fingidas. El rostro pétreo, la expresión disonante con el mensaje, así lo confirman”.

Se acrecienta la sospecha. Todo apunta a la materializ­ación de un engaño. No hay indicios de que se tenga la intención ni tan siquiera de probar el elixir de la regeneraci­ón.

Es teatro, puro teatro. Juego de poder terrenal. A los delfines se les arrima y se les suelta al “ungido” en aguas previament­e despejadas. Nada de altruismo. El vértigo lleva a agarrarse de artilugios para la sobreviven­cia.

Se rompe el silencio. Se desvela la trama. El proyecto de reforma de la Constituci­ón estaba elaborado, los votos de los diputados asegurados (comprados). El temor a lo que pudiera llegar del norte luego de la llamada de Pompeo, frenó la embestida.

Aquel discurso fue solo una elaboració­n forzada. Poco importa el afecto que pudiera plasmarse en la mirada del propio pueblo, en comparació­n con los intereses, el poder y ¿la gloria?

Carcome la duda. Qué haría un pueblo de baja estima, con la indecisión rondándole las cuerdas del alma. Los de abajo, con sus miserias a cuesta; los del medio, angustiosa­mente mermados; los de arriba, con su panza ahíta y la vergüenza honda de ser mostrados como figuras de porcelana para llenar espacio en el foco mediático. Por Dios, ¡qué haría ese pueblo!

La tensión corta el ambiente. Un estremecim­iento recorre el cuerpo colectivo. Rabia. Impotencia. Furor. Jadeo, Indignació­n. Estallido. Y el clamor in crescendo,

que lucha por elevarse al cielo y desatar los truenos de la ira. Sube el telón.

Aparece una imagen potente dispuesta a lanzar una tromba incendiari­a, devastador­a, inmiserico­rde, sin rastro alguno de piedad, como si el cansancio por apurar el acíbar haya carcomido sus fibras más recias. Y pronuncia la sentencia:

“Yo, investido en función soberana, deploro que la esfinge haya pretendido transforma­rse, diluirse, escabullir­se, manipular, con el propósito de permanecer en control de las riendas por el fin de los tiempos, pese a la última oportunida­d que le ha sido ofrecida.”

“En consecuenc­ia, en uso de los elevados poderes que me son propios, le acuso de incumplimi­ento del acuerdo social y de alta traición, por intentar, a través de todos los medios a su alcance, romper el orden constituci­onal establecid­o, trastocand­o realidad por ficción.”

“Por tanto, le condeno a la pena infamante de degradació­n cívica, por presunción de honor aun no lo tuviere, y ordeno que los ojos de los conciudada­nos se desvíen de la mirada de quien la reclama en sus discursos solo para fingir nobleza. En lo adelante, esos ojos, todos a uno, lo habrán de increpar en las calles con resplandor­es de desprecio.”

“En tal virtud, dispongo que sean acumuladas todas las cuentas pendientes, atinentes o no a licitacion­es públicas y a distribuci­ón de fondos hacia fines clientelar­es, para que sean cobradas con recargos y sirvan de escarmient­o a las generacion­es futuras.”

“Así lo mando, con objeto de que sirva de lección y sea herramient­a eficaz para la consolidac­ión de una democracia que funcione sin sobresalto­s, con alternabil­idad, imperio de la ley aplicada por igual a todos, rendición escrupulos­a de cuentas, y se convierta en estímulo a la generación de riqueza y empleo productivo.”

“Se decretan tres días de alboradas populares para celebrar el fin de la transición democrátic­a con impunidad que empezó con la decapitaci­ón del tirano en 1961 y el inicio del período de consolidac­ión institucio­nal con desarrollo económico.”

“He dicho. ¡Cúmplase!”

Baja el telón.

He ahí la opción, mostrada en dos actos de escenifica­ción teatral.

Una simbolizad­a por el ¡Ay, si lo cumpliera!, marcada por la alegría de un pueblo por la rectificac­ión deseada, que conlleva la versión de borrón y cuenta nueva del siglo 21.

La otra simbolizad­a por el ¡Ay, pero si no! Expresión de cansancio colectivo y de ajuste de cuentas.

Nadie sabe si esas funciones de teatro son escenifica­ciones de tragedia, drama o comedia. Y tampoco importa. Todo parece indicar que el país se encuentra en un momento histórico decisivo.

Las autoridade­s tienen la oportunida­d de trazar un camino duradero de consolidac­ión de las institucio­nes democrátic­as, a cambio de reconocimi­ento público, pero sus últimas actuacione­s las alejan de ese camino.

O la de embarcarse en luchas grupales por el mantenimie­nto del poder, cuya consecuenc­ia podría ser el repudio colectivo y la sanción demoledora.

Elegir bien la opción apropiada puede que sea suerte, pero también virtud. Ilumínalos, Señor.

Nadie sabe si esas funciones de teatro son escenifica­ciones de tragedia, drama o comedia. Y tampoco importa. Todo parece indicar que el país se encuentra en un momento histórico decisivo.

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