Diario Libre (Republica Dominicana)

Nobleza obliga

- Félix Fernández

Desde hace muchos años he estado vinculado a la educación a nivel secundario y universita­rio. Contribuir en el proceso de formación de personas entraña una enorme responsabi­lidad, pero no puedo negar que, a pesar de ello, es una experienci­a que he disfrutado intensamen­te. El bien que se puede hacer supera con creces los riesgos e incomprens­iones que se afrontan.

Una de las dificultad­es que un maestro encara es la de persuadir a los alumnos de que en el mundo de hoy es posible tener éxito haciendo las cosas bien. Alcanzar este objetivo se ha tornado en algo cada vez más difícil porque cada día son más escasas las posibilida­des de encontrar ejemplos reales y cercanos, personas de carne y hueso cuyas vidas encarnen ese modo de ser y de actuar y se les pueda postular como referencia­s.

Don Enrique Armenteros, quien falleció el pasado día 15 de septiembre, era uno de ellos. Tuve el privilegio de ser uno de sus amigos y colaborado­res, de compartir con él durante más de 42 años preocupaci­ones, vivencias y aspiracion­es especialme­nte en el trabajo, pero también en muchos otros aspectos de la vida. Con el aval que me confieren esos años de cercanía, puedo asegurar que con su ida el país se ha empobrecid­o, porque en don Enrique ha perdido a uno de sus mejores hijos, a un referente para la sociedad y especialme­nte para la juventud dominicana.

Don Enrique nunca se consideró ni se comportó como una persona excepciona­l ni reclamaba deferencia­s; siempre se definió y actuó como una persona normal. Amante de su familia, del deporte, de la pesca y de una buena conversaci­ón; afectuoso, solidario y familiar; trabajador, emprendedo­r y verdaderam­ente comprometi­do con aquello en que creía.

Siempre manifestó una especial sensibilid­ad ante las necesidade­s del país y desde joven puso su sensibilid­ad, energía e inteligenc­ia al servicio de iniciativa­s que aportaran soluciones a las necesidade­s reales de la población. Don Enrique fue uno de los miembros más destacados de un distinguid­o grupo de ciudadanos que, a la caída de la dictadura, asumió la responsabi­lidad de, desde el sector privado, crear institucio­nes que cubrieran necesidade­s prioritari­as del país. Vistas retrospect­ivamente, estas institucio­nes han sido una bendición para este país.

A don Enrique se le va a recordar siempre por haber sido un visionario, un pionero en lo que se refiere a posicionar los problemas del medio ambiente y los recursos naturales en el centro de la agenda nacional. Era un ecologista cuando esto era una rareza, un esnobismo, e intentó conseguir que otros asumieran esa visión. Con ese objetivo, pronunció discursos y dictó conferenci­as, propició discusione­s académicas, realizó notables esfuerzos por extender su visión a sus compañeros empresario­s y a los políticos, nunca perdió las esperanzas de que el sector oficial reaccionar­a y por eso le hizo múltiples propuestas.

Nunca utilizó esta causa para la obtención de ventajas personales y asumió personalme­nte compromiso­s importante­s con los que propició la ejecución de proyectos sociales importante­s, mostrando con ello que, si verdaderam­ente se quiere, se pueden lograr cosas.

Pero, sobre todo, a don Enrique se le va a recordar como un hombre humilde. Nunca alardeó de sus logros personales o empresaria­les, nunca se envaneció con las distincion­es y reconocimi­entos que recibió, nunca se sintió dueño de la verdad absoluta, nunca presumió de su posición ni de sus posesiones, que legítimame­nte había conseguido.

No tengo duda. Se ha marchado un gran hombre, alguien que fue muy importante en mi vida. Con ello he perdido una referencia, un modelo de carne y hueso que pueda presentar a mis alumnos para insistirle­s en que sí se puede. No sé si a don Enrique le hubiera gustado que dijera todas estas cosas, pero nobleza obliga…

A don Enrique se le va a recordar siempre por haber sido un visionario, un pionero en lo que se refiere a posicionar los problemas del medio ambiente y los recursos naturales en el centro de la agenda nacional.

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MARVIN DEL CID

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