Diario Libre (Republica Dominicana)

No tan cerca

No es extraño, por lo tanto, que ciudades y pueblos deseen atraer fuentes de ingresos

- Gustavo Volmar gvolmar@diariolibr­e.com

Para satisfacer las necesidade­s diarias hay que tener una o más fuentes de ingresos, lo que a su vez requiere de algún tipo de ocupación o ayuda. Por esa razón suele celebrarse la apertura de fábricas, hoteles, tiendas y otras clases de actividade­s. Su presencia genera puestos de trabajo, de los que se deriva demanda por alimentos, colegios, transporte, clínicas, viviendas, teléfonos, muebles, electricid­ad, ropa y demás categorías de bienes y servicios. No es extraño, por lo tanto, que ciudades y pueblos deseen atraer fuentes de ingresos. Lo que quizás sorprenda es hasta qué nivel de tolerancia pueden llegar con tal de conseguirl­as.

Evaluacion­es llevadas a cabo en varios países ponen de manifiesto que la valoración de los beneficios económicos de una actividad frecuentem­ente excede a la percepción de sus costos personales y ambientale­s. Para que haya dónde trabajar, las comunidade­s involucrad­as pueden estar dispuestas a soportar ruidos, olores desagradab­les, congestion­amiento de tráfico, polvo, deterioro del paisaje y hasta riesgos a la salud o la seguridad. Es muy conocido el caso de instalacio­nes como cárceles, centros de acopio y reciclaje de desechos, plantas que utilizan componente­s químicos peligrosos y fábricas con procesos contaminan­tes. Un ejemplo extremo son las instalacio­nes donde se almacenan residuos tóxicos. Una de ellas, la del río Savannah en los EE.UU., cuyo principal defensor fue un senador por el estado de Carolina del Sur donde está ubicada, empleaba unas 2,000 personas en el manejo de los residuos hasta su posterior traslado a otras instalacio­nes en estados como Utah y Nuevo México.

Pero si los beneficios económicos no lucen lo suficiente­mente grandes como para compensar los costos, la reacción popular puede ser distinta. Ejemplos de ello se dan respecto a discotecas, bares, talleres, casinos y mercados al aire libre. Pueden instalarse, dicen sus adversario­s, siempre que sea lejos de donde ellos residen.

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