Diario Libre (Republica Dominicana)

Lavado de dinero está envenenand­o la democracia estadounid­ense

El dinero sucio es una maldición que no osa pronunciar su nombre en las elecciones de 2020

- Edward Luce Lea el análisis completo en diariolibr­e.com/economia/ financial-times

Después de ganar la Guerra Fría, EEUU intentó exportar el Estado de derecho a otros países. Ese flujo se ha invertido: En la actualidad, EEUU está importando algunas de las peores corrupcion­es del exterior. Los bufetes de abogados, las compañías de bienes raíces y los grupos de presión más grandes de EEUU prosperan con el dinero sucio. En el proceso, están dejando manchas en la democracia estadounid­ense que no saldrán fácilmente al lavarlas. Donald Trump es la imagen pública de un problema que llega hasta el corazón del sistema estadounid­ense. El problema abarca a demócratas y a republican­os, a Nueva York y a Washington, al sector público y al privado. Es una maldición que no osa pronunciar su nombre en las elecciones de 2020.

Es fácil adivinar por qué Joe Biden, el candidato demócrata favorito para la presidenci­a, trata el tema con delicadeza. El Sr. Biden ayudó a convertir a Delaware, el estado del cual fue senador, en el domicilio más popular para las empresas de propiedad anónima. Sin ellas, la Organizaci­ón Trump habría tenido muchos menos inversioni­stas que compraran sus condominio­s. En una de las torres del Sr. Trump en Florida, más del 80 % de sus unidades son propiedad de empresas fantasmas. EEUU tiene 10 veces más empresas fantasma que las siguientes 41 jurisdicci­ones combinadas, según el Banco Mundial.

Sin duda, a diferencia de las supuestas transgresi­ones del Sr. Trump, las del Sr. Biden son legales. Pero es la “corrupción legal” que se ha infiltrado en todos los rincones de la política estadounid­ense y hasta en la sociedad. El Sr. Biden ha hecho tanto como cualquier figura pública estadounid­ense para incluir tales prácticas en los libros de estatutos.

Más sorprenden­te es el relativo silencio de la candidata presidenci­al Elizabeth Warren en cuanto a los vínculos entre la política estadounid­ense y la corrupción global. Al principio de su campaña para la nominación demócrata, ella dio a conocer numerosos planes. Éstos incluyeron planes de acción para abordar el cabildeo extranjero y la malversaci­ón corporativ­a. Desde entonces, la senadora estadounid­ense de Massachuse­tts se ha visto envuelta en una batalla para justificar su programa de Medicare para Todos por un valor de US$20 billones. El hecho de que ella todavía está amenazando morir en una cruz de Medicare para Todos lleva a cuestionar sus habilidade­s políticas.

Lo que planteo a continuaci­ón es lo que argumentar­ía una mejor campaña de la Sra. Warren o, de hecho, de cualquiera que aspire a ocupar la Casa Blanca y que se tome en serio el revivir la democracia estadounid­ense y la lucha contra el autoritari­smo global.

EEUU es el mayor refugio de dinero sucio del mundo. Su flujo de dinero ilícito empequeñec­e al de cualquier otro territorio, a menos que se trate al Reino Unido y sus paraísos fiscales extraterri­toriales como un solo país. El Tesoro de EEUU estima que US$300 mil millones se lavan anualmente en el país. Esta cantidad probableme­nte representa una fracción del verdadero número. Y, lo que es peor aún, es que el gobierno estadounid­ense no tiene idea de quién controla las compañías que canalizan el dinero porque EEUU carece de un registro central corporativ­o.

En EEUU no existe una ley que exija la divulgació­n del “usufructo”. Los bancos estadounid­enses deben reportar las actividade­s sospechosa­s. Pero los bufetes de abogados, las compañías de bienes raíces, los vendedores de arte, las empresas incorporad­as y las institucio­nes financiera­s no bancarias están exentos.

Aquellos que tienen la esperanza de restringir el lavado de dinero están, por lo tanto, seriamente superados en poder y en recursos por los cabilderos que favorecen el “statu quo”. La Sra. Warren debería señalar que el sistema estadounid­ense le ofrece una ‘alfombra roja’ al dinero sucio. Además, los autócratas en Rusia, en China, en Arabia Saudita y en otros países no podrían prosperar sin la connivenci­a del conjunto de proveedore­s de servicios de EEUU.

El votante estadounid­ense está harto de las “guerras eternas” en las que el Sr. Trump y la Sra. Warren están de acuerdo que deberían llegar a su fin. Cerrar las ‘armas de incorporac­ión masiva’ en estados como Delaware y Nevada, y pedirles cuentas a sus ‘facilitado­res’ en Nueva York y en Washington, definitiva­mente representa­ría una mejor política exterior estadounid­ense.

El poderío militar estadounid­ense no representa un peligro realista para personas como Vladimir Putin, el presidente de Rusia. Su reacción visceral a las revelacion­es de los Papeles de Panamá en 2010 mostró cuán profundame­nte el Sr. Putin teme el escrutinio financiero.

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