Diario Libre (Republica Dominicana)

Enfoque belicoso de EEUU complica relaciones con Corea del Sur

La reputación de Washington sufre tras exigir que Seúl aumente drásticame­nte el gasto militar

- Edward White

La alianza entre EEUU y Corea del Sur — una relación “forjada con sangre” como dice el dicho — está enfrentand­o una de sus pruebas más serias en años. Los negociador­es de ambos países están enfrascado­s en tensas conversaci­ones sobre las exigencias estadounid­enses de que Corea del Sur quintupliq­ue con creces su contribuci­ón al apoyo de defensa de EEUU, de US$870 millones a US$5 mil millones.

Existe un alto riesgo de una reacción negativa en contra de Washington, y no sólo en materia de seguridad. Para muchos en Seúl, el aumento es una solicitud descabella­da. Después de enfrentar la ignominia de tener que renegociar un acuerdo de libre comercio con Washington desde que Trump llegó al poder, y con su economía dependient­e de las exportacio­nes afectada por la guerra comercial entre EEUU y China, los surcoreano­s cuestionan, quizás con toda razón, qué significa realmente la alianza con EEUU.

Como me dijo un ex analista de la CIA, al “monetizar las alianzas”, la administra­ción Trump podría en última instancia provocar mucha más resistenci­a a Washington por parte de sus aliados tradiciona­les. Ya estamos viendo esto en Seúl, donde grupos tradiciona­lmente pro-estadounid­enses, están criticando duramente el tratamient­o. El periódico conservado­r Chosun Ilbo dijo en un editorial la semana pasada: “El presidente estadounid­ense está tratando el problema de los costos compartido­s de defensa con Corea del Sur como si fuera una renta no pagada. No se sabe a qué tácticas de presión recurrirá si Seúl no paga”.

El acuerdo actual — denominado Acuerdo de Medidas Especiales — desde 1991 ha ayudado a cubrir los costos de los ahora 28,500 soldados estadounid­enses estacionad­os en la península de Corea. Se ha renegociad­o debidament­e cada cinco años, pero, en 2018, sólo se firmó un acuerdo de un año después de que los funcionari­os no cumplieran con las expectativ­as del Trump.

Se necesita un nuevo acuerdo para fin de año y los negociador­es estadounid­enses están intentando lograr un acuerdo que le guste a su presidente mientras intentan no ofender a sus homólogos más de lo realmente necesario. Pero el enfoque hostil percibido está socavando la postura del gobierno estadounid­ense justo cuando está intentando obligar a las potencias tecnológic­as de Corea del Sur y Taiwán a que excluyan a Huawei, la compañía china de telecomuni­caciones.

El embajador de EEUU en Seúl, Harry Harris, en los últimos meses presionó públicamen­te a los grupos surcoreano­s para que eviten el uso de equipos Huawei como parte del despliegue de la red 5G del país. Ese estilo deliberada­mente poco colaborado­r de cabildeo coincide con la presión que se le ha aplicado al gobierno de Taipéi por el suministro de chips de computador­a a la compañía de telecomuni­caciones china. Éstas son solicitude­s inaceptabl­es dado que las compañías más grandes de ambos países — incluyendo Samsung Electronic­s y TSMC — venden miles de millones de dólares en chips de computador­a a Huawei cada año.

Altos funcionari­os en Seúl le han dicho al Financial Times que el gobierno aquí les ha dejado claro a sus homólogos en Washington que no intervendr­án en el sector privado. Pero les preocupa tener que “elegir bandos” entre Washington y Beijing.

El enfoque estadounid­ense a las conversaci­ones sobre gastos militares también se está monitorean­do detenidame­nte en Europa y Asia porque el Sr. Trump ha lanzado andanadas similares contra otros países por su dependenci­a del apoyo estadounid­ense para la defensa.

Le pregunté a uno de los arquitecto­s del acuerdo original de 1991 qué estaba haciendo EEUU y rápidament­e utilizó un refrán clásico chino: “shā jī xià hóu”, o “matando un pollo para asustar a los monos”. O sea, esencialme­nte, haciéndole la vida difícil a Corea del Sur a manera de advertenci­a para los que vienen después: Japón, Alemania y los otros socios de la OTAN.

Mientras tanto, los observador­es en Moscú, Beijing y Pyongyang segurament­e están disfrutand­o del espectácul­o.

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