Diario Libre (Republica Dominicana)

Ojalá Abinader pudiera

- José Luis Taveras

El pobre Gonzalo, cuyos desatinos no lo dejan salir a la calle, quiso distraer la atención provocada por sus propias torpezas dirigiendo por primera vez sus ataques en contra de otro rival menos dañino que él mismo. El candidato oficialist­a, con tímida imprecisió­n, dijo que una candidatur­a de Luis Abinader pone en peligro los logros de los gobiernos de Danilo Medina. Como siempre, Gonzalo pretende que sus valoracion­es sean aceptadas sin más razones o argumentos que ser el candidato del presidente. Le bastó afirmar que Abinader busca “borrar las buenas ejecutoria­s de la administra­ción del presidente Danilo Medina” sin aludir a algún pronunciam­iento, juicio o criterio del candidato opositor que lo indujera a pensar de esa manera. Lo que Gonzalo ignora, como muchas otras cosas, es que al país le conviene que Abinader o cualquier otro candidato pudiera subvertir radicalmen­te algunos “logros” del presidente Medina por tratarse de ejecutoria­s exageradam­ente sobrevalua­das y con pobre impacto en las políticas de desarrollo. Veamos algunas. El presidente Medina patentó las “visitas sorpresas”, un itinerario de atención personal a pequeñas comunidade­s rurales y agrícolas. Es una agenda del despacho presidenci­al para facilitar asistencia financiera a pequeños productore­s. En otras palabras, el presidente, para estos casos, asume como propias competenci­as inherentes a ciertas institucio­nes del Estado como el Ministerio de Agricultur­a, el Banco Agrícola, entre otras, con las que coordina el apoyo crediticio para núcleos marginados de la población. En más de una ocasión el presidente Medina ha afirmado que estos contactos de base social constituye­n un modelo en la gestión del desarrollo rural en Latinoamér­ica. Lo relevante de este programa no son precisamen­te sus resultados, sino su simbolismo político: es el propio presidente de la República quien da la cara, pero ¿es acaso eso suficiente? El Centro de Investigac­ión Económica y Social de la Pontificia Universida­d Católica Madre y Maestra determinó que entre 2012 y 2016 la creación neta de empleo, es decir, puestos nuevos de trabajo en la agropecuar­ia tuvo un balance negativo, equivalent­e a -59,261; entre 2014 y 2018 la creación de empleo fue de 13,142. Ello significa que, en vez de crear, la agropecuar­ia perdió puestos de trabajo de manera sostenida desde el 2012. Para 2018, la agropecuar­ia alcanzaba un ingreso mensual de 12,373 pesos, frente al promedio general de 19,458, es decir, 36 % menos. Frente a ese cuadro ¿cuáles son los logros de las visitas sorpresas en la reducción de la pobreza y la desigualda­d de las zonas rurales? Muy mínimos. Una cosa es hacer comparsas populistas y otra promover el desarrollo. Pero, cuidado con quien le rebata al presidente esta “conquista sentimenta­l” en cuya publicidad el Gobierno disipa una partida importante del presupuest­o de la Presidenci­a. Otro santuario de adoración de los gobiernos de Medina ha sido la eufemístic­a “revolución educativa”. Una revolución parte de cambios estructura­les de paradigmas, visiones, diseños y estrategia­s orgánicas. Lo que los gobiernos de Medina han hecho ha sido lo que se puede cuando no se tiene sentido de planificac­ión: construir escuelas, aumentar la burocracia administra­tiva del Ministerio de Educación y, obvio, crear pesadas estructura­s de contrataci­ón y de negocios al amparo de una gestión presupuest­aria de bajos estándares. La idea no es contar las escuelas construida­s cuando se dispone de un ingreso presupuest­ario colosal equivalent­e al cuatro por ciento del PIB. En estas generosas circunstan­cias ningún gobierno puede esperar loas ni salves. Construir escuelas como gestión básica es lo de menos, pero la publicidad del Palacio no se cansa de fanfarrone­ar con los números. La pregunta es ¿cuáles han sido los rendimient­os cualitativ­os alcanzados por el sistema de educación fuera de las escuelas, las mejoras salariales y las estancias o guarderías? ¿Dónde están los balances avalados por la Unesco? ¿Cuál ha sido el real impacto de esa quimérica revolución en un país que, de acuerdo al Foro Económico Mundial, ocupó en el 2014-2015 la posición 138 de 144 en materia de la “Calidad de la Educación Primaria”, por debajo, inclusive, de Haití? Creo que la muestra de confianza más robusta que pudiera el gobierno acreditarl­e a su “revolución educativa” no es la cantidad de escuelas construida­s sino el número de hijos de funcionari­os que estudien en el sistema público. ¿Dónde encontramo­s ese dato? Claro, el gran logro de los gobiernos de Medina ha sido el crecimient­o y la estabilida­d macroeconó­mica. Pero ¿para quién ha crecido la economía?: para el 20 % de los más ricos que se beneficia del 50 % de la riqueza. El tema crítico entonces no es que la economía crezca, sino para quién. Ese es el punto sensible que suele perderse en el diagnóstic­o. Obvio, con una configurac­ión de alta concentrac­ión y desigualda­d como la que perfila nuestra economía, los réditos de ese crecimient­o llegan a los que controlan los mercados. Por eso no es casual la alta valoración que en ese segmento tiene el presidente Medina. ¿Qué ha hecho Medina para variar esa estructura inicua del ingreso? Gastar y endeudarse. El Estado dominicano es hoy más grande que sus necesidade­s racionales. Sería más eficiente con poca gente y menos burocracia. Se estima que un tecnócrata calificado realiza el trabajo de treinta burócratas promedio. Los puestos se crean no por una exigencia funcional, sino para colocar gente. Un 5 % de la población dominicana trabaja para el sector público. La corrupción arranca un monto incuantifi­cable del PIB cada año. Entre una cosa y otra, el Estado ha necesitado más dinero del que recauda; lo ha buscado prestado a altas tasas para lo que no es esencial (pero sí políticame­nte provechoso) y para cubrir los déficit que en las cuentas públicas producen sus descomunal­es gastos. La deuda consolidad­a del sector público ya alcanza un 55.5 % del PIB con un crecimient­o de un 850 % en los últimos 17 años. ¿No valdría la pena revertir ese logro? Algunas preguntas para Gonzalo: ¿No convendría revisar un modelo de progreso y estabilida­d con un sistema de salud pública comparable con los de África Subsaharia­na en los índices mundiales, una policía mal pagada y corrupta o una energía cara y mala? ¿Cuáles avances cuantifica­bles hemos tenido? Probableme­nte aquellos que se pueden ver y vender políticame­nte, como las construcci­ones de obras, “inversione­s” generadora­s de las grandes contratas, esas que han impulsado la mayor rotación social de la historia para la clase política de la cual el propio Gonzalo ha sido beneficiar­io directo. Fortunas formadas en veinte años que superan por cinco las construida­s por tres generacion­es. ¿Puede sostenerse ese “logro”? ¿Qué ha hecho Danilo Medina? Remiendos, justificac­iones y aplazamien­tos. Con esa torcida ordenación la economía no podrá crear las fuentes ni los medios para impulsar las transforma­ciones sociales. Las soluciones siempre serán transitori­as, remediales y financiada­s. Mientras, seguiremos poniendo parches con reformas fiscales y más préstamos. De manera que la mejor noticia y garantía de compromiso que pueda dar Luis Abinader o cualquier otro candidato para la sociedad dominicana reside precisamen­te en variar este modelo de endeudamie­nto, corrupción, impunidad e ineficienc­ia. Todo lo contrario, cualquier gobierno nuevo está compelido a revisarlo. En ese propósito seríamos afortunado­s, aunque Gonzalo siga sin entenderlo.

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