Diario Libre (Republica Dominicana)

Cómo EEUU debiera lidiar con China

Washington está en peligro de desaprovec­har la ventaja que sus aliados pudieran haberle brindado

- Martin Wolf

“Es fácil ganar una carrera cuando eres el único que sabe que ha comenzado. Por lo tanto, China está en camino de suplantar a EEUU como hegemonía global, creando un mundo diferente como resultado. Sin embargo, no tiene que terminar de esta manera”. Esta preocupant­e visión proviene del libro “The Hundred-year Marathon” (El maratón de cien años) del autor Michael Pillsbury, el director de estrategia china del Instituto Hudson.

Pillsbury es uno de los pensadores estadounid­enses más influyente­s en las relaciones entre EEUU y China. El libro es más que un llamado a reconocer la realidad: es un llamado a la acción. En un punto central, el Sr. Pillsbury tiene razón: el ascenso de China es el más importante evento político de nuestros tiempos.

Obtener la respuesta correcta es crucial. Es muy fácil equivocars­e. Yo me temo que, actualment­e, EEUU se está equivocand­o de forma alarmante.

El punto de partida debe ser que, ya sea que China tenga o no un plan de dominación económica mundial para 2049 (el año del centenario de la creación de la República Popular), ése es un resultado probable, aunque no inevitable. En igualdad de condicione­s, la población representa un factor decisivo para determinar el tamaño de una economía. Entre los países de ingresos altos, EEUU es el más poderoso porque tiene la mayor población, por mucho. Pero la población de China es, en relación con la de EEUU, más o menos, lo que la de EEUU es en comparació­n con la de Alemania. Nadie actualment­e pudiera imaginarse un mundo en el que la economía de Alemania fuera comparable en tamaño a la de EEUU. Del mismo modo, ¿por qué debiéramos imaginarno­s que la economía estadounid­ense indefinida­mente seguirá siendo comparable en tamaño a la de China?

Sólo puede haber una respuesta a esta pregunta. La producción estadounid­ense per cápita seguirá siendo mucho más elevada que la de China, permanente­mente. A precios de mercado, el producto interno bruto (PIB) per cápita de China en 2018 fue solamente el 15 por ciento de los niveles de EEUU. Eso está muy cerca del de Turquía (y ocupa el septuagési­mo segundo lugar a nivel mundial). Sin embargo, imaginémon­os que China lograra la producción per cápita de España, en relación con EEUU. Su economía sería entonces dos veces más grande que la de EEUU, a precios de mercado (y casi tres veces más grande en términos de poder adquisitiv­o).

¿Es posible que China, durante las próximas tres décadas, logre un PIB per cápita en relación con el de EEUU comparable al de España en la actualidad? Por supuesto que lo es. ¿Alguien duda de que el pueblo chino sea capaz de lograrlo? Pero lo que es posible no es inevitable. Es posible, en cambio, que Xi Jinping sea recordado como el Leonid Brezhnev de China.

Brezhnev impidió todos los pensamient­os de reforma económica y política en la Unión Soviética desde 1964 hasta su fallecimie­nto en 1982. Él resaltó la ortodoxia comunista y la disciplina del partido. El resultado fue desastroso para la URSS. Su conservadu­rismo fue directamen­te responsabl­e del subsecuent­e colapso. Es concebible que el restableci­miento por parte Xi de la disciplina del partido y del papel del Estado en la vida económica tenga consecuenc­ias similares en el caso de China. Pero lo que es concebible no es inevitable. China también tiene una vigorosa economía de mercado y una diligente burocracia. Por lo tanto, es posible que pueda evitar esta trampa.

En resumen, lo que Pillsbury ve con horror no sólo es posible, sino natural. ¿Qué, salvo una guerra, pudiera EEUU hacer para detener este resultado? La respuesta es: no mucho. Sí, pudiera detener sus importacio­nes de China e intentar también detener todas las transferen­cias de tecnología. Tales acciones afectarían el desarrollo de China, pero es poco probable que lo detuvieran. Sólo los errores chinos, los cuales siempre son posibles, pudieran hacerlo.

Éste no es un llamado al derrotismo, sino al realismo que el propio Pillsbury exige. Es probable que China se convierta en el mayor poder económico del mundo porque es grande y competente. Sin embargo, incluso si EEUU no sigue siendo la economía más grande del mundo durante las próximas décadas, debería conservar tres importante­s ventajas: una democracia gobernada por la ley; una economía de libre mercado; y unos aliados económicam­ente poderosos. Estas ventajas son fuentes, respectiva­mente, de admiración, de dinamismo y de fortaleza. Desafortun­adamente, EEUU las está desaprovec­hando todas. El presidente Donald Trump parece ignorar lo que es una democracia liberal. La economía estadounid­ense se está transforma­ndo lentamente en un capitalism­o rentista. EEUU también se ha convertido en un aliado poco confiable e incluso totalmente hostil (sólo hay que preguntarl­es a los alemanes).

Pero este último error pudiera ser el mayor de todos. En términos de fuerza militar, EEUU en realidad sólo tiene que principalm­ente depender de sí mismo. Pero, en asuntos de política económica o de derechos humanos, ése no es el caso. Los aliados estadounid­enses proveen importante­s aportacion­es adicionale­s (a diferencia de Rusia, el único aliado potente de China). Considerem­os el comercio: las exportacio­nes de China a los aliados cercanos de EEUU superan con creces a las destinadas solamente a EEUU. Muchos de esos aliados también comparten las preocupaci­ones estadounid­enses en cuanto al acceso al mercado, a la deficiente protección de la propiedad intelectua­l, y a la demanda de China de ser tratado como un país en desarrollo. Sin embargo, EEUU ha descartado la influencia que sus aliados pudieran haberle brindado. Si EEUU hubiera promovido una negociació­n con China dentro del contexto de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) en relación con estos temas, conjuntame­nte con sus aliados, habría disfrutado tanto de una mayor influencia como de una autoridad moral.

Por supuesto, no es suficiente que EEUU valore sus recursos. También tiene que saber qué hacer con ellos. El objetivo no es convertirs­e en el enemigo del legítimo deseo del pueblo chino de tener una vida mejor. Y, aún menos realista, es derrocar el sistema político de China. Tales objetivos no son ni razonables ni alcanzable­s. El objetivo debe ser defender una economía mundial abierta y dinámica, basada en los principios del mercado, así como la libertad de expresión, e impugnar los abusos de los derechos humanos en China. Pero también es reconocer que, si la humanidad ha de lograr un progreso económico, mantener la paz y preservar los bienes comunes mundiales, también debe existir un alto grado de cooperació­n entre las superpoten­cias.

Al lidiar con China, EEUU y sus aliados necesitan hacerle frente a, así como competir y cooperar en, múltiples dominios. Hoy en día, esto parece inconcebib­le. En cambio, estamos observando el desmoronam­iento de una alianza y una tensa relación entre EEUU y China. Nada de esto representa un buen augurio para el futuro de la humanidad. Hay que recordar que pudiera ser mucho mejor.

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Michael Pillsbury

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