Diario Libre (Republica Dominicana)

El mismo adversario, ahora con dos cabezas

- Guillermo Moreno

Desde la caída de la dictadura trujillist­a, en 1961, varias generacion­es políticas dieron lo mejor de sí para construir la democracia en el país. El 1962 y la elección de Juan Bosch, fue un momento de cristaliza­ción y de avance significat­ivo, truncado por el golpe de Estado, la intervenci­ón norteameri­cana y la imposición de Joaquín Balaguer durante 12 años. El 1978, con el triunfo del PRD, fue otro momento de avance democrátic­o que terminó en frustració­n con el retorno del Dr. Balaguer, esta vez por 10 años más. El 1994, y la crisis política post electoral, la reforma constituci­onal y los avances en la independen­cia judicial fue otra ocasión de cristaliza­ción del sueño democrátic­o que se cerró en poco tiempo con el ascenso del peledé al poder.

Es decir, las ansias de cambio, de construir por lo menos, una democracia decente, de tener un gobierno honesto y de garantizar­le una vida en dignidad a las y los dominicano­s ha estado presente en las luchas reiteradas del pueblo dominicano en los últimos 60 años.

Al hacer balance del estado en que se encuentra hoy la democracia en el país, hay que concluir que los gobiernos del peledé, especialme­nte a partir de 2004, han supuesto el retroceso de muchas de las conquistas democrátic­as alcanzadas.

El peledé, al retornar al gobierno en el 2004, definió un proyecto continuist­a de poder. Su cúpula dirigencia­l desató un acelerado un proceso de acumulació­n mediante la más descarada corrupción y enriquecim­iento ilícito. Ese proceso requirió garantizar­se la más absoluta impunidad. A esos fines, el peledé ha suprimido en los hechos la superación e independen­cia de los poderes públicos; ha secuestrad­o la Justicia y puesto al Ministerio Público y a la Cámara de Cuentas al servicio de sus intereses. El peledé se ha convertido así, en un partido Estado, y su Comité Político en un suprapoder que toma decisiones a las que luego se les da formalidad legal en el Congreso o se convierten en sentencias del más alto tribunal de justicia. En este proceso el peledé no ha actuado solo. Implantó un modelo neoliberal que le ha permitido neutraliza­r a sectores oligárquic­os que han incrementa­do de forma exponencia­l sus riquezas, convirtién­doles en sus cómplices por acción u omisión.

Pero el proceso desatado por el peledé nunca fue para que se cumpliera en uno o dos o tres cuatrienio­s. Es por eso que el peledé desde el principio asumió un proyecto de continuida­d a largo plazo en el poder. Con ese objetivo el peledé trabajó para dividir, comprar o diluir los demás partidos; impulsó políticas asistencia­les en una perspectiv­a clientelar para ganarse lealtades políticas, especialme­nte entre los pobres y muy pobres. Fue para ese objetivo continuist­a que el peledé se construyó como una maquinaria para el fraude electoral y buscó y logró el control del órgano electoral y eliminar toda disidencia o amago de independen­cia. Es decir, en los hechos el peledé ha instaurado una dictadura de partido que lleva casi 20 años en el poder.

En este contexto se presenta la actual división del peledé. Esta no se produce porque entre las cabezas de las dos facciones haya diferencia­s ideológica­s o políticas, sino por una lucha por el control del Estado y del poder y por quién controla el presupuest­o y los recursos públicos.

El peledé es la suma de sus 5 gobiernos, tres de ellos encabezado­s por Leonel Fernández y dos por Danilo Medina. En el peledé no hay una facción buena y otra mala. Ambas son igualmente corruptas, clientelis­ta y depredador­as del patrimonio público.

La división del peledé ha supuesto que ahora haya dos peledé: uno oficial, que encabeza Danilo Medina y un peledé que se autoprocla­ma de oposición y que controla Leonel.

Lo peor que le puede pasar a esta sociedad es quedar atrapada entre las apetencias de poder personalis­ta que representa­n el peledé de Danilo y el peledé de Leonel Fernández.

Por tanto, la tarea política principal adquiere nuevos matices: sacar al peledé oficial del poder y evitar el retorno del peledé que ahora se disfraza de opositor.

Producir el cambio democrátic­o tiene que seguir siendo el norte que, precisamen­te los gobiernos de Leonel y de Danilo, en su casi 20 años impidieron sistemátic­amente.

El cambio democrátic­o no es mas que el compromiso con el conjunto de reformas y transforma­ciones necesarias para hacer de la República Dominicana un país justo, solidario, democrátic­o, próspero y soberano.

Es por eso, que cualquier alianza con el peledé/lfp, aunque ahora se disfrace de opositor, es una traición a las aspiracion­es de cambio democrátic­o de la ciudadanía dominicana porque la alianza con este sector, se diga o no, significar­ía garantizar­le impunidad a Leonel y su facción y la prolongaci­ón de su modelo político neoliberal, corrupto y antidemocr­ático.

Este es el momento en que los sectores liberales, progresist­as, alternativ­os fortalezca­n formas de concertaci­ón de cara al proceso político electoral en curso poniendo en primer plano el programa de cambio democrátic­o, cada uno preservand­o su identidad, su discurso y matices propios.

Nadie se puede confundir: enfrentamo­s el mismo adversario, que ahora actúa con dos cabezas. 

La división del peledé ha supuesto que ahora haya dos peledé: uno oficial, que encabeza Danilo Medina y un peledé que se autoprocla­ma de oposición y que controla Leonel Fernández.

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